Prólogo, parte 2

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El general, sin perder tiempo, se dirigió a su bella hija y la observó con extrema seriedad.
—Permanezcan en el carruaje y por nada se les ocurra salir.
Estamos en medio de la nada, así que estarán más seguras aquí dentro, mientras llegan las tropas del emperador a socorrernos —les ordenó, sabiendo que aquella esperanza era débil.

La bella Líng Shēng asintió con los ojos llenos de lágrimas, pero con la plena certeza de que su padre sabría sacarlos a todos bien librados.

La imágen fuerte y autoritaria del general le transmitía una increíble seguridad en medio de la terrible aflicción.

—Padre, —declaró entre sollozos— vuelve a salvo.
Conmovido, el hombre asintió y salió del carruaje junto al soldado.

Frío como un témpano, el general se dirigió a sus hombres que, en cuanto lo vieron bajar, se formaron. Con la voz fuerte, dió un breve discurso que elevó la moral de los soldados y trazó un improvisado plan para ganar tiempo, si es que era posible.

Al terminar, notó que algunos de los jóvenes soldados estaban indecisos y temerosos de la táctica, por lo que elevó aún más su tono de voz y preguntó:—¡¿Entendido?! —¡Si, general! —respondieron las voces de los más valientes al unísono

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Al terminar, notó que algunos de los jóvenes soldados estaban indecisos y temerosos de la táctica, por lo que elevó aún más su tono de voz y preguntó:
—¡¿Entendido?!
—¡Si, general! —respondieron las voces de los más valientes al unísono.

Al oír esas voces cargadas de valor, la jóven señorita abrazó a la noble Min que lloraba presa del pánico, puesto que en aquel momento no existían las diferencias de clases ni los rangos, solo eran dos liebres asustadas que permanecieron unidas durante el estruendo de las pisadas del general y sus hombres, alejándose para unirse al campo de batalla.

El estrepitoso ruido del metal chocando era tan terrible como los gritos de hombres heridos que se extendieron por al menos dos horas.

Líng Shēng lloraba amargamente pensando en si su padre y su prometido aún permanecían con vida, pero sus esperanzas se mermaron cuando asaltaron el carruaje una docena de soldados enemigos.

Líng Shēng lloraba amargamente pensando en si su padre y su prometido aún permanecían con vida, pero sus esperanzas se mermaron cuando asaltaron el carruaje una docena de soldados enemigos

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Con sonrisas malévolas, arrastraron a Min afuera, pero la joven señorita se negó y la sostuvo del brazo. Tiró con todas sus fuerzas hacia dentro entre gritos y maldiciones, sin embargo, sus desesperados intentos no valieron la pena y ambas terminaron siendo sacadas.

𝐃𝐞𝐬𝐭𝐢𝐧𝐚𝐝𝐚 𝐚𝐥 𝐝𝐫𝐚𝐠ó𝐧Donde viven las historias. Descúbrelo ahora