- ¿Y tú qué sabes al respecto? –preguntó con una voz engatusadora. -Mira, rubia. Este es un negocio importante, un paso en falso y caemos todos, no puedo arriesgarme a que por mi culpa se eche a perder. -respondió dirigiéndole una mirada de arriba abajo.
Se levantó de la mesa y se fue con cautela.
Nina apretó los dientes, quizá la peluca rubia haya sido mala idea. Sacó su teléfono y tachó el nombre del sujeto. Era uno de los contrabandistas, muy por debajo de Indalehci, pero aun así creyó que le podría servir de algo. Necesitaba hacer algo útil para no pensar en que Venecia está en una camilla conectada a cables y a punto de morir. Necesitaba hacer algo fuera de lo sobrenatural para variar, sin importar lo peligroso que era. Pero debía admitir que necesitaba ayuda.
Suspiró a regañadientes y salió.
El día era soleado y perfecto para las familias que van de día de campo, y ahí estaba ella, observándolos a todos y cada uno de los transeúntes que caminan por ahí, viendo quien es aún una persona y quien cayó en la desgracia de perder el alma. Curiosamente no encontró ninguno.
Volvió caminando hacia el hotel, había dejado de confiar en los autos que la lleven. Normalmente sentiría terror de ir sola, no solo por los
conocimientos que había adquirido recientemente por los peligros que antes
pasaban desapercibidos para ella, si no por la cruel normalidad de temer no volver al hotel. Contaba con sus agujas clavadas en el moño de su peluca rubia platino, algo que le reconfortaba, sin contar la daga guardada en un cinturón en su muslo debajo del vestido.
Mientras caminaba hacía cuenta de lo que tenía hasta el momento.
Jorda Indalechi es quien nombro la droga “Dulce sueños” él es quien maneja la distribución de ésta en todo el país, sin contar que está al mando del tráfico de personas en Estados unidos, Europa y China.
Debía encontrar una forma de unir un hilo básico hasta él, y poder llevarlo a la corte, y con un poco de suerte, conseguir algo más que cadena perpetua.
También estaba el punto de que él no tenía demonio dentro ¿Cómo era posible? Tal vez tenía un pacto con el diablo. Hace tiempo lo hubiera tomado como metáfora, ahora no le sorprendería que fuera cierto. Pero ella no podía hacer nada con eso, no lo entendía, la necesitaba a Venecia. Los necesitaba a todos.
Nina era una de las personas que se quejaba de como William iba por su lado solitario para ciertas cosas, ahora, ella iba por lo mismo. ¿y cómo iba a decirles? Se enfurecerían con ella por donde se estaba metiendo, tomarían cartas en el asunto y la apartarían de él ¿y Charlie? Podría hasta mandarla de regreso a Londres. No iba a arriesgarse, aún no, éste era un mérito plenamente suyo, y hasta tener algo concreto con el cual mostrarle a los demás que podía hacerlo, no iba a decir nada.
Sin darse cuenta, ya había llegado al hotel a su hogar.
Tal vez sea el lugar, idéntico a un palacio a pesar de las remodelaciones, ella no quería ser la princesa que debían proteger, ella quería ser la cruel reina que todos temieran, y respetarían.
Lo era, pero no todos lo veían.
- ¡Nina! -exclamó Jack, se acercaba a ella junto con Blake, tenía una mirada confundida, ella no entendió porque hasta que recordó que aun llevaba puesta la peluca rubia, zapatos de aguja negro y un traje rojo.
-Hola -respondió con una sonrisa nerviosa.
- ¿Qué haces? -preguntó Blake.
-Yo… estaba… -empezó mientras buscaba una mentira creíble.
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Reino De Plata
FantasyUna chica de un mundo desconocido se mezcla con el mundo real, con el trabajo de buscar venganza y justicia, ademas de exterminar lo que no pertenece en este. Un grupo de chicos del mundo real se ganan la vida trabajando como mafiosos cazando crimin...