CAPITULO 1

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  Extrañamente Dancer Cooper pudo dormir una noche entera, eso era una cosa muy rara en su vida. Se sentía reposada y muy, muy relajada. No pensaba que fuese porque ese día iba a ver a Frederick. No podía ser posible, no era la primera vez que pasaban tanto tiempo sin verse, además ningunos de los dos era del tipo de persona sentimental. Ella no sentía nada, la verdad era que no le interesaba verlo o ver cualquier otra persona, debía de ser porque había pasado una semana en la que estaba completamente sola, sin ninguna interferencia del mundo externo. Estaba sola y sin ningún pensamiento que remolinaba por su cabeza, pero cómo se dice, todas las cosas buenas tienen que terminar y era casi la hora de su cita con Frederick y tenía que preparase, odiaba llegar tarde y también Frederick.

Frederick Cooper era su padre adoptivo, había pasado más o menos un año de la última vez que se habían visto. Un par de meses antes le había mandado una carta, el sistema de comunicación preferido de los dos a pesar de la época de las computadoras y de los celulares en la que vivián.

Se hizo una ducha y se vistió. No era el tipo de mujer que dedicaba tiempo en elegir sus vestimentas y resaltar su feminismo, al contrario. Dancer se vistió con jeans descolorido y gastado por causa del tiempo y de tanto lavados, polera blanca, una bota marrón de cuero consumida por el tiempo y por el tanto uso, les llegaban casi a las rodillas y sobre la polera una camisa a manga larga de color gris opaco, para protegerse un poquito del aire mientras viajando en la motocicleta, se pasó un cepillo de peinar en el pelo corto sin preocuparse si estaban bien o mal.

Cuando Dancer llego una semana antes a Charlotte, en North Carolina, se mudó en el apartamento indicado en la carta, allí donde encontró otra carta en la que decía que en el garaje había un motocicleta y que era de ella. Al entrar en el garaje encontró una MV AUGUSTA F4 1000R, era un motocicleta ligera, pesaba solo 190 kg, en poquísimo segundo podía ir a alta velocidad; que era lo que a Dancer le gustaba. Tenía sus colores preferidos, negros y rojos.

Se subió en la motocicleta y la encendió, haciendo que cantase como a ella le gustaba, se gozó la melodía antes de partir, no metió el cascó porque no le gustaba, se puso las gafas del tipo piloto para proteger los ojos del sol, vientos e insectos, luego partió hacia el bar en donde tenía la cita.

Mientras corría por la carretera, pensó por primera vez de cuándo había recibido la carta de Frederick dos meses antes a lo que quería decirle, y tenía una media idea de que cosa se trataba. Iba hacer lo que su padre adoptivo le ordenará, no porque era su jefe o algo por el estilo, sino porque así lo había decidido.

Llego al bar sin ningún problema, vio a Frederick que la estaba esperando.

Frederick Cooper, era un hombre afroamericano alto y fuerte, su aspecto provocaba intimidación y un poco de miedo, sus manos grandes parecían más dar dolor que caricias, su rostro rude parecía no conocer la expresión de felicidad por lo menos hasta que no vio a Dancer bajar de la motocicleta, en ese momento se le dibujo una grande sonrisa que hasta para quién no lo conocía podía sorprenderse. Dancer lo hizo a pesar de que no lo demostró.

Bajó de la motocicleta, se puso derecha cómo hacen los soldados y le hizo el clásico saludo militar, él le respondió igualmente. En cuestiones de rangos Dancer era más en alto de Frederick y era él que por primero debía saludarla, pero para ella siempre será su jefe, no importa donde en alto ella llegará y en donde en bajo él se quedará.

- ¿Como esta pequeña? - Frederick se acercó a ella y la abrazo con el afecto de un padre. Por todo el tiempo Dancer se quedó rígida como una tabla de planchar, si Frederick le hubiera visto el rostro habría visto pura sorpresa y un millón de preguntas en sus ojos azules, que en ese momento estaba más anchos que dos platos.

DANZA MORTALDonde viven las historias. Descúbrelo ahora