Los tres nos miramos algo más relajados, aunque aún seguía en el rostro de mis amigos una evidente expresión de humillación que se reflejaba en sus mejillas rojas como tomates.
Presioné los labios para contener mi risa, pero fracasé y otra carcajada se arrancó de mi boca. La pelirroja me dio un golpe en la pierna con fingida molestia y luego se cubrió la cara con ambas manos y negó mientras reía.
—Ya que se vistieron y están más... decentes —bromeé—, les diré que fingiré demencia por mi paz mental y ustedes también. Yo no ví ni escuché nada.
—¡Gracias, hermana mayor Mila! —expresó el asiático con aflicción—. No sabes lo avergonzado que estoy. Si el maestro se entera, él...
—Él no va a saber —dije con voz de relajo—. Además, no estaban haciendo nada malo. Solo procuren para la próxima vez estar seguros de que la puerta esté cerrada. No quiero quedar más traumada de lo que ya estoy.
—¡Gracias, mi ardillita. Eres la mejor! —exclamó Lara y luego suspiró, como si se hubiera quitado un peso de encima—. Ahora que ya pasó lo peor, ¿a qué venías?
—Bueno, venía a almorzar contigo porque estoy algo nostálgica, pero creo que ahora ustedes necesitan más la comida que yo. Además, verte haciendo cochinadas me subió la serotonina y ya me siento mejor —dije mientras una risotada se escapó de las dos ante la notoria cara de vergüenza de Chen.
La ola de bromas siguió hasta que el chino también se subió al carro del humor. Rompimos el hielo y engullimos la comida sentados en el piso hablando de tonterías hasta que ambos tuvieron que volver a sus clases.
Al salir de la habitación, recargada de la energía positiva de mis amigos, me encontré con Haruki que, en cuanto me vio, sonrió y me invitó a pasear por el lugar para estirar las piernas.
Hablamos divertidos sobre el clima, las comidas que hacía cuando él era un chef, las películas de artes marciales y los animes que veíamos hasta la madrugada.—Hace tiempo no hablábamos así —dije sonriendo al tiempo que me sentaba en una banca de concreto que estaba en la entrada de la academia—, como cuando hablábamos por videollamadas los tres.
Haruki mojó sus labios y se ruborizó ligeramente, sin embargo, clavó sus ojos en los míos de igual forma y me dedicó una sonrisa tímida.
—¿Por qué te ríes? —pregunté sonriendo.
El chico acomodó sus anteojos con un dedo y luego respondió:
—Porque tu me pones nervioso, Mila. Por videollamada era mas fácil, pero teniéndote en frente... es diferente.—¿Diferente en qué sentido? —inquirí sin comprender—. Antes también hablábamos de frente.
—En que...
El sonido seco de un objeto cayendo al suelo nos sorprendió y miramos hacia el lugar de donde provenía; una mandarina madura había caído de su árbol. Emocionada, la recogí.
Me giré hacia mi amigo que se acercó con una mueca de gracia.—¿Todavía te gustan? —preguntó al tiempo que giraba su gorra negra hacia atrás, lo que le daba un aire más desenfadado, aunque permanecía su estilo de idol.
—Sigue siendo mi fruta favorita —aseguré.
El japonés asintió y, seguidamente, sin ningún esfuerzo, alzó sus brazos hacia una rama repleta del fruto.
Sacó varias mandarinas y las depositó en las bolsas en las que yo había traído el almuerzo.—¿Todas para mí? —pregunté sin creer su amabilidad.
—Claro. Son tu fruta favorita.
—¡Eres un sol! —agradecí sincera y alcé mi rostro hacia una rama baja que tenía colgando una jugosa fruta—. Solo por eso, te obsequiaré una.
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𝐃𝐞𝐬𝐭𝐢𝐧𝐚𝐝𝐚 𝐚𝐥 𝐝𝐫𝐚𝐠ó𝐧
RomanceMila Zhāng es una jóven y frustrada pianista, atormentada por visiones de una vida anterior y visitas fantasmales de una mujer extraña. Anhelando alcanzar sus sueños, y motivada por su mejor amiga, viaja a China, la tierra de sus ancestros, donde c...