La discusión

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Aquel pecado, quien fue el más hermoso pero el más hiriente, siendo una Rosa, la más hermosa pero con más espinas, creía que Anya me amaba con todo su corazón, pero en 6 meses eso no era posible ¿Verdad?, al verla abrazada con Demetrius, me dio a entender que yo no significaba nada, el que ella me haya entregado, su tiempo, cuerpo y aquellas sonrisas fingidas no significó nada

La decepción que sentí en ese momento fue indescriptible. Me quedé parado, observándolos desde la distancia, como si el tiempo se hubiese detenido. Los murmullos a mi alrededor se convirtieron en un ruido sordo mientras mi mente procesaba la traición. Los recuerdos de los momentos compartidos con Anya se desvanecieron, dejándome con una amarga sensación de vacío.

Decidí alejarme de allí, sin confrontarla, sin decir una palabra. Me dirigí al parque cercano, buscando un lugar donde pudiera pensar con claridad. Me senté en un banco, mirando a la nada, intentando entender cómo había llegado a ese punto. La confianza que había depositado en Anya, las ilusiones y esperanzas, todo se desmoronó en un instante.

El dolor y la traición me cegaron. No quise escuchar ninguna explicación. Anya intentó acercarse, sus ojos llenos de lágrimas y desesperación, pero me alejé, incapaz de soportar más mentiras.

"¡Espera!" gritó Anya, su voz quebrándose. "Por favor, déjame explicarte".

"No hay nada que explicar" respondí con frialdad, dando un paso atrás. "Lo vi todo, Anya. Ya no me importan tus excusas".

"No es lo que piensas" insistió, su mano temblorosa al intentar tocarme. "Demetrius es solo un amigo, estaba consolándome por algo que me es difícil de afrontar".

Mi corazón latía con fuerza, pero no dejé que sus palabras me llegaran. El dolor y la rabia nublaban mi juicio.

"¡Basta!" la interrumpí, mi voz elevándose. "No quiero escuchar más. Me has engañado, y eso es todo lo que importa".

Anya se quedó en silencio, sus ojos llenos de una tristeza profunda. Yo me di la vuelta, dispuesto a alejarme de ella para siempre, convencido de que el amor que creía real no era más que una cruel ilusión.

Pero en el fondo, una parte de mí dudaba. ¿Y si me estaba equivocando? ¿Y si su amor era verdadero y yo, cegado por el dolor, estaba destruyendo algo hermoso?

La respuesta quedó enterrada bajo mi orgullo herido, mientras me alejaba, sin mirar atrás.

De repente, un dolor agudo atravesó mi cabeza. Sentí un zumbido ensordecedor y mis piernas comenzaron a fallar. Luché por mantenerme de pie, pero la presión en mi cráneo se intensificó. Anya corrió hacia mí, su expresión de pánico era evidente.

"Damián, ¿qué te pasa?" gritó, tratando de sostenerme mientras mis rodillas se doblaban.

El dolor era insoportable, como si un millón de agujas me perforaran el cerebro. Todo se volvió borroso y las voces alrededor se difuminaron en un eco distante. Intenté hablar, pero las palabras no salían. Sentí un último tirón de lucidez antes de que la oscuridad me envolviera por completo.

Caí al suelo, inconsciente, mientras Anya gritaba pidiendo ayuda. Las últimas imágenes que vi fueron sus lágrimas y su rostro angustiado, pero ya no podía discernir si era por mí o por alguna otra razón. La realidad se desvaneció y me sumergí en un abismo sin fondo, sin saber cuándo, o si alguna vez, volvería a despertar.

El mundo a mi alrededor se desdibujaba, las palabras de Anya llegaban como ecos lejanos. Traté de concentrarme en su voz, en su preocupación, pero el dolor me consumía, dejándome atrapado en un estado de entumecimiento.

"¡Alguien llame a una ambulancia!" gritó Anya, su tono lleno de desesperación. "¡Por favor, ayuda!"

Cada vez más débil, me aferré a la voz de Anya como a un faro en la oscuridad. Sus palabras resonaban en mi mente, pero ya no podía responder, solo escuchaba en silencio, atrapado en un torbellino de sensaciones confusas.

El mundo se desvanecía lentamente, mientras Anya seguía gritando mi nombre, su voz desgarrada por el miedo y la impotencia. En medio de la oscuridad que me envolvía, solo podía escuchar, esperando contra toda esperanza que alguien viniera en mi ayuda.

Con un esfuerzo conjunto, algunas personas que estaban cerca acudieron en ayuda de Anya y juntos levantaron a Damián del suelo. Anya, con lágrimas en los ojos, sujetaba firmemente su mano mientras seguían el camino hacia el hospital más cercano.

El trayecto fue una nebulosa de luces y sonidos distantes para Damián, quien estaba atrapado en un estado entre la consciencia y la inconsciencia. Anya no dejaba de hablarle, rogando por su recuperación, mientras las personas que los rodeaban intentaban consolarla con gestos de apoyo.

Finalmente, llegaron al hospital, donde el personal médico se apresuró a llevar a Damián a la sala de emergencias. Anya seguía a su lado, aferrándose a la esperanza de que todo saldría bien.

El tiempo se convirtió en un borrón mientras los médicos y enfermeras trabajaban febrilmente para estabilizar a Damián. Anya esperaba ansiosamente afuera de la sala, sus pensamientos llenos de miedo y preocupación por el hombre al que amaba.

Horas después, un médico salió para hablar con Anya. Sus palabras fueron un eco lejano mientras le explicaba la condición de Damián y los pasos que estaban tomando para tratarlo. Anya asintió con determinación, decidida a permanecer a su lado durante todo el proceso.

El doctor se acercó a Anya con una expresión grave en el rostro. "Anya, necesito que entiendas la gravedad de la situación", comenzó, su tono profesional pero compasivo. "Damián ha sufrido una lesión en la cabeza que está afectando su capacidad para controlar sus emociones. Cada vez que experimenta un estrés intenso o se deja llevar por sus emociones, corre el riesgo de quedar inconsciente".

Anya sintió un nudo en la garganta al escuchar las palabras del doctor. "¿Qué podemos hacer al respecto?", preguntó, su voz temblorosa pero firme.

El doctor suspiró, pensativo. "En este momento, lo más importante es mantener a Damián tranquilo y evitar cualquier situación que pueda desencadenar una reacción emocional intensa. Estamos monitoreando de cerca su condición y trabajando para desarrollar un plan de tratamiento adecuado".

Anya asintió, absorbiendo la información con determinación. "Haré todo lo que esté en mi poder para ayudarlo", prometió, su mirada fija en la figura inerte de Damián en la cama.

El doctor asintió con aprobación. "Eso es lo mejor que puedes hacer por él en este momento", dijo, antes de ofrecerle palabras de aliento y dejarla a solas con Damián.

Anya se sentó junto a la cama, su corazón lleno de preocupación pero también de esperanza. Sabía que el camino hacia la recuperación sería difícil y lleno de desafíos, pero estaba decidida a estar allí para Damián en cada paso del camino. Juntos, enfrentarían esta nueva realidad y encontrarían la fuerza para superar cualquier obstáculo que se interpusiera en su camino hacia la sanación.

El tiempo pasó lentamente, pero finalmente, Damián fue llevado a cuidados intensivos para recibir un tratamiento especializado. Anya se mantuvo a su lado, rezando por su recuperación y prometiéndole que nunca lo dejaría solo.

La noche se desvaneció en el amanecer, y Anya permaneció en vigilia junto a la cama de Damián, aferrándose a la esperanza de que pronto abriría los ojos y la miraría una vez más.

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