Capítulo 44 - La lluvia de estrellas

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Lola y Pedro

Habían pasado meses desde que "desayunaron", a las siete de la tarde, en el centro de París, el mejor croissant de mantequilla que habían probado en sus vidas.

Desde entonces, habían recorrido media Europa con la camper.

Se habían olvidado de seguir una ruta, iban dejándose llevar, saltando de una ciudad a otra, sin sentido alguno.

Recorrieron los Alpes, para gusto de Pedro y se empaparon de perderse en su adorada naturaleza, el cielo estrellado, desde aquellas montañas, consiguió dejarles completamente maravillados.

Después, decidieron acampar en Múnich, conocer Alemania, había sido un antojo de Pocahontas y su chico, seguía sin poder negarle nada.

Jugando a piedra, papel o tijera, para ver quién decidía el siguiente destino, dieron el salto hasta Austria y desde allí, recorrieron Hungría y Eslovaquia.

En cada parada, se cercioraban más y más de que lo que estaban viviendo, era mágico y aunque cada vez les faltaba menos para tener que volver al mundo real, habían perdido el miedo a vivir una vida "normal".

Cada día, la conexión que sentían, se incrementaba y estaban empezando a entender, todo lo que habían ganado al permitirse soñar con todo lo que nunca habían soñado.

Pedro

- Lo justo sería, Pocahontas.... Que está vez eligiese yo - dijo sin ser capaz de resignarse - Aunque hayas vuelto a ganarme.

Llevaban media hora debatiendo, en un camping de Ámsterdam, sobre quién elegiría hacia dónde saldrían a la mañana siguiente.

Él había sido tan poco listo de sacar piedra y para no variar, ella le había leído la mente y al sacar papel, le había vuelto a dejar sin la posibilidad de decidir, pero esta vez, tenía un motivo de peso por el que negarse a aceptar aquella derrota...

Quería sorprenderla pasando la Nochebuena en París.

Sabía que ella se había quedado con ganas de probar uno de los restaurantes por los que habían pasado en su estancia en la ciudad del amor y había organizado todo, para "terminar" su viaje allí.

- Te recuerdo que conocer Cracovia y desde ahí, irnos directos a Praga, fue cosa tuya - le respondió Lola cruzándose de brazos.
- Y yo te recuerdo, que te enamoraste de ambos sitios, sobre todo de Praga.

Al ver como Pocahontas suspiraba, enfurruñada, supo que tenía posibilidades de ganar esa batalla.

Si por ella hubiese sido, se habrían quedado un mes entero recorriendo el resto de ciudades que formaban la República Checa y aunque él, la habría concedido ese deseo, solo por verla sonreír, habían terminado poniendo rumbo la semana anterior hacia la ciudad de los tulipanes, ya que era un buen punto desde el que luego poder volver hacia España.

- Me encanta esos suspiros que sueltas cuando estás enfadada - le dijo acercándose a ella.
- Idiota - le respondió Pocahontas intentando contener una sonrisa.

Sus "enfados", solían durar el mismo tiempo que dura un pestañeo.

Si Lola no cedía, lo hacía él, lo que nunca se permitían, era que sus diferencias, por más insignificantes que fuesen, les alejaran.

- Anda gruñona, cuéntame hacia dónde quieres ir tú - le pidió intentando comportarse como un novio razonable.
- ¿Sabes que es imposible darte una sorpresa? - le preguntó girándose para mirarle.

Aunque ya debería haberse acostumbrado a la intensidad de sus ojos de gata, cada vez que Lola le miraba así, conseguía que su mundo se paralizase.

Cuando salió del hechizo en el que caía cada que vez que sus miradas se encontraban, logró preguntarle a qué se estaba refiriendo:

Todo con lo que NUNCA soñéDonde viven las historias. Descúbrelo ahora