Capítulo 26

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Las olas del mar rompían con ímpetu en la orilla, mientras Fernando y Leticia corrían tomados de la mano hacia dentro del agua. Se sentía muy refrescante, sobre todo tomando en cuenta el calor que hacía en Acapulco. Los dos se mojaron por completo. Sus ropas escurrían y su cabello estaba empapado. Jugaban entre las olas, como niños pequeños. No se soltaban de la mano. Reían a carcajadas y saltaban.

F: Te extrañé horrorosamente. No sabía cómo vivir sin tenerte a mi lado (dijo Fernando mientras la acercaba hacia él, envolviéndola en un abrazo desesperado).

L: Yo también te extrañé. No sabes cómo extrañaba esos momentos que habíamos vivido juntos, en nuestro jardín secreto, y todos nuestros juegos, nuestras risas, nuestros momentos (ella lo abrazó del cuello). Aunque a veces me molestabas, recuerdo cómo te gustaba hacerme enojar cuando jugábamos y luego yo terminaba enojada contigo.

F: Es que me encantaba hacerte enojar. Te vez linda hasta enojada. Luego te ponías en modo dramático, y te ponías a hacer berrinche. Jajajaja, eres muy divertida.

L: ¿Te estás burlando de mí? (Lo miró con seriedad fingida)

F: No es burla, me encantas. Te enojas de una forma tan graciosa. Y yo siempre te ganaba en los juegos y en las peleas. Jajaja.

L: Algún día me vengaré de ti por eso. Ya lo verás (dijo ella volteándose, dándole la espalda, mientras él la abrazaba de la cintura, por detrás, y recargaba su barbilla en el hombro derecho de ella).

F: ¿Cómo puedes desquitarte? Sigo siendo el que siempre te gana en los juegos. ¿Quieres hacer una prueba? Vamos a correr hasta donde está la lámpara. ¿Vemos quién gana?

L: No, nunca he sido buena para...

No pudo terminar de hablar cuando Fernando ya iba corriendo, alejándose de ella. Siempre le hacía lo mismo. Leticia sonrió, por fin pudo sentir que tenía al mismo Fernando de antes, al Fernando del que se había enamorado, no al serio, no al enojado que quería hacerla sufrir, sino al Fernando alegre y juguetón, travieso y extrovertido de siempre. Se quedó mirándolo como tonta hasta que reaccionó y se echó a correr detrás de él, tratando de alcanzarlo.
Fernando llegó hasta donde estaba la lámpara, y se detuvo, riendo como niño, gozando de su triunfo pues por milésima vez le había ganado en un juego a Leticia. Volteó y la miró corriendo hacia él entusiasmada pero cansada. Cuando por fin llegó, ya Fernando había recuperado el ritmo de su respiración.

L: Eso no es justo. Sabes que soy pésima corriendo (dijo ella inhalando, tratando de recuperar el ritmo de su respiración). Eres un tramposo Fernando.

F: Nada de trampas. Es una victoria legal, acéptalo.

L: ¿Habrá algo en lo que pueda ganarte?

F: Lamento desilusionarte mi querida Lety... Pero no lo creo.

Fernando la abrazó mientras ella lo miraba con reproche y enojo fingido.

F: Ven acá (la estrechó entre sus brazos. No pudo resistirse más y la besó). Desde hace tiempo que deseo hacer esto...

Acercó su rostro al de ella y juntó sus labios, entrelazándolos entre sí.

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