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—Mami, respira y dime qué te duele —dije desesperado, mirando hacia el asiento mientras manejaba.

Paula solo negó con una mueca de dolor y un quejido.

—No puedo, en serio —contestó casi llorando.

—Tal vez solo son contracciones, amor. Ya vamos a llegar, tranquila.

Negó con fuerza.

—No quiero alarmarte, pero sé lo que son las contracciones por Mel y esto no lo es —dijo asustada—. De verdad, tengo miedo.

Asentí y respiré profundo, tratando de relajarme.

—No te preocupes, todo va a salir bien, amor.

En realidad, yo también estaba muerto de nervios por dentro. Apenas Paula me despertó por la madrugada diciendo que sangró, tenía el estómago hecho un nudo.

—Mi amor, ¿puedes bajar o te ayudo? —dije apenas me estacioné en el hospital.

Me miró negando suplicante. Bajé rápido y como pude, la cargué hasta el interior. De ahí, todo fue tan rápido que ni siquiera lo procesé.

—¿Qué pasó? —me preguntó Estef llegando a la sala de espera.

—No sé, empezó con dolores de la nada —contesté desesperado—. ¿Crees que sea grave?

—No, tú no te preocupes, todo va a estar bien —respondió intentando darme seguridad—. Lo que sí es muy probable que Toñito llegue hoy.

Abrí los ojos de más, sorprendido.

—Pero todavía le faltan unas cuatro semanas.

—Quiso adelantarse. ¿Trajeron la maleta? —al mirarme confundido, suspiró—. Dame las llaves de su casa y traeré la pañalera.

Tragué saliva y asentí rápido para sacar mis llaves.

—¿Tú necesitas algo? —negue.

—Gracias, Estef.

Suspiré y me senté en la silla, con las piernas temblando. Todo lo que nos dijeron y advirtieron tanto en el embarazo sobre el riesgo que implicaba el bebé vino a mi cabeza. Apenas vi al doctor salir, me levanté a preguntar.

—Pero no entiendo, ¿qué va a pasar ahora?

—Como se los dijeron, Paula no estaba lo suficientemente fuerte para poder tener un bebé —contestó serio.

Tragué saliva, nervioso.

—¿Pero eso qué verga significa?

—Revisamos todo y el bebé está bien —solté un suspiro, relajándome—. No sé si será lo mismo con Paula, pero nos aseguraremos de que así sea.

Toda la tranquilidad que había tenido en segundos se esfumó.

—¿Cómo que Paula no? —pregunté alterado—. Hagan lo que sea, lo que sea lo pago, si necesitan traer a alguien, yo tengo mi avión, pero usen todo, por favor.

El médico me miró unos segundos asustado y asintió.

—Mira, solo necesito que me des autorización para comenzar la operación para sacar al bebé y empezar inmediatamente a estabilizar a Paula.

Asentí rápido.

—Háganlo ya, por favor —supliqué—. Pero lo que sea, de verdad, pídanmelo.

Asintió y me dio una leve sonrisa para irse. Me senté en la sala de espera durante horas, nada más prendía el celular para comunicarme con Nata, que tenía a Meli.

—No, yo creo que va para rato esto —sorbí mi nariz—. Ahí aguántamela.

—Sin problema, pa —respondió—. Lo que sí es que me la llevaré a la plaza o algo porque yo no sé cómo verga distraerla.

Reí levemente.

—Sí, ahí distráeme a mi nena —me asomé por el pasillo pero aún nada—. Gracias, wey.

Estuvimos unos momentos más hablando, yo solo veía las horas pasar. Hasta que en la madrugada, por fin, salió el doctor.

—¿Ya salió? —me miró y suspiró.

—Señor Herrera, su hijo está sano y salvo, salió perfecto y ahora mismo está solo en revisión —contestó—. En unos instantes, podrá verlo.

—¿Y mi esposa? —pregunté desesperado.

—Mire, seré sincero, Paula está en estado de riesgo —sentí mi corazón alterarse—. La conseguimos estabilizar, pero lo que sigue es crucial para ver cómo logrará recuperarse.

—¿Y la puedo ver siquiera?

Supongo que me vio muy desesperado, se quedó pensando unos segundos pero inmediatamente dijo que sí.

—Acompáñeme —me dijo—. Solo que nada más podrá estar unos minutos.

Asentí rápido. Me estremecí cuando llegamos al cuarto y vi a mi Pau ahí postrada, con los ojos cerrados y toda conectada.

—Lo dejo y en unos minutos regresaré, ¿sí?

Volví a asentir. Me senté en el sillón al lado y lo moví hasta estar tomando su mano.

—Hola, mami —acaricié su mano—. No sé qué decirte, ayer en la mañana estabas perfecta, hasta nos quedamos más tiempo platicando, mi amor.

Suspiré, aguantando mis ganas de soltar todo.

—Oye, mi vida, ni siquiera creas que me vine a despedir o algo, ¿eh? —continué—. No te doy permiso de dejarme aquí, tanto que me hiciste batallar para que ya así tan fácil, ni lo creas.

Me quedé pensando y suspiré.

—Además, ¿cómo le haría sin ti? —se me cortó la voz—. A Mel no le gusta que le cante yo, sino tú. Y para ser sincero, a mí me encanta escucharte hasta hablar.

Pegué mi cara a su mano.

—Ay, mi amor, cómo me duele verte así —me quedé ahí pensando—. Los años van a pasar y para mí, mi momento favorito fue cuando te vi por primera vez, tan bonita mi niña.

Sonreí al recordar.

—Pero cómo eras de batallosa —reí un poco—. Pero así me encantaste, mami, porque nunca nadie me había querido y cuidado como tú.

Me levanté para besar su frente.

—Y a ti nunca nadie te va a querer ni cuidar tanto como yo —di otro beso—. Vas a estar bien, mi amor, y lo que tardes para recuperarte, yo me quedaré ahí contigo, ayudándote, pero solita nunca estás ni estarás.

Acaricié suavemente su cara.

—Te amo, te amo, Paula —dije sincero—. Me muero por ti y aquí afuera te estaré esperando hasta que te recuperes.

Sonreí y suspiré.

—Y si me estás escuchando, quiero decirte que ya tengo a nuestro bebé conmigo—dije un poco más animado—Gracias por hacerme tan feliz desde que llegaste a mi vida, ha sido una vida muy buena junto a ti, mami.

Ya estamos a nada del final, aún no estoy segura de si será el próximo capítulo o en dos más. Las amo, amiguísimas, gracias por preguntar tanto por mi.

la cherry; junior hDonde viven las historias. Descúbrelo ahora