102.

5.9K 454 136
                                        

Volteo y veo a Meli, sus ojos grandes y asustados clavados en la araña.

—Ay, mi amor—le digo con una sonrisa tierna—, es que a mí también me da cosa. Espérate a que venga tu papá, ¿sí?

Me devuelve la mirada, temblorosa, pero asiente despacito, su carita reflejando una mezcla de miedo y confianza.

—Déjala jugar un rato, ella también es chiquita como tú—le sugiero mientras veo el pastel medio decorado—. Mejor ayúdame con esto.

Se acerca, todavía con paso lento, mientras cargo a mi bebé en el canguro. Sus pequeños pasos resuenan en la cocina, llenando el espacio de una calma que no terminaba de apaciguar mi impaciencia. Cada detalle del pastel, del letrero, todo lo que habíamos preparado para celebrar la llegada de mi hombre, me recordaba cuánto lo extrañábamos, cuánto lo necesitábamos de vuelta.

—Y si le pones algo bonito?—le digo a Meli con una sonrisa cómplice—. Hazle un corazón, como te enseñé.

Busco un banquito para que alcance la mesa, y juntas, con sus manitas en las mías, guiamos la manga de merengue para que decore unos corazones chuecos, justo al lado del "Bienvenido a casa, mi amor", que yo había escrito torpemente.

—¡Vivaa!—grita con una alegría desbordante cuando termina sus corazones, y no puedo evitar reírme. Esa risa suya, tan pura, me llena de felicidad. Pero, aun con esa alegría momentánea, mi mente volvía al reloj, marcando los minutos que parecían eternos.

La bajo del banco y, aunque sigue conmigo por un rato más, pronto se aburre y se va a jugar. La veo alejarse mientras le acaricio los piecitos a mi bebé, buscando en su pequeña risa una manera de calmar mi ansiedad.

—¿Tú crees que le guste?—le pregunto en voz baja, mirándolo a los ojos—. Seguro se va a morir cuando vea lo gordito que ya estás.

Su risa suave y chispeante me hace sonreír, y mientras le hago cosquillas en su pancita, dejo escapar un suspiro profundo. Miro el pastel una última vez, tratando de distraerme de la impaciencia creciente que llenaba el aire. Lo coloco con cuidado en el centro de la mesa, dándome cuenta de que, aunque todo estaba listo, algo en mí no podía estar en paz hasta tenerlo de vuelta.

El letrero "Bienvenido" que habíamos hecho con los niños me hace sonreír aún más. Las manitas de pintura de mis nenes, cada trazo infantil, me llenaban de amor y se que Junior amaría sus garabatos sin sentido.

—Meli, vete a lavar ya los dientes, amor—le digo mientras la observo, sabiendo que ese momento tan esperado se acercaba.

Me mira de reojo, con esa misma cara de enojo que tanto me recuerda a su padre.

—Mañana es tu primer día de escuela.

—¿Pero y papi?

Le sonrío con ternura, tratando de calmar su impaciencia, aunque la mía latía con fuerza en mi pecho.

—Ahorita llega, solo ve a lavártelos y bajas a esperarlo.

Suspira, resignada, y sube las escaleras lentamente. Me quedo revisando su mochila mientras el silencio en la casa se alarga. El reloj avanza, pero los minutos se sienten como siglos. La impaciencia me quema desde adentro. Decido hacerme un café, intentando matar el tiempo que parecía haberse detenido. Cada sorbo no hacía más que aumentar mi ansiedad, pero justo cuando estaba a punto de levantarme para ver por la ventana, la puerta se abre.

El grito emocionado de Meli y sus pasos apresurados corriendo hacia su papá inundan la casa.

—Ay, mi bebé, vengase para acá—escucho su voz, esa que me llena de paz y que había añorado tanto.

Has llegado al final de las partes publicadas.

⏰ Última actualización: Oct 14, 2024 ⏰

¡Añade esta historia a tu biblioteca para recibir notificaciones sobre nuevas partes!

la cherry; junior hDonde viven las historias. Descúbrelo ahora