Leí una y otra vez los documentos en mi computadora, buscando encontrar al fin un vestigio de lo que se me estaba ocultando.
Cliqueé por décima vez el archivo que contenía diversas ordenes de exámenes médicos al páncreas, a la sangre y a la orina, sin embargo, entre los archivos no había ningún diagnóstico de nada.
—¿Por qué te mataste mamá? —dije en voz alta y cerré la laptop con fuerza.
Busqué en mi cartera las llaves para salir a dar una vuelta y despejar mi mente antes de que diera la hora para ir al restaurante a tocar. Como si mi angustia por lo de mi madre no hubiera sido suficiente, encontré la cajita con la horquilla. La abrí y la volví a observar.
«Qué preciosa es». Pensé y luego la dejé al costado para devolvérsela a Wu Zhen.
Seguí removiendo todo hasta que me aburrí y volteé la cartera completa en la cama. Allí estaban mis llaves y junto a ella algo que me dejó pálida; una flor de Gaisang fucsia y marchita.
Mi párpado comenzó a temblar al igual que mis dedos que se acercaron a tomar la flor que aún tenía algo de aroma; el mismo que invadía el espacio cuando esa mujer de rostro incógnito se me apareció y me la entregó en la mano en mi alucinación.Me levanté con brusquedad y negué incrédula.
«¿Estoy loca o realmente esa mujer me hizo viajar al pasado?». Me dije en el pensamiento, tomé la joya y salí corriendo del lugar mientras los bellos de la nuca se me erizaban al si quiera imaginar la posibilidad de algo así.
Mi rostro de susto se disipó cuando ví a Wu Zhen bebiendo té en la mesa. Que me tuviera por esquizofrénica hubiera sido la cereza en el pastel.
Disimulé mi cara de loca y, aprovechando que el chino no estaba prestándome atención, dejé la horquilla sobre la mesa, sin embargo, había olvidado que una de sus cualidades era la velocidad, por lo que tomó mi muñeca y me volteé hacia él.—Ya le dije, esto es suyo, Mila.
—Y yo te..., y yo le dije que no la quería —Presioné mis labios con fuerza—. Por... por favor —expresé nerviosa ante el tacto suave del asiático en mi piel.
—Comprendo —Me soltó y caminó hacia la estantería y guardó el accesorio dentro del cajón. Me miró con los penetrantes ojos de siempre y casi me derretí—. Entonces la guardaré por usted en este mueble. Es suya.
Asentí y bajé la cabeza. Me apoyé en la pared y suspiré.
—¿Puedo preguntar algo? —dije y seguí con la vista al atractivo maestro que caminó dejando una estela de perfume especiado cuando pasó por mi lado para volver a su amarga taza de té.
—Claro —pronunció con la voz masculina susurrante.
—¿Por qué lo llaman "El dragón"?
Wu Zhen alzó los ojos inquisitivos hacia mí y tensó la mandíbula. De inmediato me arrepentí de haber hecho aquella pregunta, puesto que, conociendo su carácter, podría considerarlo un apodo ofensivo.
—¿De dónde surgió esa duda, señorita Mila?
Me apegué aún más a la muralla y ladeé mi cabeza, mirando hacia el cajón.
—Recordé haber oído que lo llamaban así al ver el dragón tallado en la horquilla que... que me regaló.
—El dragón es símbolo de muchas cosas, pero sobre todo de violencia y justicia —expresó con tranquilidad—. Todos pensaban que por mi actitud pacífica no sería un buen maestro, por lo que, cuando fundé la academia, varios de los maestros me desafiaron a un duelo. Al principio no aceptaba porque no uso las artes marciales para alardear de lo que se me ha permitido aprender, pero llegó un punto en el que se comenzaron a distraer los alumnos por las habladurías, así que acepté cada duelo para que el asunto se cerrara de una vez.
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𝐃𝐞𝐬𝐭𝐢𝐧𝐚𝐝𝐚 𝐚𝐥 𝐝𝐫𝐚𝐠ó𝐧
RomansaMila Zhāng es una jóven y frustrada pianista, atormentada por visiones de una vida anterior y visitas fantasmales de una mujer extraña. Anhelando alcanzar sus sueños, y motivada por su mejor amiga, viaja a China, la tierra de sus ancestros, donde c...