24

4 0 0
                                    

He guardado todo lo que han escrito sobre Eduardo. Notas periodísticas, libros, revistas, artículos de internet, vídeos, páginas de blogs. Mi querido Lalo se volvió una súper estrella. Eso hace que lo extrañe todavía más. Cometí un terrible error al haberlo dejado ir, al cambiar toda una vida por un instante con Jorge. Él me sedujo. Ya nos habíamos visto en la calle anteriormente. Nunca sospeché que le gustaban los hombres. Sus ademanes, su manera de hablar, la forma en la que se viste; un toro alto, corpulento, pelaje oscuro y mirada fría, varonil. Pero sus ojos... Sus ojos lo dijeron todo en ese momento que nos encontramos en la puerta del edificio donde vivíamos Lalo y yo. Me pareció extraño verlo allí; llevaba pantalones ajustados y playera roja de manga corta. Sus músculos, el tamaño de sus piernas y de sus hombros; un protomacho hecho y derecho. Sucumbí ante la tentación y le dije que lo hiciéramos en otro lugar, pero mencionó que su novia vivía con él y que tenía el tiempo medido. Acorralado, lo invité a nuestro departamento. Una vez cerrada la puerta, me amordazó contra la pared para quitarme la ropa. Nos besamos. Avanzamos hasta la habitación y nos revolcamos sobre las colchas. Recuerdo cómo me volteó para saborearme. No paró de lamerlo todo por varios minutos. Jugaba con todos los rincones de mi cuerpo. Tenía miedo de que Eduardo volviera antes y que nos hallara en la movida, pero no fue así durante un año, no hasta aquel día. Así como así. Tenía las piernas amordazadas a la cintura de Jorge, sus brazos sujetados a mi cuerpo mientras estaba embistiéndome con una fuerza descomunal y nos ahogábamos en el hedor. Recuerdo que lo derribó de la cama. Intentó golpearlo, pero alcancé a interponerme entre los dos. Yo sabía que Jorge le ganaría a Eduardo. Por eso los contuve. No quería que ninguno de los dos saliera lastimado. Lágrimas, gritos, bofetadas... Toda una escena por parte de mi Lalito; incluso le dije en su cara que ya no me satisfacía. En aquella época yo creía que estaba enamorado de Jorge. Cometí la locura de irme a vivir con él. Tanta humillación hizo que Eduardo me echara de su apartamento. Jorge alcanzó a ponerse los pantalones, allí traía su celular, la cartera y las llaves del carro. Por mi parte, sólo pude agarrar mis bóxeres antes de que Eduardo me diera una patada en el estómago y me estampara de espaldas contra el muro del pasillo. Me golpeé la nuca y quedé ligeramente noqueado por el impacto. Un portazo. Jorge me ayudó a levantarme. Miré la puerta unos segundos, algo asustado por lo que acababa de pasar. Tuve miedo. Al salir del edificio y subirme al auto de Jorge, cuando la gente comenzó a burlarse de mí por andar en calzones, medité si todo acabaría peor.

—Voy a terminar con mi novia —comentó el toro al verme con la mirada inclinada hacia el frente—. Esto se acabó, basta de esconderse.

Me acuerdo de su semblante al decir esas palabras; empedernido, convencido de actuar.

—¿A qué te refieres?

—¿No lo entiendes, Néstor? —me decía conduciendo— He estado fingiendo ser alguien que no soy sólo porque tengo miedo de lo que puedan decir sobre mí.

—¿Nadie lo sabe? ¿No se lo has dicho a nadie?

—He sido cuidadoso. Mi idiosincrasia impide que las personas sospechen, ¿sabes cómo?

—Ya veo.

—Bárbara es una loba hermosísima, no hay duda de eso.

—Su pelaje blanco, hombre...

—Sí, ya lo sé. Por eso ella merece a alguien que en verdad la ame, y ese alguien no soy yo —tomó mi mano y la besó sin dejar de prestar atención en el tráfico—. Yo te amo. Quiero que vivamos juntos. Dejemos de aparentar, Néstor. Eso sólo nos aplastará hasta matarnos.

Todo en él era perfecto en ese momento.

—Me agrada la idea.

—Ya no me importa que me juzguen. Mientras esté contigo, todo saldrá bien.

—Esperemos que las cosas cambien a partir de ahora, Jorge —le dije perdiéndome entre las calles—. Ojalá y sea así pronto.

Rojo amanecerDonde viven las historias. Descúbrelo ahora