99.

4K 340 173
                                    

—¿Por qué se regresaron? —pregunté mientras seguía doblando la ropa en mi sala.

Junior me ignoró y corrió al cuarto.

—Este pendejo quiso vomitar —se quejó Nata-. Voy a creer que no se pudo aguantar, además dice que se siente bien mal el pinche exagerado.

—Ey, déjalo —lo señalé—. Al pobre le están dando los síntomas de mi embarazo, pero no lo molestes.

Junior desde el quinto mes había comenzado con náuseas y mareos, el ginecólogo después nos dijo que era posible que recibiera mis síntomas. Lo confirmamos cuando comenzó a darle asco la comida.

—Está inventando todo porque no quiere chambear.

—Ya, déjalo —volví a regañarlo—. Cuida a Mel y yo iré a ver a mi amorsito.

Nata me hizo burla y yo subí las escaleras para ver a mi hombre.

—Amor—toqué la puerta del baño—. ¿Estás bien?

Salió pálido del baño y se acostó.

—No entiendo por qué me siento tan mal —dijo agarrándose la cara—. Mi nena no me dio estos problemas.

Me recosté junto a él, no sin antes dar un beso en su mejilla.

—Perdóname, mi amor.

—No pasa nada, mi cielo —besó mi frente—.
Solo necesito recostarme.

Abrió los ojos de nuevo para verme de reojo.

—Y ahora tú andas como si nada, ¿verdad?

Sonreí y asentí.

—No he tenido ni un solo asco y he tenido bastante energía —respondí—. Y no nos hemos peleado.

—Gracias al cielo.

Volvió a cerrar los ojos y, al saber que Nata tenía a la niña, me permití quedarme un poco junto a él.

—Ey, no creas que no vi el comentario de ese pendejo en tu última publicación.

Sonreí. Sabía perfectamente de qué me hablaba. Gabriel me había comentado mi último post en Instagram.

—¿De qué hablas?

—Ay, sí, ahora resulta —dijo aún con los ojos cerrados—. "Qué chula se te ve esa pancita, los extraño".

Carcajeé al escucharlo imitar a Gabito.

—Le iba a contestar que quién le preguntó al pendejo ese, pero no quería armar polémica.

—Y qué bueno que no lo hiciste o te hubiera regañado.

Nos quedamos en silencio y yo me abracé a él.
Pensé que el tema había terminado hasta que unos minutos después:

—Y todavía tú le contestas "Ay, gracias Gabito".

—Ya, Antonio, supera.

—Grosera.

Me tomó de la cintura y me jaló hacia él, haciéndome quedar encima suyo.

—Ya pesas, mami.

—Pues traigo a tu hijo adentro —pegué en su pecho.

—Me encanta verte así, con tu pancita —dijo acariciándome.

—¿Sí? Aunque parezca que me comí una vaca.

Sonrió.

—Verte así es mi debilidad, te ves tan brillante y bonita —me acerqué para que me besara-.Ahora que me acompañaste al concierto, no podía dejar de verte.

la cherry; junior hDonde viven las historias. Descúbrelo ahora