El ambiente en el hospital era tenso. Melinda y Donovan estaban sentados en la sala de espera, absortos en sus propios pensamientos. Demetrius, de pie junto a la ventana, miraba hacia afuera con los brazos cruzados. Su mente estaba en otro lugar, lejos de la frialdad clínica del hospital.
Demetrius, sin voltear, preguntó: "¿Y ahora qué vamos a hacer?".
Melinda, con la mirada perdida en el suelo, respondió en voz baja: "No lo sé, Demetrius. No lo sé".
Donovan, quien siempre había sido el pilar de la familia, se sentía impotente. "Tenemos que seguir con nuestras vidas. La empresa no se va a manejar sola", dijo con un tono que intentaba ser firme, pero que revelaba una profunda tristeza.
Demetrius se giró bruscamente, la frustración y el dolor visibles en su rostro. "¿Es todo lo que tienen que decir? ¡Damián está ahí, inconsciente, y ustedes solo piensan en la empresa!"
Melinda levantó la cabeza, sus ojos llenos de lágrimas. "No es así, Demetrius. Nos importa Damián, pero no sabemos cómo ayudarlo. El doctor dijo que…"
"¡No me importa lo que dijo el doctor!", interrumpió Demetrius, su voz temblando de emoción. "Él es nuestro hermano, mi hermano. No puedo simplemente ignorar lo que está pasando".
Un silencio pesado cayó sobre la sala. Finalmente, Donovan rompió el silencio. "Demetrius, entiende que estamos haciendo lo mejor que podemos. No sabemos cuánto tiempo estará así. No podemos dejar que todo se derrumbe".
Demetrius se dejó caer en una silla, su energía agotada. "No es justo", susurró. "Él solo tiene 19 años. Apenas estaba empezando a vivir. Y ahora…"
Melinda se levantó y se acercó a Demetrius, poniendo una mano en su hombro. "Haremos todo lo posible para ayudarlo, hijo. Pero también tenemos que seguir adelante. No podemos dejar que el dolor nos consuma".
Demetrius asintió lentamente, aunque en su corazón sentía que algo estaba mal. Sabía que la vida debía continuar, pero no podía evitar sentir que Damián merecía más atención, más cariño del que estaba recibiendo.
"Voy a estar aquí para él", dijo Demetrius, más para sí mismo que para sus padres. "No importa lo que pase, no voy a dejarlo solo".
Melinda sonrió tristemente y apretó el hombro de su hijo. "Sabemos que harás lo correcto, Demetrius. Siempre has sido un buen hermano".
La familia quedó en silencio, cada uno inmerso en sus propios pensamientos y preocupaciones. La situación con Damián había puesto a prueba sus límites, pero en ese momento, Demetrius sabías que tenía que ser fuerte por su hermano. Aunque sus padres parecieran distantes, él nunca dejaría de luchar por Damián.
Mientras tanto...
Anya estaba sentada en una cafetería cercana a Edén, removiendo distraídamente su taza de café. Frente a ella, el profesor Henderson, un hombre ya mayor pero con una mirada cálida y comprensiva, escuchaba atentamente.
"Anya," dijo Henderson con voz suave, "me alegra mucho verte de nuevo y saber que sigues destacando en tus estudios. La beca en Italia es una oportunidad excelente."
Anya suspiró, tratando de encontrar las palabras adecuadas. "Profesor Henderson, hay algo que debo decirle. Agradezco mucho la oportunidad, pero... hay complicaciones en mi vida ahora."
Henderson frunció el ceño ligeramente, preocupado. "¿Complicaciones? ¿De qué se trata, Anya?"
"Estoy embarazada," dijo Anya, su voz apenas un susurro. "Y además, Damián, está inconsciente. No ha despertado desde el accidente."
El profesor Henderson se quedó en silencio por un momento, asimilando la información. "Lo siento mucho, Anya. No puedo imaginar lo difícil que debe ser esto para ti."
Anya sintió cómo sus ojos se llenaban de lágrimas. "No sé qué hacer, profesor. Quiero aceptar la beca, pero no puedo dejar a Damián ni a nuestro bebé. Todo se siente tan abrumador."
Henderson la miró con compasión. "Anya, eres una joven muy fuerte y capaz. Esta situación es extremadamente desafiante, pero no tienes que enfrentarlo sola. ¿Has pensado en hablar con un consejero o buscar apoyo?"
Anya asintió lentamente. "Sí, he hablado con algunos amigos y con mi familia. Todos me dicen que debo hacer lo que crea que es mejor, pero no es fácil."
El profesor Henderson se inclinó hacia adelante, apoyando sus manos en la mesa. "Lo importante es que tomes una decisión que sientas que es la correcta para ti y tu futuro. La beca es una gran oportunidad, pero también lo es el amor y la responsabilidad que tienes hacia tu bebé y hacia Damián. Quizás puedas encontrar un equilibrio, o tal vez esta no sea la mejor opción en este momento."
Anya se quedó pensativa, agradecida por las palabras del profesor. "Gracias, profesor Henderson. No esperaba que esto fuera tan difícil, pero sus palabras me ayudan a ver las cosas con más claridad."
Henderson sonrió suavemente. "Recuerda, Anya, que la vida a veces nos pone en situaciones difíciles, pero cada desafío es una oportunidad para crecer. Confío en que tomarás la mejor decisión para ti y tu familia."
Anya asintió, sintiendo un poco más de paz en su corazón. "Gracias, profesor. Haré lo mejor que pueda."
Mientras salía de la cafetería, Anya sabía que el camino por delante sería complicado, pero también sabía que no estaba sola. Con el apoyo de sus seres queridos y la fuerza que encontraba en sí misma, enfrentaría cualquier desafío que viniera.
Anya tomó una decisión difícil pero sentía que era la correcta: aceptaría la beca en Italia. Sabía que dejar a Damián y a su familia sería doloroso, pero también reconocía que esta oportunidad era crucial para su futuro y el del bebé que esperaba.
En el hospital, Anya entró a la habitación de Damián. La luz tenue del atardecer se filtraba por la ventana, bañando la estancia en un resplandor dorado. Se acercó a la cama, tomando la mano de Damián entre las suyas.
"Hola, amor," susurró, aunque sabía que él no podía escucharla. "He tomado una decisión. Me iré a Italia. Sé que suena egoísta, pero siento que es lo mejor para nosotros. Prometo que haré todo lo posible para estar bien y para que nuestro bebé tenga una buena vida."
Las lágrimas rodaban por sus mejillas, cayendo sobre las sábanas blancas. "Te amo, Damián. Y no voy a olvidarte nunca. Voy a luchar por nosotros, por nuestro futuro. Volveré cada vez que pueda, y estaré pendiente de ti. Pero necesito ser fuerte ahora."
Mientras tanto, en la sala de espera, Demetrius esperaba ansiosamente a Anya. Al verla salir, su rostro reflejó una mezcla de preocupación y curiosidad.
"¿Estás bien?" preguntó, levantándose para acercarse a ella.
Anya asintió, secándose las lágrimas. "Sí, Demetrius. He decidido aceptar la beca. Sé que es difícil, pero creo que es lo mejor."
Demetrius la miró, comprendiendo el peso de su decisión. "Te apoyo, Anya. Sé que Damián también lo haría. Vamos a estar bien aquí. Tú ve y haz lo que tienes que hacer."
Ella sonrió débilmente, agradecida por su comprensión. "Gracias, Demetrius. Significa mucho para mí."
En casa, Anya tuvo una conversación difícil con sus padres, quienes, aunque sorprendidos, la apoyaron en su decisión. Empacó sus cosas, intentando no dejarse abrumar por la tristeza.
Finalmente, el día de su partida llegó. En el aeropuerto, Anya asintió, abrazando a Demetrius, quien la abrazó cálidamente. "No te preocupes por Damián. Lo cuidaré."
"Gracias, Demetrius. Eres el mejor hermano que él podría tener."
Con el corazón pesado pero decidido, Anya se dirigió hacia la puerta de embarque. Mientras el avión despegaba, miró por la ventana, viendo cómo su ciudad se hacía cada vez más pequeña. Sabía que estaba comenzando un nuevo capítulo en su vida, uno lleno de desafíos y oportunidades. Y con la determinación de asegurar un futuro mejor para ella y su bebé, se sintió más fuerte que nunca.
La beca en Italia era solo el comienzo. A pesar de la distancia y las dificultades, Anya estaba decidida a hacer lo correcto, con la esperanza de que algún día Damián pudiera despertar y reunirse con ellos.
ESTÁS LEYENDO
Volverás a Amarme
FanfictionCualquier chica universitaria desea terminar la Universidad ¿Cierto?, yo también lo deseaba, pero mís planes cambiaron drásticamente cuando descubrí que algo se estába desarrollando en mís entrañas, algo que en unos meses me llamaría mamá, no puede...