Capítulo 8

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La suavidad de los labios de Wu Zhen era increíble. Su beso era magnético, incluso, adictivo.
Movida por la situación, llevé las manos a su rostro y, como respuesta a mi atrevimiento, él me presionó con sutil fuerza contra su cuerpo.
Abrí mi boca y saboreé su labio inferior mientras la temperatura y el ambiente hechizante nos alentaba.

Las cosas escalaban demasiado rápido y espontáneamente, nos separamos con brusquedad.
Sorprendida de mi misma, me llevé las manos a la boca al tiempo que mi pecho subía y bajaba frenético.

Wu Zhen mordió su labio y luego resopló ofuscado, confundido, tal vez.

Me afirmé en la barandilla contraria del puente y la presioné para sentir el frío, al tiempo que el chino hacia lo mismo de su lado.

Ambos nos observamos estupefactos, tiesos como unas estatuas y con la sensación de que había quedado algo pendiente. Sin poder contenernos más, nos volvimos a acercar en sincronía, esta vez, con más desesperación.

Wu Zhen me movió con su cuerpo hacia mi barandilla, aprisionándome contra ella.
Acalorada, me colgué de su cuello y lo atraje hacia mí, mientras nos enredábamos en un largo y húmedo beso cargado de deseo que no se detuvo hasta que fuimos interrumpidos por las risas lejanas de nuestros amigos que nos estaban buscando.

En automático, solté al maestro y salí del puente a toda prisa, limpiándome los labios.
El chino me siguió el paso e hizo lo mismo para quitarse el labial borgoña que le traspasé en nuestro desenfrenado y extraño encuentro.

Estando casi por salir del jardín perdido, me di de frente con Lara cuyos ojos inquisitivos me estudiaron a mi y luego a Wu Zhen.

Estando casi por salir del jardín perdido, me di de frente con Lara cuyos ojos inquisitivos me estudiaron a mi y luego a Wu Zhen

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—¿Estás bien? —preguntó sin quitarme los ojos de encima—. Estábamos buscandolos hace rato, ¿dónde estaban?

—Si... yo... bueno, es que... el maestro me vino a buscar aquí porque quise tomar aire fresco y... y me perdí —Sonreí, tratando de fingir.

La pelirroja entrecerró los azules ojazos y asintió con lentitud.

—Estás agitada, ¿seguro que estás bien?

—Si, maestra Echeverri. Encontré a Mila en el jardín con algo de frío, así que le aconsejé que nos fuéramos porque ya es tarde y puede enfermar —expresó con naturalidad Wu Zhen a mi espalda.

—Es cierto, Lara. Ya es tarde —añadió el jovial Chen—. Disfrutamos bastante hoy y la verdad es que me siento agotado.

—Es verdad, ya es hora de irnos —respondió mi amiga. Luego, se dirigió a mi—. Mírate, ¡estás muy desabrigada, bebé! —Fregó mis brazos con ternura—. ¡Vamos!

Chen y Lara avanzaron ignorantes de lo que había acontecido entre el maestro y yo. Incluso, yo misma me sentía totalmente disociada de mis pensamientos.

«¿Qué carajos siento?¿Por qué lo besé?¿Por qué me besó?¿Por qué me sentí así de atraída?», maquiné en mi cabeza durante el trayecto de regreso e incluso durante la inquieta noche que, de por sí, me atormentaba con las visitas de mis fantasmas.

𝐃𝐞𝐬𝐭𝐢𝐧𝐚𝐝𝐚 𝐚𝐥 𝐝𝐫𝐚𝐠ó𝐧Donde viven las historias. Descúbrelo ahora