Capítulo 18

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—Mila... Mila... —llamaba Wu Zhen mientras agitaba mi cuerpo con suavidad—. ¡Mila, despierte, está teniendo una pesadilla!

Cogí una bocanada de aire y me levanté hasta la mitad de la cama con el cuerpo completamente sudado y la respiración entrecortada.
Mantuve la vista al frente, procesando en mi mente toda la historia que ví.

«¿Por qué se siente tan real?», pensé, asustada. Luego volteé mi rostro y sentí como mis mejillas se sonrojaban al ver al chino en la misma cama.

—¿Está bien? —inquirió con preocupación y se sentó a mi altura—. ¿Vio algo?

Presioné mis labios y parpadeé. Traté de poner mi mejor cara de incomprensión y hablé con seguridad.

—No, ¿por qué lo preguntas?

Él estudió mi rostro y puso un mechón de cabello detrás de mi oreja.

—Porque recuerdo que me contó que tenía sueños extraños.

Sonreí y negué.
—Solo tonterías, Wu Zhen —expresé con relajo y cambié de tema—. Sabes, tengo dos dudas; no entiendo porqué no me tuteas. Es algo gracioso a estas... alturas —Lo miré con obviedad al tenerlo allí, desnudo—. Pero lo que más me inquieta es saber la razón por la que no te agradé desde el comienzo —Sonreí.

El maestro se volvió a acostar, jaló de mi mano y me recosté sobre su pecho.

—No me agradaba porque no me gustan las injusticias y cuando me empujó en el aeropuerto, sin saber el contexto, me pareció que era muy injusta.

Abrí los ojos como platos y me volví a levantar para verlo.
—¡¿Eras tú el del aeropuerto?! —exclamé avergonzada y me cubrí la cara con las manos.

El chino buscó mi rostro, me quitó las manos de la cara con dulzura y asintió al tiempo que sonreía.
Por primera vez lo veía reír; por primera vez veía sus margaritas completamente y quise inmortalizar esa imágen en mi memoria.

—La respuesta a la primera pregunta es porque tutearla, Mila, me haría sentir más cercano a usted y eso va a dificultar poder seguir adelante, después... de lo que hicimos anoche —sentenció con tristeza.

Asentí nostálgica y tragué saliva para intentar tragarme las lágrimas en mi garganta.

—Despues de esto, todo volverá a ser igual que antes. Es un trato, pero los tratos se sellan, ¿cierto?

El chino asintió con seguridad.

—¿Cómo quiere que sellemos esto?
—Quiero sentirme... amada, ya sabe; una salida normal, como la de un hombre y una mujer... enamorados -pedí con timidez—. Es... es todo lo que deseo.

Wu Zhen volvió a asentir y besó mis labios con dulzura.
—Alístese, señorita Mila.

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Nuestras manos se rozaban de forma ocasional cuando el chino se acercaba más a mí o yo a él. Por primera vez caminábamos tan juntos que podíamos tener ese tipo de contacto que anhelaba que se diera en su totalidad, pero sabía que no sucedería, aún así, me sentía feliz por esa falsa cita que sellaría lo que fuera que hubiese estado naciendo en ambos corazones.

Wu Zhen se acercó dónde un señor que vendía Tanghulu de frutas surtidas y compró una especialmente grande.
Una risa genuina se dibujó en mis labios al verlo venir con sus margaritas tan notorias y con su cabello húmedo y suelto. Era otro hombre; uno más informal en todo el sentido de la palabra.

—¡Qué bien se ve este dulce! —exclamé contenta al recibir la enorme varilla que ensartaba uvas, fresas y kiwis en una gruesa y dura capa de caramelo vidrioso.

𝐃𝐞𝐬𝐭𝐢𝐧𝐚𝐝𝐚 𝐚𝐥 𝐝𝐫𝐚𝐠ó𝐧Donde viven las historias. Descúbrelo ahora