Introducción

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Aeryn...

Llevo tanto tiempo con mi trasero pegado al asiento del auto, que he llegado a pensar que me voy a fundir con él. Miro por al ventana y el paisaje no es más que árboles, donde antes vivía solía ver un poco más de cosas. Landrew sigue serio a mi lado, parece un muerto... Chiste de vampiros.

Siento una punzada de dolor. Extrañaré mi antiguo hogar, ya lo extraño, no creo estar lista para comenzar desde cero, pero nadie le lleva la contraria a Lan. Esa gran molestia en mi vida es mi hermano, así que por ahora debo pretender estar de acuerdo con el por algún tiempo más.

—Aeryn, ya vamos a llegar—Se detuvo unos instantes frente a un edificio similar a una mansión—este va a ser tu nuevo Instituto. Hazte la tonta, ya sabes, para que no llames la atención al saber la materia de primera mano.

Landrew es mi única familia restante, mis padres fallecieron cuando yo tenía apenas ciento ocho años, y como buen hermano mayor se ha hecho cargo de mí desde entonces. Estando más de un milenio juntos muchos creerían que aprendimos a llevarnos bien, sin embargo para Lan soy un dolor de cabeza y para mí él es un constante zumbido en el oído, aún así nos queremos mucho. O al menos yo le quiero.

—Pero llevan uniforme, Landrew, prometiste que sería un Instituto sin uniforme—Si él rompe promesas, yo también puedo—. Yo no me hago responsable si muerdo a alguien por ahí.

—Recuerda el tratado.

Landrew actúa como un animal solitario. No habla más de lo necesario, no demuestra lo que siente, es demasiado calculador y su actitud fría puede llegar a hacerte doler. Eso es lo que causó la culpa y rencor que creció dentro de él desde que nuestros padres fallecieron. Había que huir, nosotros escapamos y ellos quedaron atrás. No merecían ese triste final.

—Aeryn, no llores— dijo mi hermano volteando a verme —.Sabes que si muerdes a un humano nuestra cabeza va rodar —asentí.

No le diría que estaba llorando por el recuerdo de nuestros padres, de nuevo. Lo bueno es que mi hermanito se acostumbró a que yo demostrara mis emociones el doble, ya que él no lo hacía. Limpié mis lágrimas y limpié mi nariz sonoramente, ganándome una mueca de desagrado del pelinegro a mi lado. Miré mi reflejo en la ventana del auto. Casi no me reconocía, mi cabello que solía ser negro y liso como obsidiana pulida, tal como el de mi hermano, ahora era rubio y rizado, mi maquillaje cambió por uno más suave, y mi ropa pasó de tonos oscuros a pasteles. Landrew me obligó a cambiar mi aspecto para pasar inadvertida, sin embargo él tan sólo dejó crecer su cabello. Sin saber qué hacer decidí meterme en su mente, cuidadosamente para que no notara mi presencia, pero en lo único en lo que pensaba era en desempacar y luego ir a beber solo. Maravilloso.

—¿Dónde esta la casa donde vamos a vivir? 

—Es esa.

Linda, grande, de madera totalmente se mostraba ante mí una casa que fácilmente podía ser confundida por cabaña al compararla con las mansiones que solíamos poseer. Cambiar una vida de la princesa de la noche a una Barbie provinciana realmente es un asco. Ni siquiera pude traer todas mis posesiones. Mudarse apesta.

Bajamos las maletas y recorrimos la casa, Landrew designó mi habitación y comenzamos a desempacar, cosa sencilla que hicimos en un par de minutos gracias a la velocidad y fuerza sobrehumana con la que los vampiros somos dotados. Aunque, claro, vivir a toda velocidad también es bastante aburrido y solemos hacer las cosas como los humanos ya que, ¿qué más da un segundo o un minuto? De todas formas viviremos cientos de años más.

—Landrew— Le atajé antes de que saliera por la puerta trasera. Vi en su mente que iría a cazar, por lo tanto no volvería en un buen rato—,  iré a comprar... cosas que los humanos compran cuando se mudan.

Seres [EDITANDO]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora