Capítulo 15

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Tomé otra maceta y me acerqué a los dos hombres con los ojos inyectados en sangre por la ira. Alcé la planta sobre mi cabeza y los miré con decepción.

—¡Al primero que se le ocurra golpear al otro, le tiraré este contenedor de concreto y no me importa si lo mato! —dije a los gritos.

Wu Zhen se acercó con lentitud y me quitó con cuidado la planta de las manos para dejarla en el piso.
—¿Se lastimó? —preguntó con la voz ronca.

—Te preocupas por ella ahora, pero no la cuidaste cuando debiste hacerlo —expresó Haruki, encarándolo.

—Tu no me hables —respondió el maestro chino al tiempo que se limpiaba el polvo de la ropa. Ni siquiera lo miró y añadió—. Dejaré pasar tu atrevimiento por tu edad, pero ahora lárgate de mi casa.

—Me iré con Mila. Estará más segura conmigo.

—La señorita Mila está más segura aquí —respondió Wu Zhen, dándole la cara a Haruki.

—¿Acaso te gusta que deseas tanto que se quede aquí? —El nipón de nuevo tomó una postura defensiva.

—¡Ya fue suficiente! —les dije con un tono de voz más alto.

Wu Zhen volteó hacia mí y, sin quitarme los ojos de encima, le respondió a mi amigo:
—Si así fuera, eso no te incumbe.

Haruki asintió incrédulo, tomó sus cosas y me dio un beso en la mejilla.
—Perdón por esto. No quería amargar tu día —soltó y se fue.

Miré al chino, que tenía magullado el pómulo, y negué con desaprobación, entristecida.
Tenía un enorme deseo de curar sus heridas como él había hecho conmigo, pero no podía dejar ir así a mi amigo.
Me di media vuelta y salí a buscarlo desesperada hasta que, corriendo, lo alcancé.

—¡Haruki, para! —Lo tomé del brazo.

—¡Mila, te acabas de recuperar, no deberías correr así!

—¿Por qué... dijiste esas... esas cosas, Haruki? —pregunté jadeando mientras recargaba mis manos en los muslos para coger aire—. ¿Por... por qué lo provocaste así?

—Porque estoy enamorado de tí, Mila.

Erguí mi cuerpo con lentitud y quedé inmóvil. Observé al japonés sin creer lo que acababa de decir.
Busqué las palabras correctas, pero no me dejó decir nada, simplemente acercó su rostro al mío y me besó.
Cerré los ojos y respondí a sus labios en tanto acariciaba mi mejilla con ternura.
Sobrepuse mi mano en la suya y alejé mi boca.

—Va...vamos a limpiarte la herida y de paso, a tomar... algo, ¿te parece? —ofrecí tartamudeando. Quería ignorar lo ocurrido porque aún no procesaba el dulce beso de mi mejor amigo.

—Claro, vamos —respondió el nipón, descolocado por mi ausencia de palabras.

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Haruki hizo una mueca de dolor cuando le puse el cotonete con la crema antibacterial en la herida de sus finos labios.
Aún así, me miró y sonrió tímido al tenerme tan cerca.

—No hagas caras coquetas —lo regañé para luego poner más ungüento—. Estamos en la cafetería y la gente podría comenzar a hablar mal.

Me eché hacia atrás y tiré los desechos en el tacho de basura que había bajo la mesa.

—¿Eso fue todo? —preguntó con expresión triste—. ¿No quieres seguir presionando cotonetes en mis heridas?

Me reí y negué.

—¡Ya no bromeés! —dije al tiempo que me sentaba junto a él.

—Creéme que no lo hago —Alargó su mano para tomar la mía y llevarla hacia su mejilla.

𝐃𝐞𝐬𝐭𝐢𝐧𝐚𝐝𝐚 𝐚𝐥 𝐝𝐫𝐚𝐠ó𝐧Donde viven las historias. Descúbrelo ahora