94.

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—¿Qué pasó, mi amor? —preguntó Junior cuando abrí la puerta.

Yo no podía dejar de llorar y los llantos de Mel eran cada vez más fuertes.

Apenas cerró la puerta, nos abrazó. Me masajeó la cabeza mientras pegaba su cara a mi mejilla.

—Ya, mami —susurró— Tranquila.

—Perdóname.

—Pau, tienes que calmarte porque no sé si consolar primero a Mel o a ti.

Asentí y le di a la bebé.

—Iré por café, ¿sí?

No esperé su respuesta y me encaminé a la cocina. Rápidamente limpié mi cara.

¿A qué edad se quita lo chillona? pensé mientras servía mi café. Yo seguía siendo igual de sensible que cuando conocí a Junior.

Salí con mi taza en mano pero no había nadie en la sala. Fui a mi cuarto y ahí estaba él, recostado con mi bebé en el pecho, quien ya estaba dormida y calmada.

—¿Cómo lo hiciste? —susurré— En todo el día no había parado.

—Soy su papá.

Envidiaba lo fácil que era para él. Mi nena lo adoraba; apenas lo veía, sonreía y movía sus pies enérgicamente. Era una fiel fan suya.

Tal vez porque todo el embarazo sintió lo enamorada que estoy de mi hombre. Yo también soy adicta al calor que genera Junior y lo hermoso que es estar abrazada a él.

—Dormiré en la sala —susurré cerrando la puerta.

—Paula —me detuve— No te vas a salvar de nuestra plática. Te veo en la sala pero para hablar.

Suspiré y asentí. Unos minutos después, Junior apareció con una cobija en mano.

—Ven —dijo sentándose y palmeando sus piernas.

Lo miré extrañada.

—Ay ya, Paula —respondió— Eres mi esposa y sabes perfectamente que no aguantas más estar enojada.

Me levanté y me senté encima suyo, recargando mi cabeza en su pecho, escondiéndome.

—Perdóname.

Apenas lo dijo, comencé a llorar. Qué tonta, Paula.

—¿De verdad somos una carga? —pregunté— ¿Te hartamos?

—¿Tú en serio crees que he llegado a pensar eso? —respondió— ¿No has visto el amor con el que las veo? ¿O las noches que me he desvelado con Meli y cuando finalmente puedo dormir, me quedo hablando contigo?

—Yo lo sé —sorbí mi nariz— Es solo que he pensado en tus palabras a diario, me han atormentado mucho.

—Mi amor, fueron palabras vacías, me arrepentí al instante —acarició mi espalda— Venía muy enojado del trabajo y solo quería respirar.

—Pero si fue así, ¿llegará un día en que quieras respirar para siempre de nosotras?

—Paula, ¿por qué tienes que quemarte la cabeza pensando cosas extremas? —preguntó— ¿Cuándo te va a quedar en claro que eres mi vida entera?

—Es que tú no ves las cosas como yo, Junior.

—Entonces explícame.

—El problema es...

—No, mírame a los ojos —pidió— Quiero que me mires a los ojos cuando hables.

Suspiré y me separé de su pecho para mirarlo.

la cherry; junior hDonde viven las historias. Descúbrelo ahora