Capítulo 8

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Leticia y Fernando sabían que Humberto estaba enfermo del corazón y por lo tanto no podían darle una noticia que fuera a herirlo física y emocionalmente, pero, aun así, ellos no dejaban de buscarse uno al otro.

Marcia estaba al tanto ya de las cosas, sabía que Fernando y Leticia se amaban, lo sabía desde que los había visto en casa de Paula María, y ahora, estaba más atenta a sus gestos, a sus miradas que se lanzaban mutuamente. Además, ya sabía también que no eran hermanos ni primos ni nada. Pero ellos simplemente no lo sabían. Eso era algo a favor de Marcia, que estaba enamorada de Fernando y estaba decidida a hacer lo que sea por quedarse con él.

 Eso era algo a favor de Marcia, que estaba enamorada de Fernando y estaba decidida a hacer lo que sea por quedarse con él

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El plan era el siguiente:
Mandar una carta anónima a Leticia. Esa era la mejor opción pues en este momento a Marcia no se le podía ocurrir una cosa más efectiva y no había el tiempo necesario para pensar en un plan mejor, pero estaba casi segura de que eso funcionaría.

El día llegó. La carta ya estaba hecha y puesta en ese sobre blanco que, para colmo, era el color que a Leticia menos le gustaba.

Teresa ya estaba haciendo planes para mandar a Leticia a Los Ángeles, pues temía que lo que Marcela le dijo fuera a suceder: que Leticia se enamorara de Fernando, y él de ella, eso sí que sería tragedia.

Leticia estaba con Fernando, ambos en la habitación de ella. Estaban acostados sobre el suelo, mirando al techo, en silencio.

F: ¿Estás dormida?

L: No (Contestó ella en voz baja).

F: ¿Sabes? Tengo un mal presentimiento.

L: ¿En serio? (Ella lo volteó a ver preocupada)

F: Por favor, no me dejes nunca Lety (la miró con ojos tristes).

L: Sabes que no lo haré, Fernando.

F: Bésame ¿sí?

L: ¿Y si alguien entra?

Fernando respondió, simplemente la besó. Leticia no dijo nada, pero empezaba a tener temor, pues el beso de Fernando fue más desesperado que nunca. Ahora no había duda: el realmente estaba preocupado.
Fernando no dejaba de abrazarla y besarla. En ese momento no le importaba que alguien entrara, que alguien los viera.
Fernando estaba bastante desesperado, como si ese fuera el último día que estaría con ella, como si ese fuera el último de los besos.

L: Fernando... detente (Ella se separó de él lentamente).

F: Por favor Lety... (él la miraba con ojos suplicantes)

L: Fernando, ¿qué te pasa? (Lo miró preocupada)

F: No sé... Tengo miedo de perderte.

L: Vamos al jardín, ¿quieres?

F: Vamos...

Los dos se levantaron y salieron de la habitación. Ya iban hacia el jardín cuando alguien los detuvo.

T: ¿Fernando? ¿Lety? ¿A dónde van? (preguntó Teresa mirándolos caminar muy sospechosamente)

Leticia y Fernando iban hacia el jardín... no percibieron la presencia de su madre si no hasta que ella les habló.

F: ¿Mamá? (Fernando se sobresaltó)

T: Ven hijo, necesito que me ayudes a poner unas cortinas.

Teresa estaba confundida. Ver a sus hijos (el verdadero y la adoptiva) tan sospechosos le hizo recordar lo que Marcela le había dicho. Por eso decidió llamar a Fernando, no tanto porque necesitara su ayuda, sino porque estaba preocupada.

F: ¿Por qué yo?? ¿Dónde están las sirvientas?

T: Vamos... solo quiero que me ayudes tu.

F: Ok... (dijo de mala gana) Lety luego nos vemos.

L: Si... te espero en mi cuarto.

¿En su cuarto?
Teresa estaba más confundida que antes...
Y Leticia ni siquiera había pensado en lo que dijo... simplemente hablo sin pensar. Caminó hacia su cuarto y se percató de que algo no andaba bien.
Había un sobre blanco bajo la puerta de ella. ¿Cómo llego ese sobre ahí? No sabía ni cómo ni a qué hora... Simplemente lo recogió al instante y lo abrió.

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