sitios que exploré, la casa

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          Sitios que exploré, la casa


4 de noviembre del 2012. Jordán, Santander.

Llegué una vez más al Jordán, el sentimiento de querer encontrar todo idéntico a la primera vez es muy triste y emocionante al tiempo, estaba desarrollando un gran apego y aprecio hacia este lugar prácticamente desconocido para el mundo. Tal vez estaba un poco viejo para eso, pero mi admiración tenía un vigor juvenil característico.

Para bajar las sospechas de los habitantes descansé el primer día y el siguiente día comencé la búsqueda disfrazada de la típica curiosidad que caracteriza a cualquier turista. Algo que me encantaría resaltar es que la atención al cliente era muy linda pues las personas tendían a ser muy conservadoras y jamás faltaban el respeto. Todos tenían un tipo de temor reverencial por las personas del exterior. Además, eran muy centrados en lo que hacían, me encantaba verlos trabajar en el campo junto a sus bonitos burros bien cuidados.

Fui a las afueras del pueblo buscando rastros de la antigua casa de Ana María. A la época actual dudo mucho que hubiera vestigios significativos, pero cualquier cosa podía servir como pista.

Debo admitir que fue muy difícil para mí poder encontrar la casa porque, primero, el panorama no era el mismo ya que el pueblo fue erigido encima del caserío antiguo, no estaban las mismas plantas y la mayoría de las construcciones estaban deterioradas. Segundo, todas las casas tenían la misma estructura y eso lo detestaba. Donde ponía la foto ahí estaba la casa, pero al menos el árbol me guiaba. Su ubicación era distinta y eso me permitía diferenciar claramente que su hogar debía estar en las afueras ya que las del centro y del inicio no tenían árboles ni rastros de haberlos tenido allí algún día. El suelo estaba perfectamente pavimentado y las casas sin roturas por plantas. Y tercero, la casa estaba sobre una zona alta y lo que se veía era la pared trasera. El pueblo estaba unos metros por encima del río, pero la zona en la cual la parte trasera se vería así era la que quedaba de frente al río. Entonces, caí en cuenta que la imagen estaba de frente al río y la ilusión óptica probablemente era el reflejo del agua entre las sombras del árbol. Ahora la clave era dar con la casa exacta y sólo logré notar que debía estar en uno de los dos extremos del pueblo porque no se veía ninguna otra a los lados. Tenía miedo de que la casa ni siquiera existiera después de tantos años.

La hallé en toda la esquina del pueblo ascendente al río Umpala, era la que más encajaba a la descripción. Ya estaba en ruinas perdiéndose entre los árboles y la vegetación. Logré entrar porque la puerta del patio no estaba, esperaba que algún insecto extraño no viniera a picarme porque no había hospital donde llevarme cerca y podía morir.

Me introduje en las entrañas de aquella casa en ruinas tratando de recrear lugares, habitaciones y objetos de las personas que pudieron haber vivido allí. La oscuridad me nubló la visión así que encendí la linterna del celular, aunque era de día y había algunas partes iluminadas por el sol no era suficiente para observar detalles. El techo rojo se estaba cayendo y había madera tiraba en todas partes siendo lo curioso que parecían destrozadas. Bueno, les cayó un techo encima, eso pudo explicar en su momento la cantidad de astillas y madera rota o tal vez los transeúntes dejando desechos allí. Realmente no le presté atención a ese detalle en el momento porque dudo que una madera del 1500 siquiera sobreviviera hasta entonces con el montón de comején que les amenazaba en ese ambiente. Las paredes y los objetos dentro me parecían más relevantes.

Como imaginé, no había ninguna pista dentro de la casa. Zapatos, objetos, imágenes, frascos, no había nada. ¿Ya se dieron cuenta de que no era coincidencia? Claro, los que venden reliquias se llevaron todo al igual que los saqueadores se llevaron los objetos con que enterraban a los muertos. ¡No! ¡Es mentira! Hay civilizaciones con más tiempo de antigüedad de las que se tiene recuerdos y objetos valiosos. Al igual que la pintura de Ana María fue vendida por poco dinero para ser tan antigua, todos los bienes preciados de la antigua población de Sube fueron eliminados sistemáticamente por alguien. Salí enfurecido pateando piedras de la casa por estar encerrado otra vez en el mismo callejón sin salida.

Dios, si este río de verdad era curativo yo me estaba ahogando en sus misteriosas aguas tratando de sanarme.

Una mujer me vio y me preguntó qué hacía en esa casa lo que me resultó raro. "¿También viene a observar el río desde aquí? Frente al puente se ve mejor sólo que se va a quemar". Esas palabras retumbaron en mi cabeza como un eco al escuchar "también viene". Había alguien más. Le pregunté quién más venía y me dijo que periódicamente llegaba un chico joven a sentarse allí y admirar el panorama. Nadie sabía quién era, pero lo tomaban como un turista que se había encantado con el pueblo al igual que yo. Perfecto, necesitaba su número, pero nadie lo tenía. ¿Cuándo llegaba? Al parecer cada tres meses, no era un tiempo exacto más era cercano a cuanto demoraba porque a veces llegaba antes o después. Este chico debía saber algo.

No podía quedarme a esperar ahí hasta que viniera. Le di mi contacto a la mujer y le pedí encarecidamente que fuera capaz de avisarme cuando el chico llegara pues necesitaba hablar con él. Ella cooperó y dijo que lo haría. Obviamente, prometí compensarla con algo de dinero, hay que hacer colegas en todas partes.

La verdad del Jordán, el informeDonde viven las historias. Descúbrelo ahora