92.

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—Mi amor —me quejé—. Por favor, encárgasela a Estef.

Negó.

—Tiene fiebre, Junior, no la puedo dejar aquí solita.

Bufé.

—De las pocas veces que podrás verme en vivo y te quieres quedar en casa.

Hizo un puchero y se acercó a mí, tomando mi cara.

—Perdóname, amor —me dijo, apretando mis cachetes—. Te juro que mañana ahí estaré.

—Pero esta es la primera fecha—me quejé.

—Junior, tú sabes que Mel no aguanta muchas horas sin mí y menos lo hará ahora enferma.

Suspiré y asentí.

—Pero mañana sí irás, verdad?

—Estoy segura de que para mañana Meli estará como nueva y podré acompañarte.

Sonreí y la besé.

—Tengo que ir con Cochi pero regreso en un rato, ¿sí?

—Sí, mi amor, ven antes para desearte buena suerte.

—La buena suerte me la diste ayer en la noche.

Rió y comenzamos a besarnos de manera más intensa. Puse mis manos en su espalda baja pero comencé a separarme.

—Tengo reunión con Cochi, amor.

—¿No tienes ni diez minutos? —negué sonriendo.

—Ahora te veo, mi vida.

Asintió y me despedí por última vez para salir de ahí. Unos minutos más tarde ya estaba con Cochi.

—¿Y que nada más por sus huevos no podré sacarlo? —pregunté molesto.

—Ni la disquera ni yo creemos que sea bueno y además que pegue —contestó—. No es una opción.

—Verguisima —me levanté molesto—. Como ustedes no escribieron el álbum ni hicieron nada, les vale madre las decisiones que toman.

—Todo se está pensando por el bien de tu carrera, Junior.

Negué, tomé las últimas gotas de alcohol que había en mi vaso para salir de ahí.

—Se me hace una mamada, así que quiero que entre todos arreglen lo que se necesite para que salga ese álbum —dije y antes de que me contestara lo interrumpí—. Y así se va a hacer, a la verga, no quiero escuchar más.

Llevaba meses trabajando día y noche en el álbum. Noches enteras en las que Mel no dormía y yo me ponía a escribir en la sala con ella en brazos.

—¿Bueno? —contesté mientras me subía al coche.

—Junior, wey, no voy a llegar.

—No mames, Nata —me quejé—. No tengo más invitados programados.

—De verdad intenté, pero no voy a poder —contestó—. Mañana estaré ahí.

—Te mamas.

Colgué y golpeé el volante. Nada está saliendo bien hoy, ¿o qué? Comencé a manejar a casa con Pau, pero el tráfico estaba horrible, tanto que comenzaba a hacerse tarde y aún tenía que llegar a que me arreglaran.

—Mel sigue con mucha fiebre y...

No la escuché, caminé a la cantina y serví un tequila para tomármelo de un solo trago.

—Te estoy hablando, Antonio! —me gritó

—Y te escuché, Paula!—respondí igual—. Pero ¿qué quieres que haga? Llama al doctor.

—Tienes razón, mi amor —dijo sarcástica—. ¿Por qué no te largas ya a tomar en lugar de estar con nosotras? Te urge al parecer!

—Pues es la única forma que tengo de desestresarme de ustedes —contesté sin pensar—Si no es Melissa, eres tú, estoy harto a la verga.

—¡Nos largamos entonces! —contestó enojada—. Al parecer quieres que tus problemas sean decidir cuándo saldrás a tomar, no tener una hija.

Se dio la vuelta enojada y yo solo pasé mis manos por mi cara desesperado. Por supuesto que no pensaba nada de eso, solo estaba siendo un día terrible y sentía que explotaría.

Desde saber que Pau no iría hoy y la sorpresa que tenía preparada para ella se tendría que posponer. Por lo que tuve que avisar rápido. Después el álbum, el tráfico, no habrá invitados especiales en la primera fecha.

—Pau, no quise decir eso —dije arrepentido.

Entré al cuarto y la vi guardando ropa en la pañalera.

—Paula, no hagas esto —me acerqué—. Ya no tenemos veinte, tenemos a Meli y...

—Tú mismo acabas de decir que no somos más que una carga —contestó con la voz cortada—. Ya no te molestaremos.

No sabía qué me tenía más tenso, nuestra pelea o que Paula estaba a punto de soltarse a llorar.

—Mi amor, te juro que...

El tono de mi celular me interrumpió, contesté y era mi equipo avisándome que todos estaban esperando a que llegara en ese momento.

—Mi amor —la tomé del brazo—. De verdad, no es nada, solo lo dije porque estoy estresado y...

—Si lo dijiste es porque así lo sientes, Antonio —iba a contestar, pero me interrumpió—. No quiero escucharte, me iré con Estef.

—Pau..—seguí sosteniéndola del brazo

—Si a ti no te importa lo mucho que me ha desgastado ser mamá y al primer apoyo que te pido, te alteras —dijo intentando mantenerse firme—. Entonces no esperes recibir apoyo mío de ninguna forma, ya me cansé también.

No supe en qué momento la pelea había escalado tanto, ni siquiera me di cuenta de cuándo comenzó. Solo estaba estresado.

—No esperes verme mañana en el concierto ni la próxima semana en el aeropuerto.

La miré suplicante.

—Paula, por favor, mi amor, escúchame...

—No, no quiero —negó rápido—. Tal vez lo que necesitas es que nos alejemos más para que no te hartes de nosotras.

No dijo más y salió de ahí.

la cherry; junior hDonde viven las historias. Descúbrelo ahora