Capítulo 23: ¿Reconciliación?

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1 de Abril 1977

― No pienso pedirle perdón ―declaró Marlene, sentada en uno de los sillones de la sala común y pasando con delicadeza su púa por las cuerdas de la guitarra eléctrica que descansaba en su regazo―. Es decir, si, lo que dije no estuvo bien, ¡pero no fue razón para que reaccionara así! ¡Intenté explicarle que sólo lo dije por aparentar y no quiso escucharme! ¡¿Por qué no quiso escucharme?! ¡¿Después de todo lo que pasamos juntas en serio cree que no quiero salir con ella?! Llevo días soportando yo sola todos esos ataques y comentarios, teniendo que contener mis interacciones con ella para que no la relacionen conmigo, ¡y ella le da más importancia a un comentario idiota que se me escapó por el enojo! No, definitivamente es ella quien tiene que acercarse a solucionar las cosas, ¿cierto?

La chica levantó la mirada de su instrumento hacia Peter, quien la veía con la boca abierta desde la alfombra de la habitación, recostado boca abajo en el suelo detrás de un pergamino y sosteniendo una pluma en su mano.

― Marlene ―la llamó lentamente sin borrar su expresión de asombro―, sólo te pregunté qué día es hoy.

Ah.

― Jueves ―respondió, observando a su amigo asentir y escribir con rapidez en su pergamino. Malhumorada, la rubia regresó su atención a su guitarra.

Se llevaba quejando de Dorcas con cualquier persona que se le pusiera enfrente, probablemente ya tenía hartos a sus amigos. Todos decían que debía disculparse con ella, pero su orgullo e inmadurez se negaban, pues estaban seguros de que era la morena quien debía acercarse a ella primero.

Merlín, tenía tantas ganas de descargar su ira con alguien. Raras veces (MUY raras veces) era una lástima que la gente haya dejado de molestarla y ya no pudiera desahogarse con ellos; después de lo qué pasó con el grupo de amigos que molestaron a Dorcas, todos temían terminar cómo ellos: castigados y con varias maldiciones y hematomas. Si, Marlene también estaba castigada y perdió muchos puntos para su casa por "agredir a un alumno", pero la vedad no le importaba; ese imbécil se lo merecía, y por la manera en la que McGonagall intentó ocultar su sonrisa orgullosa cuando le dio el castigo, suponía que ella pensaba lo mismo.

Le hubiera encantado poder contarle a Dorcas...

― ¿Sabes si alguna vez la volveré a ver? ―cuestionó la rubia, dejando caer la cabeza en el respaldo del sillón.

― ¿A Dorcas?

― No, a la mamá de James.

― Claro que la volverás a ver. Tenemos herbología mañana.

La chica soltó un fuerte quejido, como si ya estuviera harta de la vida (en parte, era cierto).

― Que flojera ―opinó alargando el sonido de las vocales―. ¿Y si mejor faltamos?

― Hazlo tú, si quieres, yo no puedo; a mí sí me preocupa mi futuro.

― Aguafiestas ―dijo, mirándolo mal desde su lugar. Peter se encogió de hombros, esbozando una pequeña sonrisa divertida.

Aunque tomar herbología verdaderamente le daba pereza, la mayor razón por la que quería faltar a la clase era porque la compartía con Dorcas. Desde su pequeña pelea, había evitado lo mejor posible cualquier clase que tomaran juntas, pero sabía que tarde o temprano no podría continuar haciéndolo. Tenía que enfrentarse a ella.

Qué curioso que sería justamente en el lugar donde se enamoró.

[...]

Comenzaba a arrepentirse de haber asistido a esa clase. No era porque tuviera que interactuar con Dorcas, todo lo contrario de hecho, era porque la chica estaba decidida a fingir que ella no existía. Ni siquiera se molestaba en mirarla, ¿cómo quería que se reconciliaran si ella no ponía de su parte?

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