el comienzo de una historia

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            El comienzo de una historia

9 de marzo de 2014. Jordán, Santander.

Regresé al Jordán, pedí una pala y cavé entre trozos de madera y kilos de tierra en el suelo hasta el cansancio. La casa era la clave, necesitaba saber qué había allí escondido que fuera tan valioso como para ocultarlo a costa de todo, aunque durara un mes en hallarlo. Duré días cavando y golpeando sin hallar nada, pateé la pala hasta lo más lejos que pude y grité con fuerza, agité mi cabello y me dirigí a donde siempre me hospedaba a bañarme agotado de durar seis horas sin parar cavando para encontrarme con más tierra. En medio de mi bloqueo mental logré reflexionar algo, lo más probable es que estaba buscando en el lugar equivocado. Quienes estuvieran detrás de esto siempre desviaban la atención a cosas poco importantes como si fueran significativas para tener el camino libre a las que de verdad les interesan y ya eran expertos en hacerlo.

El único lugar donde se podría ocultar algo es en el patio, lo más evidente, entonces debía buscar adentro. Todavía era temprano, había comenzado a las ocho en la mañana y pausé a las dos, apenas eran las tres de la tarde. La temperatura era alta todavía pero no me importó, un abanico de mano arregló todo. Encendí la linterna de mi teléfono y analicé cada parte, cada raja, cada detalle del suelo y de las paredes e incluso el techo casi de forma obsesiva y enfermiza. Mi trabajo dio fruto cuando en el suelo de una habitación encontré una abertura muy pequeña y le puse la linterna para asegurarme de que no fuera un desprendimiento. La luz pasaba más allá lo que indicaba que había un agujero debajo el cual abrí haciendo de palanca con un pedazo de madera. Quedé boquiabierto al encontrar una entrada, había una escalera. Por primera vez sentí miedo, acerqué la luz y vi el fondo, me sentí aliviado al descubrir que no había nada extraño acechando del otro lado. Tal vez las cosas que supuestamente habían vendido podían estar ocultas allí. Bajé rápidamente a revisar y descubrí objetos que parecían ser de laboratorio, lo sabía por la forma en como estaban construidos, aunque se veían muy rudimentarios. No creía que el joven los estuviera usando porque estaban empolvados y hasta oxidados, pero tuvieron un objetivo en su momento. Esto era prueba suficiente pues no se sabía de la existencia de ningún médico o científico en el Jordán excepto el esposo de Ana María, pero estos utensilios eran muy modernos, no existían hace más de 400 años. Tomé una foto y salí de ahí, ya era de noche casi las siete. Llegué al hotel a ducharme un poco y le envié un correo con la imagen adjunta seguido de una única frase: "Tengo tu secreto". La idea era que se desesperara al punto de llamarme. En la mañana, cuando desperté, tenía tres llamadas perdidas de un número desconocido significando eso que había cambiado su celular para que no le llamara. Perfecto, lo bueno es que él mismo accedió a charlar y no era yo quien estaba presionando esta vez. Amansé al toro.

Le volví a llamar, él respondió y en su voz se notaba algo de preocupación. Me pidió que no le contara a nadie lo que había descubierto y si era necesario me pagaría una alta suma de dinero en euros por mi silencio. Lo que le dije era que quería negociar para saber la verdad del Jordán, eso o nada. El joven me confesó que no sabía la verdadera historia, que quien lo sabía era un familiar suyo y lo iba a pasar. Se dejó de escuchar del otro lado, estuve un minuto en la línea y luego sonó una voz editada por algún programa digital. Todo se estaba tornando un poco descabellado y pensé que me estaban tendiendo una broma así que colgué. Al instante, entró la llamada de nuevo con la voz. No se distinguía su edad como para saber si era joven o mayor, tampoco si era hombre o mujer, no podía identificar quién me estaba hablando. Como hacíamos negocios, me pidió que le diera dinero a cambio de un escrito con todos los datos que necesitaba. ¿Quién se creía? Yo podía hacer público toda la información que ellos querían ocultar, debería chantajearlos yo. Me negué a pagar alegando eso, o me contaban la verdad o mostraba lo que fuera que quisieran esconder dentro de aquella casa. Al poco tiempo recibí un escrito en mi correo electrónico.

La verdad del Jordán, el informeDonde viven las historias. Descúbrelo ahora