El invierno estaba comenzando y lo dejaba saber con violencia al zarandear los árboles de cerezo que derramaban sus aterciopelados pétalos como lágrimas silenciosas al sentir el nada compasivo viento helado. Pero incluso su belleza estacional, que ahora iba en picada, decoraba los rocosos caminos por los cuales la gente transitaba de forma masiva buscando sus destinos; tal vez algunos más importantes que otros, pero todos se mezclaban entre sí en el apretado mercado del pueblo que traía desde el mar los manjares que muchos dispondrían aquella noche en sus mesas.
Había un gran porcentaje de personas que concurrían al pueblo comercial de Song para apreciar la magia nocturna de las linternas colgantes, la música, las joyas de jade para las damas ricas, la deliciosa comida, la compañía de una tierna chica de paga y el ambiente nostálgico que ponía a su servicio las mejores vistas para las más románticas declaraciones de amor. Así, muchos enamorados se apoderaban de los espacios más bellos para expresar sus sentimientos a sus amores, pero ese no era el caso de la joven hija del General Líng.
Esa noche, tan estrellada y repleta de gente, era el escenario ideal para escaparse de los guardias de su padre que la venían siguiendo desde el bosque.
La fina chiquilla se había fugado nuevamente del dominio de sus progenitores para poder tocar el Guzheng en el conservatorio de música de la ciudad.
Sus pies corrían apresurados y, cada algunos metros, se tropezaban con su largo vestido, cubierto por un beizi blanco y esmeralda que se entre dejaba ver discreto.
Su cabello se soltó del recogido que había en su nuca, pues aquellos delicados peinados no estaban fabricados a prueba de escapadas de una jóven rebelde que desobedecía a su padre. Los mechones negros tapaban su visión, pero no le importó. En su mente solo existía la meta de llegar a la hora para apostar, de modo presuntuoso, sabiendo que no había nadie en el lugar que pudiera superarla.
Miró hacia atrás y se dio cuenta que al fin había perdido a los súbditos del General. Orgullosa, soltó una risita triunfante.
Al girar su esbelto cuerpo, chocó con un hombre de largo cabello negro. Su capa era de color azulado como la noche, y su túnica negra lucía impecable, repleta de detalles llamativos en hilo de oro.
La chica bajó la mirada y vio que de su cinturón caía firme un colgante de jade que tenía el símbolo de la dinastía Song.El hombre la observó curioso, pero ella retrocedió al entender que aquel chico servía al emperador y, por ende, a su poderoso padre.
—Debe volver a la mansión del general, jóven señorita Líng Shēng —sugirió mientras que con pasos tranquilos se acercó a la baranda de madera del puente en donde ambos estaban parados—. No es nada filial que desobedezca las órdenes de su padre.
La muchacha se quitó los cabellos de la cara, lo analizó dudosa y se sentó en la banca con semblante tranquilo.
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𝐃𝐞𝐬𝐭𝐢𝐧𝐚𝐝𝐚 𝐚𝐥 𝐝𝐫𝐚𝐠ó𝐧
RomanceMila Zhāng es una jóven y frustrada pianista, atormentada por visiones de una vida anterior y visitas fantasmales de una mujer extraña. Anhelando alcanzar sus sueños, y motivada por su mejor amiga, viaja a China, la tierra de sus ancestros, donde c...