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Eduardo quiere decirme algo, pero no se atreve. ¿Será sobre Jezabel? ¡Bah, por supuesto que sí! Se comporta extraño cuando hablamos de ella. A lo mejor es su hermana o un familiar muy cercano, o una amiguita de la infancia a la que no quiere que me acerque. Si así fuera, no entiendo por qué no querría que la conociera. No soy mal partido, tampoco estoy feo. Tengo mi propia casa y un carrito en el cual moverme. Él debería saber todo eso porque es maricón. Me doy cuenta de cuando me mira sinuosamente. De cualquier forma, eso de la confidencialidad del periódico no me la creo. Es ridículo. Estos dos se traen algo entre manos. Lo presiento. ¿Por qué me ocultarían su identidad? Fuimos grandes amigos en la universidad. Nos echábamos la mano mutuamente. Salíamos a divertirnos. Si ellos me pidieran que no dijera nada sobre cómo es o dónde vive o lo que sea, lo haría. Me aturde la desconfianza. ¿Qué les hice para que me traten así? Estoy muy confundido. Ya estoy por llegar a lo de Esteban. No había pasado por aquí desde que estábamos en la escuela. No puedo creer que siga viviendo allí. Algo que respeto mucho de Esteban es que es perfeccionista. Seguramente encontraré todo recién lustrado. Estoy subiendo las escaleras, pero al mismo tiempo analizo toda esta situación. Debo reconocer que hasta este momento ha sido muy interesante. Esto me ayudó a romper un poco la rutina. No descansaré hasta llegar al origen de sus motivos. Si Jezabel está buscando al semental de sus fantasías, ese soy yo. Llego al segundo nivel y camino hacia la derecha. Aunque, muy dentro de mí, una sensación de incertidumbre me atosiga. Todavía no puedo decir nada de Esteban porque no he hablado con él. ¡Ay, Lalito! ¿Qué me estás ocultando? ¿Qué no me quieres decir, cabrón? Golpeo la puerta. A lo mejor intenta protegerme. Si así fuera, ¿de qué querría protegerme? Esteban abre y me mira con una sonrisa en el rostro. ¿Me está protegiendo al no decirme la verdad? Supongo que tendré que averiguarlo por mi cuenta, tal y como se lo dije cuando estuve en su casa. Prometí no inmiscuirlo en esto, ya no, a menos que me haya mentido y Esteban no sepa una mierda de Jezabel. Si Lalo quisiera protegerme de algo, me diría lo que en realidad está sucediendo. No me lo escondería, a no ser que su confidencialidad en verdad esté relacionada con el contrato que firmó en el periódico. Sin embargo, yo creo que podemos hacer esos acuerdos a un lado cuando hay personas a quienes queremos enredadas en un contexto como éste. Naaaah... Estoy exagerando ja, ja. Ahora que lo pienso bien, me parece funesto.

—Hola, Steve.

—Hola, Axel —me responde mirándome a los ojos—. Te estaba esperando...

«Uh... ¿En serio?»

Su gesto me parece extraño, no lo entiendo.

—Sí, Eduardo llamó —contesta jocoso—. Me dijo que venías para acá, así que preparé botanitas, pásale.

Aaaah, menos mal ja, ja. Ya me había asustado.

Rojo amanecerDonde viven las historias. Descúbrelo ahora