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Esteban estaba dispuesto a hacer todo lo que estuviera a su alcance para que Axel se enamorara de él. Lo que el úrsido no sabía era que esto acabaría con su vida. Cegado por la equivocación y la ignorancia, ilusionó sus esperanzas con un romance que jamás existió. Continuó publicando sus poemas por los siguientes meses, cautivando cada vez más la atención del felino hasta el grado de hacer que perdiera la cabeza. Un día, Axel me contactó por Messenger para preguntarme si podía venir a mi casa. Yo le dije que sí y compré aperitivos. A eso de las siete, llamó a mi puerta. Minutos más tarde, estábamos hablando en la cocina.

—Hombre, ya no puedo con esto —me decía con la melena alborotada, un tanto excéntrico—. Esta mujer me tiene cautivado, no pienso en otra cosa...

—¿En serio? —cuestioné sin hacerle mucho caso— Hace poco más de un mes que me dejó de interesar.

—¡Hay foros en internet que hablan sobre ella! —me mostró en su computadora una vasta cantidad de páginas web que valoraban el trabajo de Jezabel, el cual comenzó a discutirse en casi todo México—. Muchos piensan que es el descubrimiento del año y que podría ganar el Nobel sin problema.

—¡Ugh! Para eso tendría que haber escrito toda su vida —respondí irritado—, o por los siguientes treinta años. Están exagerando. Es cuestión de tiempo para que toda esta popularidad acabe hundiéndola.

—Ojalá y nunca deje de escribir —guardaba la laptop en su mochila—. Mira todo lo que ha logrado en este tiempo. ¡Su carrera recién comienza! Todos en la revista están que no se lo creen con mis críticas y mis análisis. La respuesta del público es sorprendente.

—Se están llenando de dinero los pantalones, ¿eh? Bien por ustedes. Espero que no muera en los próximos días o su pequeña editorial se quedará sin su mayor fuente de ingresos.

—No digas esas cosas, mamón.

—Sólo digo que tal vez no sea como tú imaginas, Axel. ¿Estás listo por si en dado caso llega a decepcionarte?

—Eso sería imposible. Esta chica y yo somos el uno para el otro. Nadie ha sido capaz de descifrarla como yo lo he hecho. He leído todos los foros, las columnas de todos los periódicos, los vídeos en YouTube. Nadie la entiende como yo lo hago. Sabrá que soy el hombre de sus sueños cuando lea mis escritos, mi querido Lalo. Puedes irte guardando tus comentarios, pues estás equivocado.

—Okay, está bien, no diré más —le contesté cruzando los brazos—. Tampoco sobre cómo es ni ninguna información que pueda llevarte a ella.

—Vine contigo por eso, Lalo. Por favor, no me quedes mal. Dime algo, lo que sea. Yo haré el resto.

En ese momento, la idea de que Axel se encargara de buscar a Jezabel me pareció interesante para que se diera cuenta de que todo esto no era más que una farsa escabrosa que lo dejaría en ridículo. Era cierto que nadie más había descifrado los mensajes ocultos en los poemas de Esteban. Aplaudía sus habilidades deductivas, pero ignoraba la posibilidad de que fuera un hombre el que estaba ocultándose detrás de los versos. Quizá lo hizo en algún momento. No obstante, se fiaba más por el otro escenario de la literata culona de labia incuestionable.

Ja, ja, ja...

Ay, es que... Perdón. Sé que Esteban ya está muerto y que Axel debe de estar con la cola entre las patas en este momento, pero es que es divertido si lo piensas. Me iré al infierno por esto, estarás infiriendo. Sin embargo, déjame aclararte que yo no creo en amigos imaginarios, o al menos en esa diosa que tanta pinta le dan.

—Si esa es la condición, entonces estás perdiendo el tiempo conmigo —le dije—. La persona que te puede ayudar con eso es Esteban. Él te dará las pistas que necesitas.

—¿El panzón ese? ¡Ja, quién lo diría! —respondió extrañado— ¿No estás jugando? ¿En serio debo ir con Esteban?

—Deberías de estar allá ahora mismo si no quieres seguir dándole vueltas al asunto —me levanté y fui hacia la cocina—. Él te dará todas las respuestas que necesitas. De mi parte, yo no voy a inmiscuirme en esto. Mis labios están sellados.

Rojo amanecerDonde viven las historias. Descúbrelo ahora