91.

3.2K 317 25
                                    

—Ay, qué bonita bebé —dijo mientras veía a Mel recién salida de bañar.

Sonreí acostándola junto a él. Inmediatamente comenzó a besar sus mejillas rosadas.

—¿De verdad te vas a tener que ir? —pregunté triste—. Pensé que cenarías con nosotras, es tu primera noche.

—Ay, mi amor, hace mucho que no veo a mis compas —contestó—. Además, también es para acordar algunas cosas.

Suspiré y me acosté al lado de ambos. Me centré en Mel, comencé a hacerle cosquillas.

—No te enojes, mami.

—Es que recién llegaste y te irás —contesté—. Seguramente así será todos los días que estés aquí.

—Tengo que trabajar, amor.

—Está bien —dije seria.

Peiné las cejas de mi bebé con las yemas de mis dedos.

—Vamos a cenar solitas otra vez, mi amor —dije exagerando con mi bebé.

—Eres una chiflada, Paula —dijo divertido—. Nada más me quieres hacer sentir mal.

—No te vayas.

Caminé hacia él y me dejé caer encima suyo.

—Si te quedas, podemos hacer otras cosas después de cenar —puse mi mano en su estómago bajo.

—Paula —me regañó—. La niña está aquí.

Carcajeé.

—Es que en serio no quiero que te vayas —dije triste—. Te extrañé mucho y quiero tenerte aquí.

—Mi amor, pero voy a llegar en la noche, no me estoy yendo para siempre.

—Está bien, abandóname entonces.

Me levanté pero inmediatamente me jalo hacia él de nuevo.

—No seas chillona, mami —me molestó—. Mañana seré todito tuyo.

—¿Lo juras? —asintió.

—¿Qué crees que yo no quiero estar contigo?

—Prefieres irte con Nata —dije triste—. Que bueno que ya le hablé a Gabito para que venga a cenar con nosotras.

—Paula —me regañó—. Ya te dije que esos chistesitos no me gustan, eh.

—Ay, pues es la verdad.

—Ah, pues entonces al rato no andes chillando si ves morras en las reuniones.

Abrí la boca enojada y lo empujé. Junior comenzó a reír y yo solo tomé a Mel para darle de comer, ignorándolo.

—Ya, déjame —dije apartando su mano de mi cara.

—¿Te enojaste? —me preguntó y lo miré obvia—. Tú empezaste, ahora aguántate.

—Ya, pues, vete.

Sonrió.

—Ay, sí, ¿crees que me voy a ir y dejarte aquí enojada? —contestó—. Ni que estuviera loco.

—Pues allá vas a estar bien acompañado, con razón te quieres ir.

—Era una broma, Paula, no seas así.

Asentí mientras miraba a mi bebé comer, poco a poco cayendo dormida.

—Perdóname, era un chiste.

—Está bien, Antonio, ya —susurré al ver que Mel ya había caído.

la cherry; junior hDonde viven las historias. Descúbrelo ahora