Capítulo 28 - La tormenta

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Pedro

Qué a Lola le entusiasmase tanto como a él volver a hacer senderismo, era otra de las cosas que no se esperaba.

- Espera lo inesperado cielo - le dijo Pocahontas cuando se despertó y la encontró ya preparada para salir.
- ¿Cómo me acabas de llamar? - preguntó dando vueltas por la cama.

No era la primera vez que Pocahontas le llamaba así, solo que últimamente cuando lo hacía, su voz ya no denotaba tanta ironía.

- Me encanta como suena... - añadió al ver que ella no le contestaba.
- Idiota... - le dijo intentando esconder su cara detrás de la melena.
- También me encanta cuando me llamas idiota, aunque si tengo que elegir, prefiero...

No le dio a tiempo terminar la frase. Pocahontas se lanzó hacia él.

- ¿Vas a mover el culo o tengo que obligarte? - le preguntó intentando que se levantara de la cama.
- ¿Crees que puedes obligarme?
- Desde luego...

Nunca volvería a subestimarla, en menos de dos minutos, la muy temeraria, consiguió que él empezase su mañana rodando por el suelo.

- Pocahontas, eres...
- ¿Increíble? - le preguntó sentada como un indio sobre las sábanas. Lo sé.
- Si no fuese porque tenemos que salir ya...
- Argos y yo te esperamos en la entrada - le cortó Lola bajándose de la cama.

Estaba mirando al techo completamente indignado, cuando ella, justo antes de salir por la puerta trasera de la camper, se agachó al suelo para besarle.

- No nos hagas esperar demasiado... - le pidió con una sonrisa.

Solo ella podía darle un beso así y largarse como si nada...

Lola

Estaba sacándole una foto a Argos con la ría de Póo de fondo, cuando Pedro llegó a su encuentro.

- Menuda cara de gruñón me traes...
- Rodar por la camper no ha sido el despertar de mis sueños - le respondió intentando contener una sonrisa.

Se le daba fatal fingir que estaba enfadado.

- ¿Por dónde empezamos cielo? - le preguntó guiñándole un ojo.
- La primera parada es la Playa de la Almenada, tesoro - le contestó él, enfatizando con sarcasmo la última palabra.

Riéndose de lo tonto que Pedro podía llegar a ser, buscó su mano.

Jamás serían una pareja "normal", lo tenía claro y eso era lo mejor de estar a su lado.

Con los dedos entrelazados, disfrutando de una maravillosa panorámica del mar, empezaron a caminar.

La ruta que iban a seguir, por lo que Pedro le contó de camino, terminaría en los Cubos de la Memoria, en una de las playas más emblemáticas de Llanes.

En cada sitio en el que paraban, su guía particular le iba explicando qué era lo que estaba contemplando, los paisajes que veía cada vez que levantaba la vista, eran extraordinarios.

Estaba absorta escuchando cómo rugían las olas al chocar contra las rocas, cuando Pedro, frenó el paso.

- Creo que nuestros millones de seguidores en Instagram no te perdonarían que no sacases una foto a esta maravilla.

El idiota tenía razón, era necesario inmortalizar aquel paisaje, probablemente fuese uno de los más bonitos que había visto nunca.

- Trae anda, que os hago una a los dos - le dijo quitándole el móvil de las manos.

Argos estaba sentado justo a su lado, exigiéndole con la mirada que se agachase a mimarlo.

- Yo creo que es un buen momento para hacernos una los tres... - le insinuó con una sonrisa mientras hacía cosquillas al cachorro.
- ¿Te he dicho ya lo horrible que es no poder negarte nada?
- Qué le vamos a hacer, es lo que tiene estar enamorado... - le soltó sin ser consciente de la magnitud de sus palabras.

Todo con lo que NUNCA soñéDonde viven las historias. Descúbrelo ahora