Capítulo 12: La revelación

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6 de Marzo de 1977

Remus despertó en la casa de los gritos, como era costumbre después de una luna llena. Su cuerpo se sentía todavía caliente, y la sangre brotaba a montones de su pecho, donde la mayoría de los rasguños se encontraban. Eran rasguños profundos, que atacaban justo los pulmones y el corazón, como si el lobo hubiera intentado arrancarlos. Como si el lobo hubiera intentado matarlo.

El muchacho no podía moverse, ni siquiera valía la pena intentarlo. Tenía una horrible migraña y sus costillas estaban rotas, lo sabía por aquel dolor agudo e insoportable que no desaparecía de su tórax y le impedía respirar bien.

Si alguien lo viera en este momento, se echaría a llorar por lo miserable que se veía. Un chico de dieciséis años, con el cuerpo ensangrentado, luchando por tener un respiro más de aire; luchando por poder vivir.

¿Por qué lo hacía? ¿Qué valía la pena de esta vida llena de dolor y sufrimiento? ¿No era más fácil dejarlo todo? ¿Dejar que el lobo terminara con él?

De repente, el recuerdo de unos ojos plateados inundó su mente, como un pequeño rayo de esperanza que le pedía que continuará, que le pedía que no se rindiera.

Sin darse cuenta, sus ojos poco a poco comenzaron a cerrarse, dejándolo inconsciente en el frío y seco suelo de madera.

[...]

Remus nuevamente despertó varias horas después, sólo que esta vez en la enfermería, con el pecho vendado y una franela helada en su frente, seguramente para calmar su dolor de cabeza. Aunque sentía la magia de los hechizos de curación hacer efecto en él, eso no desaparecía por completo sus heridas, y ahora que la adrenalina de la transformación había pasado, podía sentir con mayor fuerza cómo cada parte de él ardía de dolor. Su cabeza parecía estar a punto de explotar, sus brazos y piernas se sentían pesados por la noche en vela, su garganta estaba seca e irritada por los aullidos dolosos a la luna y ni le hagan hablar del frío que hacía en la habitación. Sin pensarlo, giró sobre la cama para intentar envolverse más en la cobija, soltando un pequeño gruñido de dolor ante el movimiento.

― Oye, tranquilo... ―habló una voz extraña, acercándose a él para poder taparlo mejor con la cobija.

Remus entreabrió un poco los ojos, cegado por la luz que aquel magnífico ser emitía. Era como ver un ángel, tan brillante y majestuoso, tan bello...

― ¿Cómo te sientes? ¿Necesitas algo? ―preguntó el ángel, y Merlín, incluso su voz era preciosa, capaz de hipnotizarlo por completo y hacerle olvidar hasta su propio nombre.

― Hermoso... ―murmuró con voz ronca, levantando una de sus manos para acariciarle la mejilla, como si quisiera ratificar que era real―. Eres tan hermoso...

El ángel se quedó en silencio, sólo sintiendo las caricias que el chico dejaba sobre su mejilla.

― Te quedarás conmigo, ¿verdad? ―preguntó con somnolencia―. Por favor...

Bajo su tacto, las mejillas del ángel se calentaron, al mismo tiempo que se alargaban en lo que seguro era una bella sonrisa.

― Por supuesto. Cualquier cosa por ti.

Remus sonrió, dejándose llevar por los efectos de los hechizos y el sueño, teniendo de nuevo como último recuerdo unos brillantes ojos plateados.

[...]

7 de Marzo de 1977

Cuando Remus despertó por tercera vez, el dolor en su cuerpo había disminuido casi por completo. El frío había desaparecido. Sus extremidades se sentían ligeras y tranquilas. Sin embargo, su garganta y boca aún estaban secas, dándole una sed inimaginable.

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