Circe ✓

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Arranqué la moto sin pensar en nada más y conforme más lejos estaba de la ardiente escuela... mayor se hizo mi risa. Comenzó como una leve carcajada cuando esa idiota con colmillos me dijo que me fuera y se había convertido en una estruendosa risa para cuando llegué al bosque.

Bajé de la moto esta vez con mis botas militares y mi bufanda amarilla mostaza. Me quité ambas prendas y caminé descalza entre las ramas y el moho que se aferraba a las rocas a causa de la humedad que reinaba después de el verano en la aburrida ciudad de Labrador, Cánada.

Después de un par de horas de estar caminando y de estar bastante segura de que estaba lo suficientemente lejos de cualquier signo de civilización, comencé a quitarme la ropa; no arruinaría mi hermoso atuendo. Lo escondí en un hueco en un árbol y me moví hasta encontrarme en medio de un círculo de troncos.

Inspiré hondo y sentí mi piel aumentar su grosor, cerré mis ojos y percibí el dolor en mis extremidades cuando se curvearon en ángulos opuestos y la piel de mis espalda se rasgó y mis costillas se sintieron liberadas. Exhalé y sentí el humo caliente en mis fosas nasales y de inmediato mi pecho se calentó en un exquisito rugir.

Escuché como crujían los árboles mientras se partían a la mitad para permitir que mi glorioso cuerpo tomara su tamaño normal. Empujé con mis garras y golpée los restos con mi cola.

—Sí, eso está mucho mejor.

Los animales que se escondían a mis alrededores huyeron despavoridos por el ruido y la destrucción. Un par de venados salieron de una pequeña cueva y decidí divertirme un poco, así que antes de que se dieran cuenta clavé mis garras en el lomo de uno de ellos y lo lancé al aire para atraparlo en pleno vuelo entre mis mortales mandíbulas.

Amaba la sensación de los huesos quebrándose en mi boca y la sangre resbalando por mi lengua.

Después de un bocadillo decidí descansar un poco rodeada de el reconfortante calor que mis alas brindaban. Aunque no lo pareciera, era muy difícil permanecer en una forma humana cuando tenías a una criatura de tres metros de largo y un par de alas de más de dos metros cada una dentro de ti.

Así que sólo permanecí así hasta que comenzó a ponerse el sol.

Al final mi plan de el incendio en la escuela había salido bastante bien, había logrado identificar a las criaturas que estaban en el instituto; dos vampiros, la manada de lobos, una bruja, un natabi, y dos ángeles caídos. Algunos con buen potencial, a mi parecer iba ser difícil convencer a los lobos y los vampiros más que a los demás ya que siempre resultaban ser unos maricas cuando de libertad se trataba, los gemelos ángeles sería pan comido, y la bruja y el natabi estaban descartados, ellos no tenían nada que ganar con una guerra como la que se desataría.

Yo quería ser temida como lo fueron los grandes dragones de el pasado, no conformarme con vivir en las sombras y alimentarme de mediocres venados para sobrevivir.

Un poco más lejos, por la carretera donde había dejado mi moto, escuché pasos. Por un momento creí que sería un humano y en vez de cambiar de nuevo a mi forma humana, me dejé llevar un poco por la frustración y creí que un chico para cenar no sería tan mala idea.

Pero cuando inhalé su aroma me di cuenta de que no era ningún humano.

—¿No crees que es un poco arriesgado?

La voz provenía de la parte alta de los árboles que me rodeaban, así que alcé la vista para encontrar a un vampiro muy bien parecido; cabello obscuro, ojos azules, pálida tez y cuerpo delgado y musculoso.

—Creo que es más arriesgado que cualquiera se acerque demasiado a mí, así que dime, ¿Qué es lo que haces aquí?—con uno de mis brazos jalé el tronco donde el chico se encontraba y lo partí a la mitad para hacerlo caer, pero antes de tocar el suelo él brincó para aterrizar elegantemente a un lado —¿Acaso no sabes que eres un buen bocadillo para alguien como yo? En todo sentido posible.  —Agregué dándole una mirada lujuriosa acompañada de mi mejor sonrisa.

Seres [EDITANDO]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora