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Lugar: Finca Tsugikuni.

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- ¿Porqué no? -dijo enojado el joven. Había pasado la semana bastante rápido y ya quería ver de nuevo a aquella niña que le había fascinado. Su olor, sus facciones, diablos hasta llegó a agradarle el olor se la casa. Cuando había estado con ella esos mínimos minutos se había sentido tan relajado como había estado hace años con su madre, hasta llegó con una mejor cara que con la que había salido, eso le sorprendió a Sumire quien al ver eso pensó que estaba enfermo, pero cuando Michikatsu le contó lo sucedido y como se había sentido ella tuvo que contenerse de no abrazarlo ahí mismo y soltar gritos de alegría. Pero ahora sin la presencia de ella volvió a su cara amargada (neutral) y había pasado la semana viendo los preparativos para su boda, la verdad era todo para el, el se encargaba de verificar su ropa y demás y la chica se encargaba de los suyos, así que solo se preocupaba por lo que haría y diría.

Justo ahora de hecho, estaba reclamando a uno de los sastres que su padre le había contratado por el kimono que iba a usar que era uno negro con pantalones hakama negros y un lazo de igual color. No le gustaba tanto el negro.

- Por décima vez, el negro se usa como tradición. Le guste o no. -se quejo el sastre.

(En serio, esa era la décima vez)

- Simplemente no me agrada. No debería tener un kimono como a mí me agrade.

- Si fuera una ocasión cualquiera, se lo permitiría. -el sastre tomó una pequeña aguja que tenía un hilo de color gris y lo paso por las bastas de los pantalones.

- Esto es ridículo. -bufo. El sastre pensaba que ayudar a un mocoso, era ridículo.

- Permiso. -la voz de Sumire luego de abrir el shoji atrajo la atención de ambos hombres en la sala.

- Sumire-san. -saludo Michikatsu-

- Buenas tardes. -hablo el sastre mirando a la mujer, era bonita.

- Su padre me a dicho que estaría incómodo, parece que no se a equivocado. -solto una risa al ver la cara de incredulidad del joven, al sastre le gustó.

- Odio cuando tiene razón. -se viró al espejo dejando de verla- por cierto, el regalo que mandé...

- Para la señorita, si. Ya fue dejado, parece que ella lo cambia, joven. -trato de soltar otra risa cuando vio el ligero tono carmín en las mejillas del muchacho.

- Y a que se debe su presencia aquí. -hablo de nuevo el sastre dirigiendo su mirada hacia ella. Sonrió, eso le gustó aún más al sastre.

- Venía a informarle al joven Michikatsu que su padre a comprado una casa para su futura vida, como casado.

- Usted es afortunado. -rio el sastre, luego miro a la mujer tener la misma reacción. Michikatsu también lo noto.

- Sumire-san, podrías comunicarle a mi padre que deseo ver la casa que a escogido.

- Por supuesto. Se lo informaré ahora, permiso. -hizo una reverencia, abrió el shoji y se fue dejando a los dos hombres solos. Error.

- Parece que tiene una muy buena ayuda femenina. Levante los brazos-cuando lo hizo el sastre se encargó de colocar otro par de telas, parecía medir algo.

Sangrienta luna de Amor ✿Michikatsu Tsugikuni✿Donde viven las historias. Descúbrelo ahora