Capítulo 2

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Me quedé quieta por algunos segundos, hasta que Lara pasó su mano por delante de mi vista para espabilarme, y fue el sonido estruendoso de las perlas de sus pulseras el que me hizo reaccionar al sobresaltarme.

Sintiéndome tan tiesa como un lego, obligué a mis piernas a moverse para alcanzar a mis amigos que ya iban unos cuantos pasos delante de mí.

Haruki, Lara y el misterioso hombre se saludaron con una reverencia, pero mientras la boca de mi amiga dibujaba una sonrisa, la del nipón se mantenía en una delgada línea.
Pese a que a los dos asiáticos se estudiaban con inexpresividad, los tres se introdujeron en una aparente charla cordial sobre las nuevas condiciones de la academia y lo injusto que era que no hayan notificado con anterioridad los cambios.

Mi atención en lo que hablaban poco tiempo duró. Estaba demasiado concentrada analizando el vestuario del hombre chino; su traje negro y tradicional era una copia fiel a la ropa que usaban los maestros chinos de antaño y que eran el sello en las películas antiguas de Bruce Lee.

El ejercicio interno que estaba llevando fue detenido por la voz de mi amiga al pronunciar mi nombre.

—Ella es Mila Zhang, maestro Wu Zhen. Es como mi hermanita pequeña —dijo de pronto la pelirroja, dando un paso al costado para que yo pudiese saludar al atractivo hombre—. Como ya le adelanté, viene por trabajo y no quiero dejar que se quede en un hotel —explicó en un perfecto mandarín.

Respetuosa, recordando los comportamientos sociales que papá me había enseñado, me reverencié ante el chico que hizo lo mismo en un acto reflejo.

Al retomar la postura, nos quedamos viendo cara a cara, casi como un desafío, y perdí, pues desvié los ojos hacia el costado para romper la incomodidad que perduró por aquellos escasos segundos.

—Entremos, por favor —invitó con la voz ronca.

Lara y Haruki hablaban con naturalidad entre ellos y, ya fuera por costumbre o porque no les parecía llamativo, ignoraban el enorme sitio que nos rodeaba. Sin embargo, para cualquier simple mortal como yo, ese lugar era todo un espectáculo.

Estaba repleto de diferentes salones con una arquitectura típica china que se mezclaba con un estilo moderno, decorados con toda clase de signos de prosperidad y con letreros con frases pomposas y virtuosas para elevar la moral de quienes se disponían a aprender el arte de la pelea y el autocontrol. Esa belleza estructural me hacía dudar de si estaba en el siglo veintiuno o en la dinastía Qing.

Cruzamos un bello jardín que era castigado con la llegada del invierno; sus flores y plantas estaban de un color café desganado, secándose sin remedio mientras que las hojas muertas de los árboles caían dentro de la pileta de piedra que las recibía por montones y sin objeción en su no tan cristalina agua. Aún así, a pesar de lo marchito, todo eso era un sueño hecho realidad.

Quería quedarme allí a contemplar un poco más el precioso oasis floral e inmiscuirme en alguno que otro de los puentes que pasaban sobre piscinas pequeñas y rústicas que contenían peces de fuertes colores, pero me impulsé con desgano a seguir a Wu Zhen que entraba a su oficina.
Las puertas estaban abiertas de par en par, dejando a la vista el interior reducido, simple y bastante minimalista.
El pequeño espacio dentro era la razón obvia por la que Lara y Haruki se abstuvieron de entrar.

Suspiré presa del pánico contenido y pasé por delante de la pelirroja que empuñó su mano para darme ánimo con lo que ella, coloquialmente, llamaba "El puñito superpoderoso".
En respuesta, le fruncí el ceño y asentí con gracia, una que se esfumó apenas puse un pie adentro del terreno del asiático.

Todo estaba iluminado con la luz natural que traspasaba los clásicos muros de papel; algo que visualmente me relajó de inmediato.

Recorrí con curiosidad las placas que colgaban de las paredes y, aunque no era muy buena leyendo Hanzi, podía distinguir algunos títulos, como Virtuoso y Paciente.

𝐃𝐞𝐬𝐭𝐢𝐧𝐚𝐝𝐚 𝐚𝐥 𝐝𝐫𝐚𝐠ó𝐧Donde viven las historias. Descúbrelo ahora