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Lugar: Campo de entrenamiento Samurai

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- Michikatsu, debo admitir que no te vi de esa manera jamás.

- Déjame en paz, Omayo.

- Pero, vamos, nunca te vi tan desconcentrado en los entrenamientos. ¿Ocurrió algo?

- Nada relevante.

Si, nada relevante.

Solo que la chica con la que se iba a casar le había dado una posesión muy valiosa para ella y ahora la estaba protegiendo hasta del mismísimo aire hasta el día de la boda para devolverla y que nadie piense mal de tener aquello en su casa.

El que Sumire y Ito limpiaran su finca hoy le provocaba un ligero miedo, no quería que la encontrarán y se pusieran a molestarle.

Por eso estaba distraído. Apenas volviera a casa escondería mejor la bufanda, no era por pena o porque le avergonzará, pero su padre podría decir uno que otro comentario vulgar que no quería tolerar.

Había ido a entrenar con la esperanza de olvidar eso, pero solo logro distraerse del entrenamiento recordando a Kaīmi y su bufanda de rico aroma a flores...

¡¿Ves, esta en su cabeza?!

Omayo fue el primero en venir y molestarlo por lo que había pasado. Y sinceramente estaba harto de él y de todos en ese lugar.

Quería irse a casa.

- Si tú lo dices. ¿Escuchaste lo último de ayer?

- No. -si.

- El pueblo va a traer al festival de verano sus mejores bailes para la temporada. Anuncian diversión sin limites.

- No lo había escuchado. No estoy pendiente de lo que hablan en el pueblo o lo que sucede en él.

- Que extraño. Ese pueblo en dónde la mayoría de nosotros nos criamos, ¿Seguro que no te interesa?

- No, en absoluto.

No, ni en su lecho de muerte se iba a acercar a ese pueblo de nuevo. Y no era maldad ni nada, o porque se creyera superior, simplemente... no se llevaba muy bien con la gente de por ahí.

Sobre todo porque cuando era pequeño, no era precisamente un niño muy bien portado, odiaba esa etapa donde fue un mocoso inmaduro.

Si el pueblo aún no lo golpeaba con palos era porque lograba safarse de cualquier ataque hacia el. Una reputación no muy buena o agradable.

Por eso no se acercaba. Pero si escuchaba lo que quería, como el festival de baile que se presentaría como el contrario. Una batalla con el mejor de los bailes.

Eso siempre escuchaba.

- De acuerdo, pueden retirarse -hablo su maestro-. Regresen a sus hogares y, Tsugikuni, suerte en su boda. -con esa humillación se fue.

- (Tendré suerte si se lo gritara a los dioses. Imbécil) Si, señor.

Y se empezaron a ir. A decir verdad no tenía que parecer desesperado por volver a su casa, debía parecer sereno y tranquilo.

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⏰ Última actualización: Nov 01 ⏰

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Sangrienta luna de Amor ✿Michikatsu Tsugikuni✿Donde viven las historias. Descúbrelo ahora