Operación Strix

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Muchas cosas han sucedido en estos cinco meses. Mi pequeña hija, Anya, quien está estudiando en la universidad, es muy dedicada. Lo más importante es la beca que le ofrecieron para estudiar en Italia. Es extraño que no le haya comentado nada de esto a sus amigos. Supongo que es igual que yo, su padre. Aunque no me siento orgulloso de que mienta, a diferencia de mí, ella pudo llevar una vida normal desde pequeña. Todo fue por una misión que terminó en ocho meses… ocho meses que me hicieron encariñarme con esa familia falsa.

"Bien, Twilight, la misión ha terminado. Descubrimos que Donovan Desmond no causará una guerra, solo fueron sospechas infundadas," dijo Silvia.

"Entonces, eso era todo. La misión ha concluido," contesté.

"Vamos a enviar a Anya a un orfanato. No te preocupes, informaremos a la escuela Edén que no podemos pagar la colegiatura para poder darle de baja," agregó Silvia.

"Claro, iré mañana a hacer el trámite," respondí.

"En cuanto a tu esposa falsa, ella seguirá trabajando para el gobierno y recibirá una compensación. Necesito que hables con ella para que entienda la situación," añadió Silvia.

Al llegar a casa, hablé con Yor sobre lo sucedido. Ella lo entendió, pero en su mirada se notaba la tristeza. Se había encariñado tanto con Anya. En cuanto a mí, no sabía si lo que sentía por mí era cariño. Cuando hablé con Anya y la envié al orfanato, ella empezó a llorar, como si fuera una de las tantas veces que la habían dejado sola.

"Estoy acostumbrada a esto, pero tengo miedo de… mejor olvídalo," dijo Anya.

"¿Miedo? ¿De qué tienes miedo?" le respondí.

"Mejor olvídalo, no quiero seguir hablando contigo," me contestó decepcionada.

No la entiendo. No sé qué pensar de ella, ni el porqué de su comportamiento tan extraño. Tuve esta familia por ocho meses y, aun así, no logro comprender la mente de un niño. Al final, ella decidió abrazarme y después me dejó hablando solo.

Mientras volvía a casa, mi mente no dejaba de repasar los últimos ocho meses. Una familia que fue creada para una misión había empezado a parecer real. Sentía un vacío enorme en el pecho. En ese momento, entendí que había subestimado las emociones humanas.

Yor estaba en la sala, sentada en el sofá, con la mirada perdida en la ventana. Cuando me vio entrar, forzó una sonrisa. Su tristeza era palpable, y no podía evitar sentirme culpable por haberla involucrado en todo esto.

"Lo siento mucho, Yor," dije, tratando de encontrar las palabras adecuadas. "Sé que esto es difícil para ti. Nunca quise que salieras lastimada."

Ella asintió lentamente. "Lo entiendo, Twilight... Lo entiendo, pero eso no hace que duela menos. Me encariñé mucho con Anya, y aunque nuestra relación empezó de forma falsa, llegué a sentir que éramos una verdadera familia."

Sus palabras golpearon algo dentro de mí. Había algo en la autenticidad de sus sentimientos que me hizo dudar de mi propio entrenamiento y mi capacidad para mantenerme distante. Me había encariñado con Anya y con Yor, más de lo que me permitía admitir.

Esa noche, apenas dormí. La imagen de Anya llorando en el orfanato no me dejaba en paz. Me preguntaba si alguna vez podría perdonarme por haberla hecho pasar por todo esto.

A la mañana siguiente, me dirigí a la escuela Edén para realizar el trámite de baja. El director me miró con desaprobación, pero no dijo nada. El papeleo fue rápido, pero cada firma me parecía una puñalada al corazón.

Cuando regresé al departamento, encontré a Yor empacando sus cosas. "Voy a mudarme," dijo sin mirarme. "Creo que es lo mejor. No puedo seguir aquí, no después de todo."

La dejé ir, sabiendo que intentar detenerla solo empeoraría las cosas. Me quedé solo en un lugar que ahora se sentía desolado. Me había dedicado a la misión con todo mi ser, pero al final, perdí más de lo que gané.

Continué visitando a Anya en el orfanato. A pesar de todo, había desarrollado un apego profundo por ella. En lo más profundo de mi corazón, sentía que era mi hija de sangre, aunque la había adoptado en un orfanato clandestino debido a la Misión Strix.

Una tarde, me dirigí al orfanato y encontré a Anya jugando sola en el patio. Me acerqué lentamente, sintiendo el peso de nuestras últimas conversaciones aún presentes en mi mente.

"Anya," la llamé, intentando que mi voz sonara neutral.

Ella levantó la vista y me miró con sus grandes ojos verdes. "¿Por qué sigues viniendo, si la misión ya terminó?" preguntó sin rodeos, como solo un niño puede hacerlo.

"Porque... quiero asegurarme de que estás bien," respondí, eludiendo la verdadera profundidad de mis sentimientos.

Anya se quedó en silencio, pero sus ojos mostraban que estaba leyendo mis pensamientos. No podía ocultarle nada.

"No es solo eso, ¿verdad?" dijo finalmente, con un tono de voz más suave. "Sientes que soy tu hija, aunque sabes que no lo soy de verdad."

Me quedé helado. Esa era la realidad que no había querido enfrentar. Ella había leído mis pensamientos y ahora lo ponía en palabras.

"Sí," admití con dificultad. "No puedo evitarlo. Aunque nuestra familia comenzó como una misión, los lazos que formamos fueron reales para mí. Tú eres real para mí."

Anya bajó la cabeza, jugando nerviosamente con un mechón de su cabello. "Yo también te extraño," dijo en voz baja. "Pero me duele pensar que solo fui parte de un trabajo para ti."

"Anya, no es así," respondí rápidamente, acercándome y arrodillándome frente a ella. "Al principio, sí, eras parte de una misión. Pero con el tiempo, te convertiste en algo mucho más importante para mí. No quiero que te sientas abandonada ni que pienses que solo eras un medio para un fin."

Ella levantó la mirada, con lágrimas formándose en sus ojos. "¿Entonces, qué soy para ti ahora?"

"Para mí, eres mi hija," dije, sintiendo la verdad de esas palabras resonar en mi interior. "No importa cómo empezó todo. Lo que importa es lo que siento ahora, y quiero ser un padre para ti, si me lo permites."

Anya corrió hacia mí y me abrazó con fuerza, sollozando en mi hombro. "Quiero que seas mi papá," susurró entre lágrimas.

La abracé con igual intensidad, sintiendo que por primera vez en mucho tiempo, algo en mi vida empezaba a tener sentido. No importaba lo que la misión hubiera sido; lo que importaba era que ahora tenía una oportunidad de ser algo más que un agente. Tenía la oportunidad de ser un padre, y no pensaba desaprovecharla.

Pasaron los días y la rutina de mi vida como agente volvió a tomar su curso, pero algo había cambiado en mí. No podía dejar de pensar en Anya y en Yor. Me di cuenta de que había llegado el momento de reconsiderar mis prioridades. Quizás, después de todo, merecía una oportunidad de vivir una vida normal, una verdadera.

Con esos pensamientos en mente, decidí buscar la manera de reencontrarme con Anya y con Yor, esperando que no fuera demasiado tarde para reparar el daño que había causado. Había sido un agente perfecto, pero ahora, quería intentar ser un padre y un esposo de verdad.

Volverás a AmarmeDonde viven las historias. Descúbrelo ahora