Reino De Plata

Capitulo 43

cazarla.

-William, yo…

- ¿Qué eres? -preguntó con la voz extraña.

-Afuera te diré. -empezó ella intentando que Will saliera.

-No iré a ningún lado contigo. -soltó con repulsión apartándola y dirigiéndose hacia su habitación por el pasillo. Se dió vuelta a la mitad.

-Qué hiciste. -susurró.

-Nada de lo que crees –hizo una pausa y respiró temblorosamente. -no soy un demonio Will, pero tampoco soy humana…

-No me pareces muy diferente a ellos. ¿Qué dijo esa mujer de mi?

Ella lo miró fijamente.

-Debo cuidar que no te maten

-Porque a mí. -la interrumpió bruscamente.

-Por... por tu sangre. Es fundamental que...                                                 - ¿Desde cuándo?

Ella lo miró confundida.

- ¿Desde cuándo qué?

-Desde cuando me vigilas igual que a un perro.

-Desde la fiesta de tu padre. -admitió lentamente.

La máscara de odio de Will se rompió al ser reemplazada por una mirada

de dolor.

-No te engañé, solo no podían saberlo.

-Te acercaste a mi nada más porque ella te lo ordenó. -dijo sin expresión alguna y con la voz firme.

-Tu sangre es especial, como lo es la mía y lo fue en ese momento.

-  ¿Qué momento?

-Yo morí hace quinientos años Will y mi alma se transportó a otro mundo, con mi tutora, por eso se dé demonios y veo las sombras y…

-Fue todo un engaño -empezó él en un susurró. -debí haberme quedado con el momento en el que dijiste que jamás te enamorarías de mí.

Ella retrocedió hacia atrás completamente perdida.

-  ¿Qué?

William la miró un momento con los labios apretados en una línea fina.                                                                                                                                         -Olvídalo. -dijo mientras se daba la vuelta y desaparecía al doblar en el corredor.

Venecia se quedó de piedra haciendo caso omiso a los llamados que oía en su habitación.

-Vigílalo.

-No soy niñera.

-Ahora sí, ese William no puede morir, ni ahora ni ese día.

“Niñera” vigilo, ¿eso es todo lo que se supone que era? Alguien a quien

vigilar por alguna razón. A Will le daba igual esa razón, cuál era el motivo por el que no debería morir. Se encerró en su habitación mientras se esforzaba gradualmente por poder respirar. La vista se le nublaba, manchas negras lo inundaban, mientras intentaba alejarlas. Debí quedarme donde estaba, debí tratarla como al resto, se maldecía mientras se tumbaba en su cama y se cubría el rostro ardiente con las manos mientras el dolor, la ira y la desesperación lo atormentaba.