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Son tiempos difíciles, es la era de las fake news que tanto se viralizan, que espantan a toda la gente en el internet. Por eso nos corresponde a nosotros esclarecer al público la información en la que verdaderamente conviene confiar. El gobierno nos aniquila. Pienso que es una manera eficiente de definirlo: aniquila a los auténticos periodistas. Es peligroso para mí, que he perdido amigos en el deber. La pandemia nos tiene condicionados a desglosar predicciones inciertas. Y quien se atreva a indagar más a fondo, desaparecerá de la noche a la mañana. Tengo amigos en el IMSS asignados al área de pacientes diagnosticados con coronavirus. Mantengo contacto con ellos regularmente. Ellos se encargan de pasarme información importante. Con ella, el periódico en el que trabajo ha ganado relevancia, la aprobación del público. Mi jefe, quien desconoce mis fuentes, está más que contento con mi desempeño. Tengo el trabajo cubierto, al menos durante el confinamiento. No salgo de casa salvo para ir a comer o al mandado, y aun así cubro la historia de la semana gracias a mis contactos. Un buen periodista sabe escoger sus amistades. Aprendí a distinguir qué me conviene. Pero no fue así con Néstor. Maldito cabrón. Por ahora sólo diré que era muy guapo. En fin, teniendo el trabajo cubierto puedo enfocarme en este proyecto de la novela que estoy pensando en abandonar. He leído a muchos autores; cronistas, articulistas, incluso algunos blogs; mas no atiendo ninguna idea o algo que me desenvuelva sobre el papel. Si inventara, no estaría siendo honesto. Es claro que el autor debe utilizar su imaginación, sí; pero conozco escritores que escriben y escriben y publican como maquilas, y eso, a la larga, denota hipocresía, falta de credibilidad. Neil solía decir que hay que ser honesto al momento de redactar, escribir sobre lo que sabemos para sentar bases en el terreno y construir una buena historia. Pensaba que tenía las herramientas suficientes para escribir una novela que cambiaría las reglas del juego, pero me di cuenta de que no sé tanto de la vida, o tal vez no estoy preparado para decir algo. Todavía no. Es ahí que el caos hace de las suyas. La tranquilidad nos adormece, nos apacigua. Le quita la diversión a todo. Necesito retos. Quiero volver a sentir la adrenalina, un furor parecido al que sentí cuando miré a Néstor sodomizado en nuestra cama, aquella que compartimos por cinco largos años. Aunque debo tener cuidado con lo que pido. Es fácil hacerse el valiente en estos casos. De cualquier forma, estoy preparado. Nada duele tanto como una ruptura en el corazón que nos hace desconfiar de todo, que nos impide la plenitud. No se puede ser tan egoísta y fingir que no estás destrozado; fingir indiferencia por alguien a quien entregaste una parte de ti, pero no todo el mundo lo entiende de esa manera. Al abrir la puerta de mi departamento, enciendo la luz. Aviento mis cosas en el sillón y saco una lata de cerveza del refrigerador. El sol todavía alumbra, pero cierro las cortinas y me siento en el piso de la sala. Quiero escuchar música, por lo que enciendo mi teléfono y lo conecto a las bocinas. Voy hasta la pestaña de «Canciones» y presiono «Todo aleatorio». Recargado en la pared, un suave piano acompaña la dulce voz:

...Stood on the cliffside screaming: "Give me a reason",

Your faithless love's the only hoax I believe in...

A lo mejor todo fue una farsa que no noté desde el principio. Perdónenme, es que estaba enamorado.

Rojo amanecerDonde viven las historias. Descúbrelo ahora