Capítulo 26 - La boda

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Pedro

Jamás pensó el impacto que le causaría ver a su hermana vestida de novia.

Estaba radiante y aunque casi estrena el ramo por chincharla con que el moño bajo que llevaba ya se estaba deshaciendo, cuando se acercó a ella antes de salir hacia el Ayuntamiento, no pudo contenerse y le dijo:

- Estás más guapa que nunca sister...
- No dejes que me caiga luego, bro - le pidió ella intentando no emocionarse.

Como testigo de la boda, sería él quien la acompañase hacia el "altar".

No necesito decirle en voz alta que nunca la dejaría caer, la mirada de complicidad que llevaban compartiendo desde que eran unos niños, fue la mejor de las respuestas.

- Hijo mío, ¿te vas a dignar a ponerte la corbata antes de llegar? - le preguntó su madre, más histérica que la novia, cuando estaban de camino.
- Ahora mismo, madre - le respondió soltando una milésima de segundo las manos del volante.

María y Helena, al ver la cara de susto de Clara, se empezaron a reír.

- Abuelita, el tío no puede ahora, tiene que conducir.

Su pequeña aliada, siempre saliendo en su defensa.

- ¿Sabes que hoy estás preciosa coquito? - le preguntó a la niña.
- Yo también soy una princesa. ¿A qué sí?

Por supuesto que lo era, estaba igual de bonita que su madre con aquel vestido de tul.

Al contemplar a la niña por el espejo, recordó que su angelito rubio no era la única que iba de rosa, su acompañante, a la que estaba deseando ver, también iba a llevar un vestido de ese color.

- Ya no hay marcha atrás... - les dijo unos minutos después, mientras aparcaba el coche nupcial. Acabamos de llegar.

Lola

Como mejor amiga de la novia, tenía derecho a sentirse como un flan y más aún cuando Drake la confirmó, que entrarían juntos en la sala de ceremonias.

- ¿Estás listo? - le preguntó a su "cuñado" con una sonrisa.

El resto de invitados, ya les estaban esperando dentro.

- Llevo preparado para este momento, desde el primer momento en el que vi a María.
- Y por fin ha llegado... - respondió agarrándose de su brazo.

Estaban a punto de entrar, cuando escuchó:

- Pocahontas, espera, creo que te falta algo.

Pedro, más guapo que nunca, con un traje de tres piezas beige, se estaba acercando a ellos con un pequeño ramo de rosas blancas en las manos.

- Creo que no soy la única a la que falta algo... - le dijo cayendo en la cuenta de que él no llevaba puesta su corbata.

Drake, echándose a reír, cogió el ramo.

- Ayúdale a ponérsela anda.
- Por favor - le pidió Pedro sacándola del bolsillo de su americana.

Menos mal que su abuelo, cuando era una niña, le había enseñado a hacer nudos de corbatas.

- Creo que está perfecta - dijo después de anudarla.

No había sido fácil centrarse en hacer un buen nudo teniéndole tan cerca, pero estaba satisfecha con cómo le había quedado.

- No más que tú... - le contestó Pedro sin poder dejar de mirarla.

No era el momento de perderse en sus ojos, pero era inevitable.

Se decían tanto sin palabras...

- Chicos, tengo que casarme... - añadió Drake carraspeando.
- Nos vemos en el altar Pocahontas...
- Nos vemos en el altar - le confirmó soltándole la mano.

Todo con lo que NUNCA soñéDonde viven las historias. Descúbrelo ahora