capítulo 10

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Capítulo 10


Alejandro cumplió 16 años en medio de aquella división familiar siempre tratando de ocultar algo, aquel día pasó sin pena ni gloria. Había transcurrido un mes luego de la visita del Padre y la tensión seguía a pesar de que Ana María retomó poco a poco su relación pues no se hablaban como antes. Adalberto lo sabía así que trato de arreglar las cosas, no podían seguir así. Se sentaron en su cama para rezar antes de dormir, incluso esto lo hacían separados desde aquel día.

— Ana, amor mío, —le llamó y ella volteó a mirarle— perdóname. Sé que ese día lo negué todo por miedo, pero ya no más.

Ella lo miró con algo de indecisión por lo que iba a preguntar a continuación que terminó por decir.

— Te lo vuelvo a preguntar, ¿a qué le temes?

— A perderte, a perderlos a ambos.

— Pero si nada nos va a suceder mientras que estemos juntos. —Lo miró con tristeza— Sé cuidarme, sé intuir las cosas y todo lo que alguna vez he dicho o hecho es por nuestra seguridad. —Se acercó a él y tomó sus manos— Entiendo que no te agrada el Padre Agustín, a mí tampoco luego de decir que parezco salida de un burdel, pero si los espíritus quieren hacernos algo lo mejor es contar con su bendición independiente a lo que pueda decir porque sé que te negaste por eso... —Él se quedó mirando a Ana María y luego ocultó su rostro de ella mirando hacia el suelo— Recuerda que la vida de nuestro hijo está en riesgo también y debemos protegerla.

Adalberto sonrió con alegría y la abrazó para seguido darle un beso.

— Lo sé, lo sé. Por estas cosas es que cada día me vuelvo a enamorar de ti. Te amo Ana, eres todo para mí.

— También te amo Adalberto.

Permanecieron en silencio viendo sus ojos profundamente, así permanecieron un largo rato. Adalberto regresó de su ensueño entre los ojos de su mujer para sacar una incógnita que hacía mucho quería saber.

— ¿Crees... que ya es tiempo de tener otro niño? Susurró. Los dos quedaron en silencio por unos segundos— Te confieso que me muero de ganas, ¿aceptarías?

Ella se quedó pensando. Debía admitir que las cosas se habían calmado, las voces se habían ido y la energía, aunque estaba algo pesada entre ellos, mejoró un tanto en comparación a como se encontraba hacia un mes atrás.

— Creo que sería una buena idea, nos distraeríamos. Además, Alejandro está grande ya y creo que le gustaría tener un hermano para no sentirse tan solo.

— ¿Lo has notado? —Preguntó Adalberto ya que él no lo había hecho.

— Sí, un día que estaba afuera observé la manera en que observaba a los hijos de Genoveva, la vecina. Tal vez un bebé serviría para unirnos más y Alejandro tendría un hermano con quien distraerse. Hasta le gustaría cuidarle, ¿no crees? Dijo y él asintió.

— También me ha comentado que los chicos del vecindario se burlan de él, supongo que es más seguro pasar tiempo con alguien de su familia que lo comprenda.

— Entonces tenemos un acuerdo.

— Sí.

Ese sí fue la palabra que le dejaba pasar la línea, comenzó a besarla con pasión en su boca y luego pasó a su cuello. Ella puso las manos en su pecho haciendo presión para frenarlo y soltó una pequeña risa nerviosa.

— Dijimos que teníamos un acuerdo.

— Enhorabuena, ahora quisiera saber si deseas ejecutarlo esta noche.

La verdad del Jordán, el informeDonde viven las historias. Descúbrelo ahora