97.

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—¡Que no, hija! —regañó a Mel—. Eres igual de necia que tu madre.

Sonreí al ver la escena de mi bebé tratando de comer arena y mi esposo molesto.

Decidimos que en nuestro viaje para ver al doctor podríamos traer a Melissa para festejar su primer año. Sobre todo, nos emocionaba la idea de que conociera el mar.

—Bueno, Melissa, cómete toda la playa entonces —dijo Junior cuando empezó a llorar—. Yo creo que tu mamá no te ha de dar de comer.

—Mi amor, pues déjala, no le va a pasar nada.

Pronto Mel se calmó y volvió a lo suyo.

—¿Puedo llevarla al mar? —preguntó, y lo miré dudosa—. Solo a que toque sus piecitos.

—Voy con ustedes para grabarlos.

Me levanté, tomé mi celular mientras que Junior tomaba en brazos a mi bebé.

—Mira, amor, si te gusta el mar, mañana mismo compro una casa frente al mar, a la verga —le dijo a Meli.

—¡Esa boquita, Antonio!

—Como si ella no dijera cosas peores cuando está enojada —fingió susurrar.

La bajó y la sostuvo de ambos bracitos, esperando que una ola tocara sus pies.

—Ándale, mi amor, aunque sea finge una sonrisa para que nos compren esa casa —bromeé.

Apenas tocó el agua, mi bebé sonrió. Mi corazón saltó cuando vi a Junior con una sonrisota y los ojos brillosos mirándola.

—¡Casa nueva!

—¿Si te gustó o te dejaste manipular por tu madre, mi amorsito? —dijo besando su cachetito—. Vente, vamos a sentarnos aquí.

La tomó de nuevo en brazos, dando unos pasos atrás donde apenas llegaba el agua. La sentó en el espacio entre sus piernas.

Me recosté a su lado mientras escuchaba cómo ambos jugaban con la arena. Escuchaba a mi bebé carcajearse y yo cada vez me quedaba más dormida.

De repente, el hotel comenzó a poner música en las albercas, el sonido llegaba hasta nosotros.

—Eh, eh, eh —animaba Junior.

Abrí mis ojos para ver de qué se trataba y vi a mi bebé bailando, moviendo su cabeza a la par de pies y manos.

—Igualita a su mamá cuando está borracha —dijo viéndome. Rodé los ojos.

Junior la veía sonriente mientras bailaba con ella.

—Espero que estés así de feliz cuando baile en los antros —dije molestando.

—Tu mamá anda de celosa porque con ella no bailas, mi cielo —la cargó—. Pero ¿qué le vamos a hacer? Mi bebé adora a su papá.

Negué riendo. Llenó de besos en las mejillas a mi bebé.

—Tengo hambre, amor —se quejó—. Vamos a comer algo.

Asentí, me levanté a recoger las toallas y nuestras cosas.

—Déjala caminar —le dije al ver que estaba cargándola—. Así va a mejorar.

Tenía una semana que Meli había dado sus primeros pasos, pero la paranoia de Antonio no estaba ayudando.

—Hay rocas, Paula —me contestó—. Se cae, se pega y se abre la cabeza.

—Literalmente es arena, Antonio.

Me ignoró y acomodó su sombrerito a Meli.

—Poco tiempo me queda de poder cargar a mi bebé. Cada vez está creciendo más, déjame disfrutar tantito.

la cherry; junior hDonde viven las historias. Descúbrelo ahora