Capítulo 17: Secretos y propuestas

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Advertencia: En este capítulo se realizan comentarios lesbifóbicos y de sexualización. Si son sensibles a ese tema, fácilmente pueden brincarlos y no afectará la experiencia de la lectura. Quiero que sepan que estos comentarios no reflejan mi forma de pensar, y no estoy de acuerdo con lo que se dice en ellos.

Ahora si, disfruten <333


12 de Marzo de 1977

Desde que Dorcas y Marlene habían confesado sus sentimientos, pasaban mucho tiempo juntas.

No había un título que definiera qué eran, obviamente no eran amigas, pero tampoco estaban en una relación formal. Se gustaban, y eso era más que suficiente.

Por ahora, los únicos que sabían qué era lo que sucedía entre ellas eran sus amigos. Ninguna de las dos se sentía lista de confesarle al mundo su sexualidad, estaban al tanto de que en algún momento saldría a la luz y tendrían que enfrentarse a los comentarios de la gente, pero en este momento no les importaba. Mientras que frente a los demás continuaban fingiendo que se odiaban, estando solas no dudaban en demostrarse su amor, tanto física como verbalmente.

La Sala de Menesteres sin duda se había convertido en su refugio. Marlene la descubrió hace algunos años y solía utilizarla para practicar su música. Nadie sabía de la existencia de aquella habitación, convirtiéndola en el lugar perfecto para ocultarse. Era conocida como "La Sala que viene y va" o "La Sala de los Requerimientos", pues podía transformarse en cualquier cosa que el usuario necesite en ese momento. Cuando Marlene quería enseñarle alguna nueva canción, era un estudio de música; cuando querían ver una película, era un cine; cuando querían simplemente pasar tiempo juntas, como ahora, era una habitación, con una cama bastante cómoda y una chimenea que las mantenía calientes.

― Marlene... ―llamó Dorcas a la rubia, separándose lentamente del beso que estaban compartiendo―. Oye, debo irme.

― No... ―negó la otra chica, hundiendo su cabeza en su cuello y comenzando a dejar algunos besos húmedos en él―. Quédate....

Dorcas tragó con fuerza saliva.

― No puedo, tengo tarea ―intentó separarse, pero Marlene la tenía sujeta de la cintura, manteniéndola sentada en su regazo.

― Eso puede esperar, bombón ―insistió, uniendo nuevamente sus labios.

Oh, Dorcas amaba besar a Marlene. Amaba el sabor de su chicle de cereza, las caricias que dejaba la otra chica en su cuerpo, la manera en la que sus lenguas se entrelazaban...

Cuando sintió como la otra chica pasaba sus manos debajo de la ropa, supo que era hora de separarse. Si no lo hacía ahora, quien sabe cómo terminaría esto.

― Ni siquiera lo intentes, boba ―le dijo con una sonrisa juguetona. Marlene abrió la boca con sorpresa, fingiendo no entender que sucedía.

― ¿Qué cosa? Yo estoy haciendo nada.

― Claro, y yo soy blanca.

McKinnon rodó los ojos con diversión, entretanto Dorcas se levantaba con cuidado del regazo de la rubia, poniéndose de pie y acomodando nuevamente su uniforme.

― Antes de que se me olvide ―llamó su atención Marlene―. ¿Qué vas a hacer en vacaciones de Semana Santa?

― Nada. Mi mamá tiene trabajo en el Ministerio. ¿Por qué?

La rubia se sentó en la cama con las piernas cruzadas en posición de loto, jugando con sus dedos sobre el regazo. Estaba nerviosa.

― Effie, la mamá de James, nos invitó a Peter y a mí a pasar la última semana de vacaciones en una cabaña que tienen en México ―comenzó a explicar sin mirarla a los ojos. Dorcas sonrió con ternura.

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