La lealtad no se pierde

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"No quiero casarme con ningún Desmond", dije argumentando.

"Lo harás, y sabes que es porque no puedes desafiar el destino de los Blackbell", dijo mi padre.

"Padre, no pienso ceder. Ni siquiera puedo elegir a quién me casaré. Es injusto", respondí.

El aire se tensó en la espaciosa sala, cargado con la gravedad de la conversación. Mi padre, con su porte imponente, me observaba con ojos penetrantes, mientras yo mantenía mi postura firme, decidida a hacer valer mi voluntad.

"El linaje de los Blackbell no puede permitirse desviarse de su destino", insistió mi padre, su voz resonando en las paredes adornadas de la mansión ancestral.

"Padre, entiendo la importancia de nuestras tradiciones, pero no puedo aceptar un matrimonio impuesto", repliqué, luchando por mantener la calma en mi voz.

"Es tu deber como hija de los Blackbell. No puedes ignorar tu responsabilidad hacia nuestra familia", afirmó con severidad.

"¿Y qué hay de mi felicidad, padre? ¿No cuenta para nada?" pregunté con frustración, buscando una chispa de comprensión en sus ojos.

El silencio se apoderó de la habitación por un momento, antes de que mi padre respondiera con voz entrecortada: "Tu felicidad está intrínsecamente ligada al bienestar de nuestra familia. Debes aceptarlo".

Me negué a ceder ante sus demandas. "No puedo aceptar un matrimonio sin amor, padre. No puedo seguir el camino trazado por otros si eso significa renunciar a mi propia felicidad".

El semblante de mi padre se endureció, pero también pareció reflejar una sombra de resignación. "Comprendo tus sentimientos, hija, pero debes entender que a veces el sacrificio personal es necesario por el bien común".

Con un nudo en la garganta, asentí con determinación. "Entiendo, padre. Pero esto no ha terminado. No puedo rendirme tan fácilmente".

La tensión persistió en el aire mientras nos mirábamos en silencio, cada uno aferrado a su propia convicción, conscientes de que el camino por delante estaría lleno de desafíos y sacrificios.

Mientras tanto, Damián seguía con Demetrius. Ellos discutieron sobre lo que había pasado la otra vez.

"¡Aunque hayas presentado a Anya, nada cambia! Aún te casarás con Becky", dijo Demetrius.

"Claro, sigues sembrando discordia. No entiendo cuál es tu afán de complicar mi vida", dije molesto. Quería estar con Anya, ella es a quien amo.

"Tu existencia. No sabes cuánto deseo que dejes de ser un Desmond", replicó Demetrius.

"¿Crees que me gusta llevar el apellido Desmond?", dije molesto.

Demetrius lanzó una mirada cargada de desdén antes de responder. "Tal vez no te guste, pero es lo que eres. Un Desmond, con toda la carga que eso conlleva."

Respiré profundamente, tratando de contener mi frustración. "No elegí mi apellido, Demetrius. Pero eso no define quién soy."

"Define más de lo que crees", respondió Demetrius con frialdad.

Imaginé que él no estaba aquí conmigo pero de un momento a otro, Demetrius interrumpió.

Demetrius frunció el ceño, claramente molesto por no haber respondido. "No puedo permitir que arruines todo por una fantasía, Damián. El destino de la familia Desmond está en juego."

"Mi destino está en mis propias manos", respondí con determinación. "Y elijo seguir mi corazón, no lo que otros esperan de mí."

La tensión en la habitación era palpable mientras Demetrius y yo nos enfrentábamos en un silencioso duelo de voluntades. Pero en ese momento, estaba decidido a no ceder ante las expectativas de otros y perseguir mi propia felicidad.

"¡Yo no puedo hacer eso, maldita sea! No puedo desposar a Becky", dijo Demetrius con voz cargada de frustración.

Demetrius se levantó bruscamente de su asiento, su expresión reflejaba una mezcla de rabia y desesperación. "¡No puedo hacerlo, Damián! ¡No puedo seguir adelante con este plan absurdo!"

Me quedé mirando a Demetrius, sorprendido por su reacción tan intensa. "¿Qué quieres decir con que no puedes hacerlo?"

"¡No puedo casarme con Becky! No puedo fingir que esto es lo que quiero cuando en realidad..." Demetrius se detuvo abruptamente, como si se hubiera dado cuenta de que había revelado más de lo que quería.

"¿Cuándo en realidad qué?" pregunté, sintiendo una punzada de preocupación.

Demetrius suspiró y bajó la mirada. "Cuando en realidad estoy enamorado de Anya.

"La confesión de Demetrius me dejó atónito. No esperaba escuchar esas palabras salir de su boca. La complicada situación se volvía aún más confusa y difícil de manejar.

"¡Anya es mi novia!" exclamé, sintiendo la urgencia de golpearlo.

"¡Eso lo sé!" respondió Demetrius.

"Eres mi hermano mayor y aún así tú..." murmuré, en estado de shock.

La habitación se llenó de un tenso silencio mientras ambos procesábamos la revelación. La idea de que mi propio hermano estuviera enamorado de mi novia era una traición que me resultaba difícil de asimilar.

"Lo siento, Damián", murmuró Demetrius, su voz cargada de pesar. "No quería que esto saliera así."

"¿Desde cuándo te sientes así por Anya?" pregunté, tratando de contener mi ira y confusión.

Demetrius suspiró, pareciendo cansado de cargar con un peso tan grande. "No lo sé. Han sido sentimientos que he estado luchando por reprimir durante mucho tiempo. Pero verlos juntos, ver lo felices que son... simplemente no puedo ignorarlo más."

Mis puños se apretaron con rabia mientras luchaba por procesar la traición de mi propio hermano. "¿Y qué esperas que haga ahora? ¿Que renuncie a Anya para que tú puedas tenerla?"

"No, nunca te pediría eso", respondió Demetrius con sinceridad. "Solo necesitaba sacarlo de mi sistema. Necesitaba que supieras la verdad."

La tensión en la habitación era palpable mientras nos enfrentábamos a la complicada situación. Ninguno de los dos sabía cómo seguir adelante después de esta revelación devastadora.

"¿Es por esto que quieres que me case con Becky en lugar de ti? ¿Es este tu plan para separarme de Anya?" dije, conteniendo el enojo que me consumía.

Demetrius bajó la mirada, incapaz de sostener mi mirada. "Lo siento, Damián. No quería lastimarte. Solo quería protegerte."

"¿Protegerme? ¿Cómo puedes decir eso cuando claramente estás intentando quedarte con la mujer que amo?" mi voz temblaba de furia y dolor.

"No se trata de quedarme con ella", respondió Demetrius, levantando la vista para encontrarse con la mía. "Se trata de lo que es mejor para todos. Para ti, para Anya, para la familia..."

"¡No me importa lo que creas que es mejor para mí! Lo único que quiero es estar con Anya", exclamé, sintiendo que la situación se escapaba cada vez más de mi control.

La tensión en la habitación era casi palpable mientras los dos hermanos se enfrentaban en una batalla silenciosa de voluntades. Ninguno estaba dispuesto a ceder en sus deseos y convicciones, y el futuro de todos pendía de un hilo frágil y tenso.

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