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Lugar: Casa saotoko
Tiempo: Era Sengoku–año actual.

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- Lamento la tardanza. Me eh demorado de más. –hablo suavemente, digno del tiempo con el que se había entrenado.

- Kaīmi. –dijo la mujer. La niña sonrió y ese pequeño gesto hizo que de alguna manera Michikatsu se pusiera nervioso.

La miro, de más tal vez, se veía perfecta y hermosa, algo que noto en ella fue la mirada que llevaba, cualquiera podía asimilarla con desgana o pereza, pero él, que conocía lo que era el odio se sorprendió, sus ojos apagados con un falso brillo en esos hermosos ojos.

Azules, eran azules… Hermosos ojos azules. Tan bonitos como el cielo, tan azules como el mar, mar que siempre quiso y querrá conocer, azules como los preciosos zafiros, simplemente azul. Bello color. Azul.

Lindo contraste, Rojo carmín de muerte. Azul claro de vida. Muy hermoso.

Le gusta bastante.

Gusta.

Gustar.

Ella le gusta.

Es…bonita.

- …se ve…hermosa –anuncio, ambas mujeres se sintieron nerviosas, una por la boda la otra por la reaccion.

- …gracias. –dijo kaīmi, se inclino en una reverencia hacia el.

- Por favor siéntate con nosotros. Tenemos mucho que hablar. –aconsejo ashka. Sin opciones se acercó y procedió a sentarse, su manera tan educada y frágil de hacerlo le fascinó al adolescente.

- Por favor, permítame presentarle a su prometida. Kaīmi. –al oir su nombre hizo una reverencia hacía el chico.

- …Es un placer. –pronuncio con suavidad.

La mujer dejo de verla y miro mejor al chico, tuvo que evitar no reírse al verlo de esa manera.

Nervioso. Tenía la cara roja, de seguro por la chica. Talvez no estaba tan listo como pensó su padre. Era muy divertido verlo, tan obvio era que hasta kaīmi notó que algo iba mal con él.

Cuando sintió que ambas mujeres lo miraban esperando que contestara, reaccionó.

- El placer es mío. Tsugikuni Michikatsu. –respondió con rapidez. Kaīmi se sorprendió por el tono algo alto y nervioso pero no lo llegó a comentar.

Al poder sentir nuevamente a la niña cerca de él pudo relajarse, la sensación era bastante dulce y agradable. Tanto era el gusto que habría podido estar así gran parte de su vida porque le gustaba.

Solo así podía calmarse de lo que había pasado esa semana. Ahora entendía a su padre cuando decía que su madre era la única que podía calmarlo.

Al oler el ambiente notó un olor mucho mejor que salía de la niña: Orquídeas. Un aroma floral. No era feo como el de las glicinias, era más…atrayente.

Solo con verla era agradable. Tanto que…ya no había palabras.

- Muy bien. Ahora solo queda que su padre vuelva, cosa que…debería haber hecho hace mucho. –por el tono de voz preocupado y duro de la mujer mayor Michikatsu supo a que se refería. Fue por eso que decidió arreglarlo.

- Si gusta, yo iré por el. Sea lo que sea que este haciendo.

- ¡!

- No es necesario. En serio que no, pero_

Sangrienta luna de Amor ✿Michikatsu Tsugikuni✿Donde viven las historias. Descúbrelo ahora