Capítulo 12

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El apuesto soldado se sentía terriblemente humillado con la tarea de vigilar a la bella y descarriada Líng Shēng que se paseaba entusiasmada por la nocturna feria de faroles comprando una cantidad ridícula de maquillajes, perfumes y joyas, en especial, horquillas de plata con diseños extravagantes.

De pronto, la hermosa mujer dio un grito exagerado de emoción cuando vio a un viejo artesano joyero con una tienda de colgantes para el peinado de las señoritas, pero para sorpresa del soldado, que la seguía algunos metros atrás, Líng Shēng llamó a su sierva Min y comenzó a probarle objetos en el cabello mientras ambas sonreían maravilladas.

—¡Estas se te ven hermosas, Min! —le dijo la fina jóven a la pequeña doncella de servicio.

—¡Señorita, no me lo compre! —exclamó Min con su tierno rostro—. ¡Es demasiado costoso, ama!

—No me digas así. Me molesta —gruñó mientras sacaba un saco con monedas—. Además, debes verte bien y elegante. No olvides que eres la doncella personal de la hija del general, Min.

La jovencita asintió y se reverenció agradecida, creyendo en la tonta excusa que le había dado su señora. Lo cierto es que detrás de la sonrisa de Líng Shēng, se escondía la genuina alegría de regalarle algo bonito a Min, pues en su corazón, ella era lo más cercano a una hermana.

Ambas muchachas se alejaron del puesto después de pagar al artesano bigotón, pero la hija del gran general se devolvió con los ojos brillantes, atraída por una joya que había pasado desapercibida entre tantas; una horquilla larga de jade con un hermoso diseño, la que tomó con delicadeza y estudió hipnotizada.

—Es una pieza exquisita —informó el vendedor.

¿Qué valor tiene?

Dos cadenas de monedas de bronce, señorita.

La jóven, a la que no le tembló ni un músculo, le ordenó a Min sacar más dinero, pero la sierva negó con vergüenza y, acercándose a su oído, le susurró:
Señorita, se gastó todo. Me temo que tendrá que volver por ella otro día.

Ling Shēng analizó lo cargadas que iban con paquetes y se puso roja como un cangrejo marinado al ser consciente que en una sola noche se había gastado mas de diez cadenas de bronce.

Triste, le dio una última mirada a la joya y, tras reverenciarse ante el vendedor, se fueron a pasos rápidos.

El soldado, que observaba desde fuera la escena, no pudo evitar reír. Le parecía que no solo era mimada, sino que también terriblemente despilfarradora. Aún así, esos defectos banales no opacaban el hecho de que dentro de sus muchos derroches estaba el dar cadenas de plata a destajo a vagabundos o niños hambrientos que caminaban mendigando un pedazo de pan, puesto que la jóven tenía un corazón frágil y empático.

—¿No te aburres de hacer esto? —preguntó Akihiro mientras caminaba al ritmo de su superior—. Eres un comandante respetable, pero llevas tres meses como guardia personal nocturno de esta mujer superficial.

¿Quieres que alguien te oiga y te decapiten? —inquirió el jóven sin mirar a Akihiro, procurando no perder de vista a las chicas—. Estás aquí como representante del emperador Juntoku Tennō y es claro que por cuestiones políticas no te harán nada, pero no tientes a la suerte. No olvides que, aunque seas mi amigo, aquí no eres más que un extranjero enemigo para el imperio —expresó con voz firme.

El erudito y guapo guerrero, proveniente de la tierra del sol naciente, puso una expresión de preocupación.

El erudito y guapo guerrero, proveniente de la tierra del sol naciente, puso una expresión de preocupación

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𝐃𝐞𝐬𝐭𝐢𝐧𝐚𝐝𝐚 𝐚𝐥 𝐝𝐫𝐚𝐠ó𝐧Donde viven las historias. Descúbrelo ahora