capítulo 9

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Capítulo 9


Ana María a medida que pasaban los días se acostumbraba a las miradas raras y la vida ermitaña de las personas. Comúnmente había conflictos por la rutina diaria: adulterio, robo, esclavitud, pecados penados por la iglesia y demás cosas comunes. Lo que no soportaba eran los chismes y habladurías tanto de la gente del pueblo como de ellos mismos, a sus oídos llegaban "escándalos" y cosas de las que Ana evitaba hablar. Su hijo a esas alturas ya tenía 6 años y aunque lo habían bautizado como católico, ella y Adalberto le enseñaban a tener una visión religiosa diferente a la enseñanza que se daba en ese entonces. Iban a la iglesia porque poco se podía hacer aparte de eso, pero el domingo se dedicaban enteramente a debatir aquellas enseñanzas al volver. Un domingo por la tarde en una de esas conversaciones el niño miró el retrato de Ana María.

— Mamá, ¿esa eres tú?

— Sí, me retrataron antes de que nacieras.

— Te ves igual de bonita. —Dijo el pequeño elogiando a su madre.

Ella besó y abrazó a su hijo. Cuando el pequeño se fue a jugar afuera con su padre ella se miró en un espejo de mano que tenía y a la vez observaba el retrato. No podía creer que en 6 años se viera igual, pero le atribuyó todo al óleo. A veces las sombras o colores podrían distorsionar un poco como se veía, no le dio más importancia al asunto y se puso a leer algunos libros. El problema se generó cuando, a los 12 años de Alejandro, no se hicieron esperar los comentarios de las personas al darse cuenta de la gran diferencia entre el físico de Adalberto y el de ella incluido su propio hijo.

— Papá, ¿cuántos años tienes?

— Tengo 34.

— Mamá, ¿cuántos años tienes tú?

— 32.

— ¿Y por qué papá se ve mucho mayor que tú?

Los dos se quedaron en silencio y se miraron las caras, ella sólo hizo un chiste al respecto y continuaron con lo que estaban haciendo. Fue un momento muy incómodo para la pareja, algo de dolor se coló en el rostro de Adalberto que observó como la vergüenza se apoderaba de las mejillas de su mujer. Ya con eso sabía que intentaría arreglar las cosas. Justamente, al rato Ana María se sentó a hablar con su hijo en la sala.

—¿Alguien te ha molestado o dicho algo sobre nosotros? —Él negó con la cabeza— Entonces, ¿por qué te ha surgido esa curiosa pregunta?

— Porque los veo mamá, no parecen ser de los mismos años.

Ana María parpadeó un par de veces confundida y se echó a reír tratando de sobrellevar el comentario, le agradeció su sinceridad y lo despidió. No sabía si era peor que no dijera nada, que indirectamente le estuviera diciendo a Adalberto que estaba viejo o darse cuenta que parecía estar congelada en el tiempo. Recordó doce años en el pasado el día que la niña Yuba le había dicho lo mismo cuando fue a recoger su desayuno al pie de la puerta de su habitación, "los veo". Se le erizó la piel de tan sólo recordarlo, agitó la cabeza y siguió con sus quehaceres. Al rato volvió a darle un vistazo a aquella pintura.

Por alguna razón se había olvidado por tantos años de eso pues la rutina hacía que se interesara en salir poco de casa y si lo hacía iba a lugares apartados, al río o a los árboles. No había oportunidad para escuchar comentarios ajenos, además, ninguno de los indígenas mencionaba nada al respecto ya que Adalberto hacía tres años que había escondido aquel retrato en su habitación en una parte a la que ellos no podían entrar. Ese día desde la tarde hasta que se fue la luz del sol se comparó de frente con un espejo, miraba la pintura y se miraba ella. Pasados 12 años cualquier distorsión que pudiese haber hecho aquel pintor ya no era posible de justificar, la imaginación de su hijo tampoco. A un retrato no le pasan los años, pero a una persona sí, más inaudito aún era que ni siquiera una gripe estacional le había acaecido durante esos años y tampoco había aumentado de peso como era normal en ella, sino que seguía teniendo la misma masa corporal que cuando adelgazó antes de tener a Alejandro. Un terror inminente se apoderó de ella y entendió que, más que bendición divina, había algo en ella.

La verdad del Jordán, el informeDonde viven las historias. Descúbrelo ahora