personas que conocí, el chico

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          Personas que conocí, el chico

5 de febrero de 2013. Jordán, Santander.

La mujer llamó diciéndome que el chico había llegado y que viajara lo más pronto posible porque no solía durar mucho. Yo estaba en medio de una investigación así que no sabía cómo iba a viajar tan repentinamente. El único modo fue no dormir, terminé todo lo que me faltaba esa noche y en la madrugada abandoné el lugar diciendo que me habían llamado a revisar una investigación anterior que había realizado. Lo más rápido era tomar un vuelo y los que salían más pronto estaban agotados así que no tuve más remedio que irme en bus para no perder tiempo. Cuando quise llegar ya el joven se había ido, sólo había durado dos días allí. La frustración era un sentimiento común en mí durante esos años por los esfuerzos que hacía para finalmente quedarme en blanco. Pérdida de dinero y de tiempo, lo importante es que pude volver un rato a visitar a los señores de este humilde pueblo.

4 de mayo del 2013. Jordán, Santander.

Este día estaba bien preparado a causa de que esperaba por anticipado la llamada de mi colega, el primero de mayo había sido el día del trabajo y ella sabía que cuando era semana de festivos sacaba tiempo para mí por lo que me llamó. Asistí a la cita con una perspectiva diferente a lo que sucedió. "Está en la casa", mi corazón dio un vuelco cuando la mujer me susurró al oído y luego me dio una bonita sonrisa. Reconozco que estaba nervioso pues no esperaba encontrarlo, no sabía quién era, no sabía siquiera si era colombiano o podía estar viviendo en otro país en el peor de los casos.

Con cuidado me fui a la última casa del pueblo, pensé que podía llegar por detrás y sorprenderlo, pero se vería sospechoso así que hice una entrada natural fingiendo encontrarme con él cuando casualmente caminaba por la acera en la que él estaba viendo el río.

Quedé plantado como un idiota porque el joven había escapado, no estaba allí. Me mordí el labio viendo de frente al río y suspiré con frustración nuevamente, fruncí el ceño y di la vuelta para irme. No iba a hacer el esfuerzo de buscarlo porque ya él sabía que lo estaba buscando. Dejé que huyera y pasé varios días más en el pueblo para camuflar el hecho.

2 de agosto del 2013. Jordán, Santander.

Estaba por los lados de Tunja haciendo un reporte para la Universidad de Boyacá sobre el 7 de agosto y todo su trasfondo. Entonces, recibí la llamada de la mujer que me ayudaba diciendo que el joven acababa de llegar al pueblo. Suspiré y emití un gemido, esta vez expresé lo agotado que me tenía todo este tema, pero decidí ir con pocas esperanzas de encontrarlo. Mantuve un perfil bajo, la verdad no tenía ni idea de dónde podía estarse hospedando pues en La Posada del Caminante, donde me solía quedar, no estaba.

Al día siguiente, a eso de las diez, me dirigí hacia la casa a paso lento y sin apuro por toda la acera que estaba de frente al río y dejaba ver la parte de atrás de las casas. Había muchos cactus por allí que deleitaban exquisitamente la vista, no era común verlos en las ciudades. Llegué al frente de la casa de Ana María y no vi a nadie así que me di la vuelta para irme, pero un ruido me interrumpió y alcé la mirada. Allí vi al joven sentado en una silla con las piernas cruzadas, un par de lentes de sol y su cabello brillante y bien cuidado. Lo saludé brevemente y le dije que si podía invitarle a comer algo ya que era el único turista aparte de mí en ese momento. Él aceptó.

En la comida sólo hablé de cosas triviales, no quería asustarlo para poder recordar su rostro a ver si podía investigar más sobre él, su pasado y su relación con esa casa. Era el típico rubio de ojos azules de las películas, pero con facciones alemanas, no americanas. Cara cuadrada, labios delgados y rosados, flequillo cortina, cabello liso y limpio perfectamente peinado, nariz respingada y cutis perfecto, con un atractivo juvenil, aunque se veía de unos veinticinco años. A pesar de ser excesivamente bello y poseer facciones femeninas no perdía su masculinidad, realmente no sabía cómo explicar lo que tenía ante mis ojos. No era flaco, tenía musculatura y podía medir un metro con ochenta y tantos. Su aspecto era demasiado cuidado, en ese momento tenía una camisa manga corta y pantalón corto, pero ya me lo imaginaba con saco o camisa cuello alto al igual que los ricos ochenteros.

La verdad del Jordán, el informeDonde viven las historias. Descúbrelo ahora