La relación entre los Desmond

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No quiero ser un mal hermano. Cuando éramos pequeños, solía robarle la atención de mis padres a Damián, lo que nos convertía en rivales por su afecto. Ahora parece que seguimos compitiendo, pero esta vez por el amor o la atención de Anya. Yo, Demetrius Desmond, siento muchas cosas por mi cuñada.

Esto no está bien. Sin embargo, gracias a ella, mi relación con Damián ha mejorado. Ya no nos comportamos como si la atención de nuestros padres fuera una competencia, y ahora tampoco me comportaré como si estuviera compitiendo con Damián por el amor de Anya.

Ella es su novia, y yo... Solo un tonto que al conocerla y recibir un poco de afecto, decidió sentir cosas por ella. No quiero casarme con Becky o ninguna mujer, porque sé que estaré comparándola con Anya. Esta mujer ha hecho todo lo contrario a lo que quería que pasara. Dejé de tener pensamientos en blanco y ahora pienso en tantas cosas. Ella me dio la atención sincera, no solo por ser un Desmond, sino porque vio los problemas entre mi familia y decidió escucharme. Incluso ella...

"Demetrius, a veces pienso que eres muy frío", dijo Anya.

"No entiendo cómo alguien como tú no se mantiene callada un momento", respondí.

"No es por molestar, es solo que, bueno, Damián y tú no parecen hermanos, parece que hay una rivalidad entre ustedes", dijo Anya.

"Así que piensas eso. La verdad es que soy 'el hijo favorito'. Eso hizo que nuestra relación como hermanos fuera diferente y... Bueno, sí hay una rivalidad entre Damián y yo. Los dos competimos por la atención de nuestros padres. Solo nos dan importancia cada vez que se enorgullecen de nosotros", contesté.

"Deberías cambiar eso. Damián se siente afectado por esa situación", agregó Anya.

Al principio no escuché su consejo, pero empecé a sentirme mal cuando Damián empezó a... Bueno, a deprimirse y hacer cosas que alguien con estabilidad emocional no haría. Tuve que salvarlo de tomar medicamentos para el insomnio, algo que él no necesitaba. El medicamento hizo que Damián quedara inconsciente por algunos meses. Fue cuando toqué fondo y decidí ser ese lugar seguro para Damián. Ya no éramos rivales en el afecto de nuestros padres, pero a los dos nos atrae la misma mujer.

Esa vez, él estaba durmiendo en la mansión de los Desmond. Había dicho que se iba a dormir, sin embargo, después de 5 minutos, cuando intenté hablar con él...

"Damián, ¿sigues llorando? Eso no te llevará a ninguna parte", le reproché, nuestra relación no era buena.

"Despierta, necesito hablar contigo", seguía insistiendo, hasta que observé ese pequeño frasco desconocido con pastillas, la mitad del frasco estaba vacío.

Me alarmé al ver el frasco de pastillas. Sin perder tiempo, tomé el frasco y revisé la etiqueta. "Medicamento para el insomnio", decía. No podía creer que Damián estuviera tomando esto sin necesidad.

"Damián, ¿qué hiciste?" exclamé, sacudiéndolo suavemente para intentar despertarlo. Su rostro estaba pálido y su respiración era lenta y pesada. Sabía que tenía que actuar rápido.

Agarré mi teléfono y marqué el número de emergencia. "¡Necesito ayuda médica en la mansión de los Desmond de inmediato!", dije con urgencia al operador.

Mientras esperaba la llegada de la ayuda, intenté mantener a Damián despierto, aunque Damián estába de todo menos despierto y consiente, temiendo lo peor. Mi mente estaba llena de culpabilidad por no haberme dado cuenta antes de lo que estaba pasando. No podía perder a mi hermano, no de esta manera.

Cuando finalmente llegaron los paramédicos, se llevaron a Damián en camilla hacia la ambulancia. Me sentí aliviado de que estuviera recibiendo la ayuda que necesitaba, pero también me sentí abrumado por la responsabilidad de cuidarlo.

Mientras seguía la ambulancia hacia el hospital, prometí a mí mismo que haría todo lo posible para ayudar a Damián a superar esta crisis. Ya no éramos rivales, éramos hermanos, y haría lo que fuera necesario para protegerlo y apoyarlo.

"Damián, despierta por favor. ¿Por qué no respondes? ¿Por qué decidiste hacer esto?" decía entre sollozos, esas emociones tan extrañas y esas palabras hacían que actuara como si no fuera yo.

Mis manos temblaban mientras observaba cómo los médicos llevaban a Damián hacia la ambulancia. Sentía un nudo en la garganta y un dolor punzante en el pecho. ¿Cómo habíamos llegado a este punto? No podía entenderlo.

Subí rápidamente al auto y seguí a la ambulancia hasta el hospital. Mi mente estaba llena de preguntas sin respuesta y de preocupaciones abrumadoras. ¿Qué había llevado a Damián a tomar esas pastillas? ¿Por qué no había pedido ayuda antes de llegar a este extremo?

Al llegar al hospital, me dirigí directamente a la sala de espera, donde me senté con la cabeza entre las manos. Sentía una mezcla de ira, tristeza y culpa. ¿Por qué no había visto las señales de que Damián estaba luchando? ¿Cómo había permitido que llegara a este punto?

Pasaron horas antes de que un médico se acercara a mí con noticias. Damián estaba fuera de peligro, pero aún estaba inconsciente. Había sido llevado a la unidad de cuidados intensivos para recibir tratamiento y observación.

Me sentí aliviado de escuchar que estaba fuera de peligro, pero la preocupación seguía pesando sobre mí. Sabía que tenía que enfrentar la realidad de lo que había sucedido y buscar respuestas. No podía permitirme volver a ignorar las señales de que alguien que amaba estaba sufriendo en silencio.

Decidí que haría todo lo posible para ayudar a Damián a recuperarse y enfrentar sus demonios internos juntos. Ya no éramos rivales, éramos hermanos, y haría todo lo posible para estar allí para él en los momentos difíciles que estaban por venir.

Porque sabía que a ninguno de nuestros padres les importaba, incluso cuando la ambulancia se lo llevó, ellos no reaccionaron.

Mientras esperaba en la sala de espera del hospital, mi mente no podía evitar volver a nuestros padres. ¿Cómo podían ser tan indiferentes ante la situación de Damián? No podía entenderlo.

Finalmente, llegaron nuestros padres, con expresiones de preocupación en sus rostros, aunque parecían más preocupados por el impacto que esto tendría en su reputación que por el bienestar de Damián.

"Mamá, papá, ¿cómo pudieron no darse cuenta de lo que estaba pasando con Damián?" pregunté con voz temblorosa, luchando por contener la ira y la frustración que sentía.

Nuestra madre suspiró, evitando mi mirada. "Hemos estado ocupados con nuestros asuntos, Demetrius. No siempre podemos estar al tanto de todo lo que sucede con ustedes", respondió con frialdad.

"Pero Damián necesitaba ayuda, y ninguno de ustedes parecía preocupado por él. ¿Cómo pueden ser tan insensibles?" pregunté, sintiendo cómo la ira ardía dentro de mí.

Nuestro padre intervino con un tono más tranquilo. "Lo importante ahora es que Damián esté recibiendo la atención médica que necesita. Debemos apoyarlo en su recuperación", dijo, tratando de desviar la conversación hacia un terreno más neutral.

Fue entonces cuando me di cuenta de que todo lo que Damián sentía era real. Mi mente dejó de estar en blanco y noté la falta de atención que había tenido, así como el motivo por el que había tomado medio frasco de pastillas y si lo había hecho intencionalmente o si fue un error.

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