Capítulo 14

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Moví mi rostro y sentí un horrible dolor electrizante que invadió todo mi cuerpo. Poco a poco fui recordando lo sucedido
Me levanté con pequeñas quejas de dolor y, cojeando, me puse frente al espejo. Tenía puesto un short y un top de tirantes. Era mi pijama celeste de seda; una prenda delicada que contrastaba con los terribles hematomas negros y heridas hinchadas repartidas por todo mi cuerpo.

Llevé la mano hacia mi labio que estaba casi en un tono violeta y lo toqué de forma superficial. El dolor fue instantáneo. Cerré los ojos con fuerza y quité mi mano cuando escuché las voces susurrantes de personas; Haruki, Lara, Chen y Wu Zhen hablando casi en susurros.
Me pegué a la puerta e intenté oír.

—Ya te lo dije, no eran delincuentes que la siguieron al azar —expuso Lara—. ¿Acaso no vieron como vestían? Estaban todos de negro, con trajes. No eran asaltantes.

—Esos hombres estaban armados, Lara —dijo Haruki con su extraño acento chino—. El objetivo era Mila, a toda costa.

—La hermana Mila está en peligro, maestro. Haruki y Lara tienen razón con que esto no fue un suceso fortuito, de otro modo, ¿por qué encontró una fotografía de la hermana en los bolsillos del matón? —inquirió Chen con voz preocupada.

Hubo un gran silencio en la sala seguido de un suspiro largo.
En ese instante, el sol comenzó a salir. Para mí había sido un abrir y cerrar de ojos, pero ya habían transcurrido más de nueve horas.

—Creo que debemos hablar de esto en otro momento. No quiero que la despertemos —explicó el maestro—. Necesita descansar y ustedes también.

—No me iré —dijo Haruki con voz segura—. Mila no puede estar sola.

—No está sola, está conmigo, maestro Takahashi —respondió el chino, llamando al japonés por su apellido, con suma formalidad—. La cuidaré bien.

Otro silenció incómodo se mantuvo en el aire hasta que habló la pelirroja.
—Haruki, el maestro tiene razón. Llevamos toda la noche aquí —añadió con voz calmada—. Necesitamos descansar y asearnos. Así, más tarde vendremos a ver a nuestra Mila —le dijo en español.

Apenas hizo eco la puerta al cerrarse tras mis amigos, salí de la habitación.
Wu Zhen me quedó viendo de pies a cabeza impactado por mi aspecto, algo totalmente nuevo en mi colección de semblantes del chino.

Se acercó a mí y exhaló todo el aire contenido.
—Debe irse a descansar, tiene que guardar reposo, señorita Mila.

Negué y mis comisuras se fueron hacia abajo. Ignoré sus ordenes y me senté en la silla del jardín.
Wu Zhen me siguió y se quedó parado frente a mí, esperando mi descargo.

—Explíqueme qué carajos ocurre y por qué me estoy viendo implicada en sus enredos de faldas.

Los ojos del maestro se agudizaron.

—¿A qué se refiere?

—La vi —confesé sin ningún ápice de culpa—. Vi a su novia salir de su oficina. Porque lo es, ¿cierto?

El asiático presionó sus puños magullados y luego llevó una mano a su cintura.
—Lo es, pero no tengo nada con ella.

Una carcajada sarcástica se arrancó de mi dolorida boca. Me levanté y me acerqué a él.

—Todo esto que me sucedió es por...

Wu Zhen asintió antes de que alcanzara a terminar la frase.

—Es mi culpa. Debí mantenerme alejado de usted.

Fruncí el ceño y negué de nuevo.
—Dice eso con la boca pero usted es el de las acciones —dije con los ojos llorosos, mientras lo apuntaba con mi dedo tembloroso—. Usted es el que me detesta desde el día uno que llegué, pero luego tiene atenciones conmigo. ¡Y sí, también me dejé llevar y lo besé..., ambos lo hicimos y usted no se detuvo!

𝐃𝐞𝐬𝐭𝐢𝐧𝐚𝐝𝐚 𝐚𝐥 𝐝𝐫𝐚𝐠ó𝐧Donde viven las historias. Descúbrelo ahora