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Lugar: Casa Saotoko
Tiempo: Era sengoku— Hace aproximadamente 20 años.

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- …esto no puede ser cierto. –Kāyao Tendo miraba perdida la carta que tenía en sus manos mientras las lágrimas amenazaban con salir de sus hermosos ojos azules por tercera vez en aquel dia.

No podía creer lo que decía aquella carta que le habían dejado en la tarde luego de haber regresado de hacer un par de compras.

Cuando había leído la carta por primera vez había soltado las compras sintiendo un pitido insesante en sus oídos, luego escucho las risas de las otras mujeres y se sintió aun mas humillada que se habia encerrado en su cuarto a llorar y releer aquella carta.

Mira, se que íbamos a casarnos pero déjame decirte algo antes de que aparezcas frente mi finca haciendo un estupido berrinche: Ya no me interesas. Déjame en paz y yo lo haré. No deseo seguir viéndote porque ya me eh decidido, me casare con ella. Y si esto no basta te juro que la próxima vez me encargaré de alejarte de mi futura esposa sea que deba recurrir a la fuerza.

Adiós.

Ya sabes quién soy—

- …¿porque? –lloro otra vez. Ya debía estar unas 2 horas encerrada y llorando en su cuarto preguntandose “porque”

Esto no podía estar pasándole. Cuando la tristeza se acabó le siguió la ira. Rechinó sus dientes y agarro la carta con tanta fuerza que creyó romperla.

- Maldito… ¡Maldito! –grito, se sentía usada, rota y mal. Jodidamente mal. Como pudo se levantó del ovillo en el que estaba y se acercó a su tocador empezando a patearlo con todo el odio que tenía.

Rompió el espejo, rompió un par de telas de sus kimonos, varios articulos de maquillaje y también había roto una pipa que le habían dado, o mejor dicho la pipa que él le había dado como regalo para ella en su segundo encuentro como cita.

Maldijo a todos los dioses que existieran por su furia y rencor en aquellos instantes de dolor donde solo podía pensar en la muerte de ese jodido bastardo, ¡No! ni siquiera la muerte de él sería suficiente para compensar lo rota y asquerosa que se sentía, cada gota de su felicidad que había tenido guardada desde su niñez se lo habia robado, su tiempo, su corazón, su pensamiento, y lo peor ¡Su virginidad! ¡Todo se lo había llevado! ¡GRATIS! Y era lo que más dolía en en fondo de su (ahora nada) corazón, aquella carta le había dado justo en lo poco de su buen corazón que quedaba, se sentía estupida por no haber hecho caso cuando hablaban sobre él las mujeres adultas y sabias que le habían dicho sientos de veces: ¡No te conviene! ¡¿Y que había hecho ella!? ¡Joderla, eso había hecho!

¡No era justo! ¡Ella se había esforzado por conseguir a ese hombre! Había hecho todo para conseguirlo, para enamorarlo. Entonces porque. Porque no había funcionado. Porque la estaba dejando. ¿Que fue lo que hizo mal?

Cuando ya no tuvo nada que golpear se tiró al piso de nuevo, las lágrimas seguían en su cara molestando su vista (y su cordura), miro la carta que había tirado en un rincón de la habitación que ahora estaba hecha un desastre y cuando sintió una ligera brisa en su cara de alguna manera calmo su berrinche y se dirigió hacia una ventana.

Se sentó frente a la ventana de su habitación, la abrio y comenzó con su último pedido para los dioses (después de sus insultos hacia esos mismos dioses) y pidió algo con lo ultimo de sus fuerzas actuales.

Con lo ultimo de su dolido corazón.

- Kami-sama por favor… maldicelo. Maldicelo con lo peor. Que la mujer que tanto desea ahora… sufra tanto como yo… por favor… que su descendencia se pudra y dañe. ¡Te ruego que ese maldito sufra, con lo peor!

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¡¿Porque son dos?! – gritaron.

Karma.

Sangrienta luna de Amor ✿Michikatsu Tsugikuni✿Donde viven las historias. Descúbrelo ahora