Capítulo 19

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Caminamos muy juntos mientras nos cautivábamos con el patio floral y frondoso que ofrecía una increíble calma bajo las primeras estrellas que se mostraban conforme el cielo iba oscureciendo por la llegada de la noche.

Nos detuvimos frente a una mesita cuadrada de piedra que estaba en el centro y, con suavidad, pasé mi mano sobre los fríos y rasposos bordes tallados con flores de loto.
Era simplemente hermosa.

—¡Qué maravilla, ¿no crees?! —pregunté a Wu Zhen que analizaba curioso el tallado—. Vaya a saber uno cuántas vivencias ocurrieron en esta simple mesa —Sonreí.

—Tragedias y alegrías —Adoptó una postura recta y me estudió.

—Nosotros somos una tragedia, maestro —solté tragicómica, pero él se mantuvo impávido—. No te enojes, intento tomarme todo esto con humor —Me acerqué a él y, colgándome de su cuello, le di un casto beso en los labios.

Wu Zhen acarició mi mejilla con tristeza y, seguidamente, sacó de su bolsillo una caja rectangular que me entregó con ilusión.
Sonreí nerviosa cuando saqué la hermosa y larga horquilla de cabello que seguramente, por el extraño material con el que estaba hecha, era algo costosa. La observé por algunos segundos y me reverencié agradecida por el lindo detalle.

—En la mañana me dijo que quería sentirse amada —Su voz sonaba más ronca de lo usual—, y yo no puedo ofrecerle lo que eso conlleva, pero esta es mi manera de decir que... —Se detuvo y meditó sus palabras—. Esta joya es el sello... —Tensó la mandíbula, como si estuviera enfadado consigo mismo—. El detalle del extremo de la horquilla es un dragón chino y...

Alcé mi palma y negué.
Mi garganta se volvía a apelotonar guardando un gran deseo de llorar que se vivía conteniendo.
No quería oír palabras que pudieran sembrar algo más que una fantasía en mi corazón, de modo que tomé la caja con la horquilla y la metí de vuelta en su bolsillo, para luego dar algunos pasos hacia atrás, buscando poner un poco de distancia entre ambos.

—Después de haber estado en tus brazos, de tener esta..., esta estúpida cita que te pedí a sabiendas de que es falso, de que después de todo no podemos tener... nada, ¿vienes y me regalas algo significativo? —pregunté mirándolo a los ojos—. Mejor te hubieras callado y la hubiese recibido como un simple regalo —Giré mis ojos hacia la pequeña pileta donde nadaban dos peces de color rojo. Guardé silencio, pero al ver que hasta esos pequeños animales escogían estar juntos, sentí una enorme frustración y exploté— ¡Tengo sentimientos Wu Zhen! —exclamé con los ojos repletos de lágrimas y volví a mirarlo—. ¡No lo hagas sentir... tan... real porque mi corazón y mi mente no sabrán distinguir una ilusión de la maldita realidad!

El chino agachó la cabeza e inhaló aire, como si verme en ese estado le afectara hasta el sofoco.

—Mi intención no era herirla, Mila —Caminó hacia mí, pero se detuvo cuando puse mi mano sobre su pecho para frenarlo—. Este objeto es solo una muestra de que dentro de mí hay más que un hombre frío...

—Quería sellar lo que ocurrió sintiéndome amada por un día, no condenada con un objeto que me recordará que no puedo tenerte y que es lo único que me puedes dar de tí. ¿No te parece que eso es ser frío? —expliqué resignada ante el semblante nostálgico del chino—. Por favor, vete... Yo..., yo me iré en un rato más, pero ahora quiero estar... —suspiré con fuerza— a solas.

—No puedo dejarla sola aquí. Ya ocurrió un evento una vez. No la dejaré sola, Mila.

—¡Ya vete! —Alcé la voz y mis lágrimas brotaron.

El maestro me miró fijamente a los ojos, como siempre hacia y luego dejó la cajita sobre la mesa de piedra.

—Preste atención a su alrededor y llámeme en caso de cualquier situación —informó y se fue.

𝐃𝐞𝐬𝐭𝐢𝐧𝐚𝐝𝐚 𝐚𝐥 𝐝𝐫𝐚𝐠ó𝐧Donde viven las historias. Descúbrelo ahora