La verdad

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El camino hacia la mansión Desmond fue un borrón de lágrimas y pensamientos caóticos. Cada paso resonaba en mis oídos, mezclándose con los latidos acelerados de mi corazón. No podía dejar de pensar en las palabras de Anya, en la confesión que había arrancado de sus labios. Sabía que me había mentido para liberarme, pero esa liberación se sentía más como una condena.

Al llegar a la imponente mansión de mi familia, las luces doradas que iluminaban las ventanas me parecieron frías y distantes. La fachada de la mansión, siempre tan majestuosa, ahora se erguía ante mí como un muro impenetrable. Me sentía pequeño, insignificante, y sobre todo, perdido.

Entré en la mansión con las manos temblorosas y la mente nublada. Las paredes decoradas con recuerdos familiares parecían cerrarse sobre mí, cada retrato y cada objeto una memoria que me empujaba más al borde del abismo. No pude contenerlo más. Las lágrimas comenzaron a brotar de mis ojos, torrentes de dolor acumulado durante días, semanas, tal vez meses.

"¿Qué ha pasado?" La voz de mi madre resonó en el vestíbulo, preocupada y alarmada. Su presencia, siempre tan fuerte y reconfortante, no lograba calmar la tormenta dentro de mí.

"Es... Anya... los niños..." apenas pude articular entre sollozos. Mi madre se acercó, sus manos suaves y cálidas en mis hombros.

"Tranquilo, hijo. Vamos, siéntate. ¿Qué ocurrió?" Su tono era firme, intentando estabilizarme.

Me dejé guiar hasta el salón, hundiéndome en uno de los sofás de terciopelo. Sentía que el mundo giraba a mi alrededor, que la realidad se desmoronaba bajo mis pies. "Ella dijo que... que los niños son de Demetrius," logré decir, mi voz apenas un susurro. "Pero sé que está mintiendo. Lo hizo para protegerme, pero no puedo vivir con esta duda, con este dolor..."

Mi madre me abrazó con fuerza, tratando de calmar mis temblores. Pero nada parecía funcionar. Los recuerdos de Anya y los pequeños inundaban mi mente, cada risa, cada mirada, cada pequeño detalle que ahora se teñía de incertidumbre y desesperación.

"Necesitamos hablar con Demetrius," dijo mi madre finalmente, su voz decidida. "Esto no puede seguir así. Pero primero, necesitas calmarte."

No podía calmarme. La verdad, o la falta de ella, me estaba volviendo loco. Me levanté de golpe, alejándome del abrazo reconfortante de mi madre. "No entiendes," grité, sintiendo cómo la locura se apoderaba de mí. "¡No puedo seguir viviendo así! ¡Necesito saber la verdad!"

Corrí por la mansión, mi mente un torbellino de pensamientos oscuros. Llegué al despacho de mi padre, la habitación donde siempre había encontrado respuestas, pero ahora solo encontraba más preguntas. Tiré libros de las estanterías, buscando algo, cualquier cosa que me diera un poco de claridad. Las lágrimas seguían cayendo, y mis manos temblaban tanto que apenas podía sostener los objetos.

En medio de mi frenesí, la puerta del despacho se abrió de golpe y Demetrius entró, su rostro una mezcla de sorpresa y preocupación. "¿Qué estás haciendo?" exclamó, mirándome con ojos llenos de confusión.

"¡Dime la verdad!" le grité, mi voz quebrada por la desesperación. "¿Son ellos tus hijos? ¡Dímelo!"

Demetrius se acercó lentamente, levantando las manos en un gesto de paz. "No sé de qué estás hablando," dijo con voz suave, pero sus ojos mostraban una comprensión que me hizo dudar.

"Anya me dijo que eran tus hijos," continué, mi voz reduciéndose a un susurro tembloroso. "Pero sé que está mintiendo. No puedo vivir así, Demetrius. Necesito saber la verdad."

Él suspiró profundamente, sus hombros hundiéndose bajo el peso de la confesión que sabía que debía hacer. "No son mis hijos," dijo finalmente, su voz cargada de dolor y arrepentimiento. "Nunca hubo nada entre Anya y yo. Ella te ama, siempre lo ha hecho."

La verdad me golpeó con la fuerza de un huracán, dejándome sin aliento. Me derrumbé en el suelo, incapaz de procesar lo que acababa de escuchar. La mezcla de alivio y desesperación era abrumadora, y sentí que la cordura me abandonaba lentamente.

"Entonces, ¿por qué?" susurré, más para mí mismo que para él. "¿Por qué me mentiría así?"

"Porque estaba asustada," respondió Demetrius, su mirada era inaudita, parecía molesto pero no tanto como para hacerlo notar "Sin embargo, yo también soy padre, pero ella se fue a Italia cuando tú entraste inconsciente, todo porque decidiste... acusarla de infiel."

Demetrius dejó escapar un largo suspiro, su rostro marcado por el peso de la situación. "Anya se fue a Italia porque estaba asustada, confundida, y no quería que tú enfrentaras más sufrimiento por sus decisiones. La acusaste de infidelidad y eso la quebró. Pero no hubo infidelidad, solo desesperación por protegerte."

Me levanté lentamente del suelo, tratando de asimilar sus palabras. "Entonces, todo esto fue un malentendido... Y yo fui el causante de su dolor."

Demetrius asintió, su expresión era de compasión y tristeza. "Sí, y ahora ella está lejos, intentando encontrar paz. Pero, Damián, debes entender que tus acciones tienen consecuencias. Anya te amaba, y aún lo hace. Tienes que decidir qué vas a hacer ahora, al igual que yo con Becky."

La mención de Becky me recordó que Demetrius también estaba en una encrucijada. "¿Y tú? ¿Qué pasa con Becky? No puedo ser el único que está atrapado en este dilema."

Demetrius asintió lentamente, su expresión grave. "Es cierto que Becky y yo estamos casados, pero solo por un matrimonio arreglado. Becky estaba embarazada tras una noche de ebriedad y nuestras familias acordaron la unión para proteger su reputación. Nunca hubo amor verdadero entre nosotros, solo un compromiso forzado."

Las revelaciones seguían golpeándome como una tormenta. "¿Y Anya? ¿Cómo encaja ella en todo esto?"

"Anya es amiga de Becky," explicó Demetrius, su tono sereno. "Se conocieron hace años y se han mantenido cercanas. Anya siempre supo sobre el matrimonio arreglado, pero nunca interfirió. Ella solo quería protegerte, Damián. Quería que tú no sufrieras las consecuencias de nuestras decisiones."

Sentí una punzada de dolor al escuchar sus palabras. Anya había soportado tanto, y yo la había acusado injustamente. "Tengo que encontrarla," dije con determinación. "Necesito hablar con ella y arreglar las cosas."

Demetrius asintió. "Sí, necesitas hacerlo. Anya está dirigiéndose a otro lugar ahora, tratando de encontrar algo de paz. Becky también está al tanto de todo esto. Ella siempre ha querido que tú y Anya fueran felices, a pesar de todo."

La mención de Becky me hizo detenerme. "¿Y Becky? ¿Cómo está lidiando con todo esto?"

Demetrius suspiró, su mirada triste. "Becky es fuerte, pero también está sufriendo. Ella nunca quiso este matrimonio forzado, pero lo aceptó por el bien de nuestro hijo y nuestras familias. Ahora, más que nunca, necesita nuestro apoyo y comprensión."

Me senté de nuevo, tratando de procesar todo lo que estaba sucediendo. Mi mente estaba llena de pensamientos contradictorios, pero una cosa era clara: tenía que hablar con Anya y aclarar todo.

"Entonces, es hora de enfrentar la verdad," dije finalmente, mirando a Demetrius con determinación. "Voy a ir a Italia y hablar con Anya. Pero también quiero asegurarme de que Becky esté bien."

Demetrius asintió, su expresión suave. "Eso es lo correcto, Damián. Ve a buscar a Anya y arregla las cosas. Pero no olvides que Becky también necesita nuestro apoyo. Este es un camino difícil para todos nosotros."

Con esa resolución, me dirigí a mi habitación para hacer las maletas. Sabía que el viaje a dónde quiera que Anya fuera sería largo y emocionalmente agotador, pero era un paso necesario para encontrar la verdad y la paz que tanto necesitábamos. Anya merecía una disculpa y una explicación, y Becky merecía comprensión y apoyo.

Mientras empaquetaba mis cosas, mi madre entró en la habitación, su expresión preocupada. "¿Estás seguro de esto, hijo?" preguntó suavemente.

"Sí, mamá," respondí, mi voz firme. "Tengo que hacer esto. Necesito hablar con Anya y aclarar todo. No puedo seguir viviendo con esta incertidumbre y dolor."

Ella asintió, sus ojos llenos de amor y preocupación. "Entonces ve, y encuentra la paz que todos merecen. Pero recuerda, siempre estaremos aquí para apoyarte."

Con un último abrazo, salí de la mansión Desmond, dispuesto a enfrentar mi pasado y buscar la redención.

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